Anoche, ya muy tarde, casi diríamos a un hora indecente, recibo la llamada de un amigo de Córdoba, gran aficionado y que hace sus pinitos como crítico por las redes sociales puesto que, ese medio es el que permite a muchos chavales actuales poder mostrar su verdad y, libres como el viento, contar todo aquello que han visto. Era la primera corrida de la feria de Córdoba en la que, Morante y Aguado se medían frente a barrabases de Juan Pedro, arropados por Diego Ventura a caballo.

El muchacho me contaba las incidencias del festejo muy enojado y, mediante le escuchaba, tenía que tranquilizarlo; el pobre no daba crédito a la estafa a la que había sido sometido, él y todos los aficionados que acudieron al coso de los califas, pocos por cierto. Como quiera que el diablo sabe más por viejo que por diablo, es ahí donde tuve que consolar al amigo tras la decepción de todo aquello que había visto que, según él, -nada nuevo para mí- lo presenciado en Córdoba parecía de todo menos una corrida de toros.

Claro que, como le dije, la culpa es tuya, ¿a quién se le ocurre pagar una entrada por ver los burros de Juan Pedro? La cuestión no es nueva, todo lo contrario. Si en plazas de relumbrón, Juan Pedro lidia burros con cuernos, en provincias ya nos lo podemos imaginar. Por dicha razón, según este hombre al que quiero y admiro, los toritos de Juan Pedro dieron la talla de todo lo que no debe de tener un toro bravo pero que, en dicha ganadería es causa común. Sin fuerzas, sin apenas pitones, rodando por los suelos; por supuesto, sin el menor atisbo de casta. Por cierto, ¿cómo hablar de casta sobre unos bichejos que no se tenían en pie? Por mucho menos, hace unos años, detenían a la gente para que diera explicaciones y, Juan Pedro sigue en libertad y, lo que es peor, volviendo siempre a las andadas.

El muchacho que aludo, Juan Quintanilla, se mostraba muy enojado pero, barrunto que son cuestiones de la edad, el hombre no está todavía curtido para soportar las vilezas de un ganadero que quiere burlarse de todo el mundo, de ahí sus exclamaciones que me parecían gritos de protesta por todo lo alto. Y tenía razón. Él pagó por ver una corrida de toros y contempló una estafa en toda regla, razones por las que entiendo su disgusto. En mi caso todo es muy distinto. Yo estoy curtido en mil batallas en la vida, conozco de sobra todo el entramado que se lleva a cabo para que la estafa tenga apariencia de verdad pero, en mi caso, insisto, todo eso no cuela.

Tras todo lo que pude percibir, caso de Morante, como tantas veces dije, este hombre es capaz de lo mejor y lo peor, esa doble personalidad que le acompaña que, cuando hace las cosas con verdad conquista a todo el mundo y si es al revés, como ayer sucediera en Córdoba, es el escarnio general de un tipo que se burla de la afición y, para colmo, pone cara de circunstancias. Y ese pobre hombre llamado Pablo Aguado le deseamos que sea tan incauto y que siga por la vía que ha elegido, la de matar todos los toros de Juan Pedro que, al final del año, en el pecado llevará su penitencia.

Lo que haga Morante nada tiene trascendencia para mal, claro está; pero el caso de Pablo Aguado se puede tornar muy complicado porque si espera triunfar con el burro adormilado para mostrar ese toreo bonito que lleva en su alma, esos animalitos colaboran muy de vez en cuando y, quiera Dios que en Madrid les ayuden los toros de Juan Pedro, cosa que dudo muchísimo, por ello, cuidado que, de Madrid, Pablo Aguado y algunos más pueden salir muy tocados.

Por cierto, no sé si alguna vez lo he contado pero, el problema de Juan Pedro podría arreglarlo en cinco minutos mandado sus toros al matadero, eliminado su ganadería y dedicándose a lo que en verdad le aporta gloria y dinero, la crianza del cerdo ibérico que, dicho sea de paso, le salen unos jamones buenísimos. Un día, por mi curiosidad, pagué una fortuna por un jamón ibérico de Juan Pedro y nunca me arrepentí cuando, por el contrario, al pensar en sus toros me entran nauseas tremebundas.

Eso sí, respecto a Córdoba, hubo un dato revelador. Tomemos nota. Feria de Córdoba vestida de gala, cartel por todo lo alto, tronío en sus calles y esa misma plaza que tantas veces ha llenado por completo Juan Serrano, en la ocasión citada, con un cartel inmejorable, se habló de casi cuatro mil personas en los tendidos. O sea, media plaza escasa. Queda claro que, estos personajes van echando a la gente de las plazas y, para colmo, ante la invalidez absoluta de unos animales que todos sabemos de antemano que van a fracasar, sus protagonistas ponen cara de mártires. Tengo claro que, si les pagaran por la gente que llevan a la plaza, más de uno cambiaría de actitud.

En la imagen vemos a Morante y Aguado, los dos «héroes» que ayer se burlaron de los aficionados de Córdoba, eso sí, de los pocos que acudieron. Menos mal que, muchos aficionados, van tomando nota y ante la realidad de lo que existe en el toreo prefieren quedarse en casa que, con el aire acondicionado se pasa mucho mejor que en la plaza porque en el peor de los casos, allí no te enfadas.