Lo confieso, leo las declaraciones de todos los toreros, de forma muy concreta en los humildes y, me emociono hasta la locura. Denotan lo que digo en el titular, que son soñadores de gloria y, ciertamente, no existe un valor más bello que el que ellos atesoran con sus afirmaciones que, llenas de ilusión, nos contagian a todos. Esa es la palabra ¡ILUSIÓN! Efectivamente porque con todo lo que estamos penando y que esos chicos todavía vean una luz al final del túnel, eso es algo memorable.

Tienen titulares, dichos diestros, para dar y tomar. Y lo que es mejor, lo dicen convencidos. Anotemos algunas de las frases más emotivas que, todas ellas, sin distinción, subyugan a cualquiera. “El torero ha curado al hombre” “Ahora estoy mucho más maduro y podré dar mucho más de mi” “Al final, tiene que cambiar el signo de nuestra vida para dar lo mejor de cada cual” “Los años me han curtido como torero” “Vuelvo porque me lo ha pedido mi espíritu” “No concibo mi vida sin el toro” “Pese a todo, todavía me queda mucho por decir” “Los años han cambiado mi tauromaquia, pero a mejor” “Me debo a los aficionados, ellos son los que tienen la última palabra”

Frases de una reflexión singular, siempre admirables a favor de los diestros cuya autoría permanece viva en sus corazones. Es decir, el torero, por regla natural es un ser tan especial y emblemático que, como tal, por solo eso, ya merece todo el respeto del mundo. Es cierto que, si esas frases las dijeran las figuras del toreo podría sonar a grandilocuencia pero, que las afirmen los que no tiene ni un pedacito de pan, el mérito es grandioso. Todo es producto de la ilusión que, al final, se transforma en magia, un valor al que se aferran cientos de muchachos con la idea de que un día cambie el curso de sus vidas.

Tantos hombres repletos de ilusiones me recuerdan a Paul Neumann en su película VEREDICTO FINAL en que, el actor, encarnando el personaje de un abogado fracasado, solo se le ocurrió, como única salida, ir de tanatorio en tanatorio ofreciendo su tarjeta de visita, con la finalidad de encontrar algún cliente, en su caso, familiares de los fallecidos, que alguno hubiera muerto por causas extrañas antinaturales y poder entablar un pleito contra los culpables que, dicho sea de paso, aunque fuera en la ficción, Paúl Neumann encontró un cliente que, en honor a la verdad le llevó al estrellato y, lo que es mejor, los familiares de la fallecida lograron una indemnización importante por la negligencia de un médico borracho que, por la misma, se le murió la paciente.

¿Qué demuestra lo que he contado? Que Paúl Neumann era un gran “abogado” pero nadie le hacía el puñetero caso, de ahí a emprender la tarea que he dicho con anterioridad. Y esa misma es la desgracia que atenaza a decenas de toreros que, todos, de “tanatorio en tanatorio”, de empresa en empresa, ofreciendo sus servicios y nadie les toma en cuenta. Es cierto que, si se me apura, sobran abogados porque los hay por miles y, muchos de ellos han tenido que derivar sus carreras por otros derroteros porque como letrados se morían de hambre.

De forma lamentable, en los toros ocurre lo mismo. Sobran toreros y faltan espectáculos y, en los tiempos que corremos, el problema se ha agudizado todavía mucho más; y lo digo con todo mi dolor en el corazón, con la misma pena que puedan sentir los chavales que de forma genérica he aludido. Como sabemos, el cupo de toreros para montar las ferias de España es muy reducido; y si lo era antes de la pandemia, imaginemos en el presente en que vivimos que, todo se ha distorsionado de tan mala manera que, decenas de chicos verán cómo se queman sus ilusiones porque nadie les hará caso. Y, entre todos, aunque cribemos, quedarán muchos toreros humildes con enormes posibilidades para el triunfo pero, para desdicha de todos, suerte que tengas que el saber poco te vale.

Soñadores de gloria, ánimo para todos porque por muy negra que sea la realidad, como sabemos, puede más el corazón que la razón, por ello, que no decaiga el ánimo de nadie porque mientras el corazón nos dice lo que antes he explicado pero, ya lo decía Oscar Wilde, “procura que tu corazón no aplaste tu razón porque sería tanto como abrir las puertas de la locura” Dejémonos de filosofías porque, como es natural y lógico, las puertas del toreo, es decir, de la locura, seguirán siempre abiertas.