No hay nada que me horrorice tanto como la sangre de los toreros, la consecuencia de sus cornadas en los ruedos y, por dicha razón, con lo de Roca Rey no puedo hacer una excepción porque se trata de un ser humano que se juega la vida en los ruedos. Al margen de Roca Rey, el pasado año, en Madrid, Emilio de Justo resultó cogido de forma dramática, algo que le costó casi siete meses de convalecencia. En esta ocasión hemos sufrido la desdicha del citado Roca Rey, Morante, que ha perdido muchas corridas y, a su vez, los hombres que le han sustituido solo tienen palabras de gratitud para el de La Puebla puesto gracias, a su ausencia, ellos han triunfado y, lo que es mejor, sus éxitos han salido en los “papeles”. Manzanares que arrastraba una antigua lesión de la que ha sido operado con éxito, de Cayetano herido en Socuéllamos con una lesión en su muñeca. Castella, como sabemos, resultó herido en Madrid.

Queda explicado el asunto si de toreros de relevancia se trata pero, de los humildes heridos, la lista podría ser enorme; lo es, pero de eso no se entera nadie. ¿Quién ha reparado en la cornada envainada que sufrió el domingo en Villacañas el diestro Raúl Rivera que, un toro, en la agonía de la muerte le lanzó un envite, lo tiró por los aires, no sin antes propiciarle la cornada a la que aludo. Quiero decir que, las cornadas de los diestros de relumbrón chorrean más sangre que la de los humildes.

Si nos ajustamos a la realidad, en los últimos diez años, si de figuras hablamos, nadie ha salido herido del envite por aquello de enfrentarse al toro; en ese mismo decenio, enumerar la lista de novilleros y matadores humildes heridos sería interminable. Y si de proporciones hablamos, no quiero ni contarlo porque, por ejemplo, Roca Rey, que lleva dos mil toros estoqueados, ha sufrido volteretas pero, apenas ha sido herido. Por el contrario, muchos diestros de los humildes, algunos han salido a cornada por festejo. Por cierto, hoy ha sido dado de alta del hospital el diestro Roca Rey de la gravísima cornada que sufrió el pasado sábado en El Puerto, a Dios gracias, claro.

Es cierto que, un toro puede hacer daño hasta con el rabo pero, lo dramático del asunto es que, los toros que lidian las figuras, por regla general, tienen más de santidad que de toros encastados para su lidia. Insisto que, en tantísimas tardes, aunque el peligro no se palpe desde el graderío sigue existiendo, recordemos que a don Antonio Bienvenida lo mató una vaquilla inmunda. Pero sigue siendo terrible de cara al aficionado que, muchísimos toros pueden tener peligro, lógico –yo diría que todos- pero nadie es consciente de ello si del gradería mentamos. Algo muy distinto es cuando se lidian toros de Victorino Martín, José Escolar, Cebada Gago y otras muchas ganaderías que sí se palpa el peligro, pero desde muy lejos.

Yo quiero que Roca Rey y Morante regresen cuanto antes a los ruedos; Roca, apenas ha perdido un par de festejos tras las tres dramáticas volteretas mientras que, Morante, con un par de ellas en Algeciras y Villa Franca de Xira, hace más de un mes que sigue convaleciente. Roca, como todo el mundo sabe, es el contrapunto de Morante pero, ambos hacen falta en el toreo; es como en aquellos años setenta en que, El Cordobés era el antónimo de Curro Romero, pero ambos eran singulares. Por cierto, halando de Morante y de las volteretas que ha sufrido, este hombre debería de pensar en la retirada porque, rico, famoso, legendario, toda una institución en el toreo, debería de plantearse muy seriamente su futuro puesto que, los años no perdonan y él debería de saber cuándo tiene que ponerle punto final a su gloriosa carrera.

Como decía, ver a un torero herido es algo que no puedo soportar; es más, aun sabiendo del riesgo que todos acometen, me horroriza la sangre y, sin duda, esas cogidas llenas de dramatismo al más alto nivel; pero me horrorizan todas, las de los diestros grandes y los humildes puesto que, la cartera de unos no tiene nada que ver con la sangre que todos puedan derramar.

Recuerdo aquella frase antológica de César Girón cuando en el patio de cuadrillas de la plaza de toros de Madrid –o de cualquier coliseo- se le acerca Antonio Ordóñez al venezolano, le da la mano y le dice, “maestro, que Dios reparta suerte”. Una frase muy típica entre los toreros. Es cierto que, el diestro de Caracas era un hombre muy aguerrido, un valiente a carta cabal y sufrió muchas cornadas. Por dicha razón, tras aquel saludo protocolario de Antonio Ordóñez hacia su persona, César Girón le dijo: “Sí señor, que Dios reparta suerte…y cornadas, hijo de puta” Imagino que lo diría en tono cariñoso pero, su verdad no la cuestionaba nadie. Pues lo dicho es lo mismo, porque las cornadas deben de ser repartidas, como los triunfos. Que caigan heridos siempre los humildes del escalafón me llena de una tristeza infinita. Y, cuidado, no me alegro de la sangre de nadie, pero sí creo que es de justicia que todos cobren con la misma moneda.

Si nos fijamos en la dura realidad del toreo, en los últimos diez años, -apenas nada-, tres diestros entregaron su alma a Dios para salvaguardar la dignidad de las figuras. Hablo de El Pana, Víctor Barrio e Iván Fandiño que, de los tres, el vizcaíno fue el único que tuvo tiempo de saborear la gloria por un rato pese a que, las figuras siempre le ningunearon. No saben, las figuras actuales, los mismos de hace cinco lustros, el gran bien que les reportaron las muertes antes citadas porque, gracias a que ellos se inmolaron ante el toro- sin pretenderlo, claro-  le dieron fuste a una profesión que, por momentos, hasta creíamos que todo era pura broma.