Ante todo, como quiera que no quepa otra opción, hay que felicitar a todos los toreros que han participado en el llamado Desafío Ganadero en Las Ventas puesto que, todos, sin distinción, merecen el máximo respeto, sencillamente porque se han jugado la vida a la antigua usanza, algo en desuso en los tiempos actuales puesto que, como sabemos, la figuras actuales lidian el burro fofo sin peligro alguno, sin alma, sin nada que se le parezca a un toro bravo, de ahí el aburrimiento que suele reinar en las corridas de los famosos, sin ir más lejos, con los de Núñez del Cuvillo del pasado lunes en Logroño que, como rezan las crónicas, el aburrimiento fue la tónica dominante de un festejo nefasto.
Dicen los toreros que huyen de las corridas llamadas auténticas porque sostienen que tienen pocas posibilidades de embestir pero, ¿nos garantiza alguien que los animalitos de Juan Pedro embestirán? Y, aunque lo hagan, siempre será un sucedáneo del toreo lo que dichos “toros” permitirán al torero en cuestión. Eso sí, mientras los toritos de las figuras no tienen peligro alguno, por ejemplo la corrida del domingo pasado en Madrid con los toros de Saltillo, tres valientes a carta cabal se jugaron lo único que tenían, su VIDA. ¡Casi nada he dicho yo, jugarse la vida, con lo bonita que es para los que tienen dinero y privilegios!
Nadie sabe la falta que hacen estas ganaderías para que la fiesta tenga el prestigio que siempre le adornó. Esas divisas llamadas duras son las que, desde siempre, le siguen dando credibilidad a una fiesta maltrecha y devaluada por las nulas condiciones de los toros a modo para que las figuras triunfen por lo “grande”. Lo que pasó en Madrid en dicho desafío ganadero, no era otra cosa que rendirle culto a su majestad el toro, pero con todas las de la ley, que se lo pregunten a Sergio Serrano que, siendo capaz de dejarse matar emocionó como pocos toreros han logrado este año en Madrid. Un torero que, de haber acertado con la espada hubiera cortado la oreja más legítima de toda la temporada en Las Ventas.
Los toros de Saltillo, como se sabe, no son plato preferido para casi nadie pero, siete muletazos ante un toro de esta estirpe pueden valer más que dos docenas de corridas fofas. Recordemos que, por ejemplo, un toro de Saltillo lidiado por Octavio Chacón en Las Ventas, le puso a circular al muchacho en el llamado circuito duro de las ferias; pero ya no se quedó en su casa, como había estado años atrás. Por ello, pese a tantos intereses creados en el mundo del toro, el Saltillo que lidió Sergio Serrano el pasado domingo, eso le ocurre en las feria de San Isidro y, había toreado el chico veinte corridas de toros. Sin duda que no todo está perdido para el diestro de Albacete puesto que, si le aguanta el corazón como le pasó en Madrid, ya tenemos un nuevo candidato para que nos muestre la verdad de la fiesta de los toros.
Dicho lo contado, ¿qué preferimos la épica o la estética? Recordemos que la épica siempre es apasionante mientras que, la estética, si la lleva a cabo Ginés Marín o Cayetano, por citar a unos famosos de las ferias, apaga y vámonos puesto que, necesitamos un camión de pipas para soportar el sopor que estos individuos llevan a cabo en sus actuaciones que, aun cortando orejas, no dejan el más mínimo resquicio de arte ni nada que le parezca. Por ello, la épica ha aparecido en los festejos comentados en Madrid en que, por ejemplo, dos toreros salieron gravemente heridos, Arturo Macías y Javier Cortés, escapándose los demás porque han tenido más suerte.
Todavía, a estas alturas, los aficionados de Madrid, cuentan y no acaban de todo lo que sucedió en el ruedo venteño cuando Sergio Serrano se jugaba la vida frente al Saltillo. Eso es la épica, cuando la gente comprueba que un torero se está jugando la vida de verdad, nada de postureo y amaneramiento que, para eso ya tenemos a las figuras de turno que, todos buscan la estética, pero muy pocos la consiguen. Con el toro de verdad, la épica siempre está garantizada porque el toro así lo demanda.
Al margen de los encastes minoritarios que se han lidiado este mes en Madrid, lo que triunfa no es otra cosa que las corridas llamadas duras de los encastes consabidos que, gracias a dichas corridas la fiesta sigue teniendo credibilidad, razón por la que Victorino, Adolfo, Miura, La Quinta, Ana Romero y otras ganaderías de estos encastes, son las que salvan a la fiesta de la hecatombe que está sumida puesto que, esperar que salga un burro de Juan Pedro o ganaderías afines para que un torero se ponga bonito, eso ya no le satisface a nadie. Es cierto que, con dichos animalitos, llegar a la plástica suele ser sencillo, la prueba no es otra que algunos indocumentados lo han logrado.
Prefiero el toro de verdad, con sus inconvenientes, con sus matices, con toda su problemática porque, pese a todo, ante la lidia de dichos toros no se aburre nadie y, lo que es mejor, todo aficionado contempla con agrado, en ocasiones hasta con estupor, como un hombre se juega lo único que tiene, su VIDA. No pretende nadie que los toreros caigan heridos, no creo que exista alguien tan necio que pueda desear que un torero resulte corneado, pero la única verdad es que los únicos toros que hieren a los toreros son los que tienen casta puesto que, las figuras, como se he demostrado, todas están amparadas por el manto divino porque, como es notorio, nadie resulta herido. ¿O será que nadie se atreve a enfrentarse a un toro de verdad? Me inclino por lo último. Evita la ocasión y evitarás el peligro, es la máxima que llevan a cabo los que lidian el toro chico y piden el billete grande, es decir, los que practican la falsedad de la fiesta.
Pla Ventura
En la foto vemos a Sergio Serrano, digamos que el gran «triunfador» del ciclo que, de haber acertado con la espada su triunfo hubiera sido de clamor.