Una vez más, ante muchachos que quieren ser toreros e incluso llegan a doctorarse, desde ese instante, si todo lo sufrido hasta ese momento ha sido terrible, a partir de recibir el entorchado de matador de toros, la cruz puede ser tan pesada como una losa de mármol. Es justamente en ese momento de la alternativa cuando, tras llegar al hotel comprendes que lo que te han pagado no te ha servido ni para sufragar los gastos, la decepción no puede ser mayor. Y muchos de los que han sufrido semejante revés, hasta han sido bendecidos por algunas figuras del toreo.

Ciertamente, me descubro ante todos aquellos chavales que quieren ser toreros porque, pese a sus ilusiones, lo que no saben es lo que les espera a nivel crematístico puesto que, si de novilleros, sus padres o mentores han tenido que “invertir” ingentes sumas de dinero, lo que viene más tarde es un calvario sin precedentes; vamos que, el Calvario de Jesús era un broma comparado con lo que les espera a la mayoría de los chicos que empiezan. Y pensar que Pepe Luís Vázquez Silva, de novillero, se compró una finca en Sevilla.

El cambio que hemos sufrido al respecto es bárbaro, cruel, mezquino, increíble, radical, incluso criminal diría yo. Pero es una realidad que aplasta. Los taurinos dicen que no pueden dar novilladas porque la gente no acude a ver a los novilleros y, es posible que tengan sus razones. Siendo así, ¿qué ha motivado semejante cambio tan brusco y radical en torno a los novilleros? Nadie lo sabe, pero lo que sí todos sabemos es de la desdicha enorme que reina en toda aquella casa que un hijo quiere ser torero porque, una de dos, o el padre es rico de cuna o se ha buscado la ruina de por vida. Y sí, muchos padres han quedado arruinados o endeudados para siempre con el consiguiente agravio de que el chico no ha logrado lo que soñaba. O sea que, te pasas años jugándote la vida, no cobrando un céntimo y, a la hora de la verdad, la hecatombe no puede ser mayor puesto que, sin pretenderlo, arruinaste hasta tus padres.

Y, analizando hechos por esas plazas de Dios, comprendes que, lo de los siete mil euros por una actuación es el pan nuestro de cada día, algo que se ha tornado más latente desde que empezó la pandemia. ¡Qué digo siete mil euros! Y los ha habido que han toreado por menos. De verdad, ¿merece la pena ese esfuerzo habiendo profesiones tan esperanzadoras como electricista, bombero, fontanero, albañil, frigorista…..? Profesiones que, dado el momento en que vivimos en que, todo el que no quiere ser torero pretende tener una licenciatura, algo que me parece bellísimo, pero la realidad es que no hay profesionales como debieran para trabajar en tantos oficios y, mientras todo eso sucede, muchos chavales se juegan la vida a cambio de nada.

Y cuando uno piensa que, por ejemplo El Guerra, a finales de los años 1800 tenía una fortuna de tres millones de pesetas con la que podía comprar media Córdoba; o el mismo Manolete que, cuando murió en 1947 se le calculó una fortuna de treinta millones de pesetas; o cuando Paco Camino allá por los años sesenta firmó una exclusiva con Chopera a millón de pesetas por corrida, un año en el que se embolsó ochenta y cinco millones de pesetas ¡de aquellos años! Y no hablo de Manuel Benítez El Cordobés porque entonces ya rompo en llanto si lo comparamos todo aquello con la actualidad en que vivimos. La pregunta es inevitable, ¿dónde está el dinero? Nadie lo sabe, pero lo que sí todos sabemos es la vida mísera de la inmensa mayoría de los toreros que, pese a jugarse la vida no tienen ni para comer.