Tras contemplar la faena de Morante de la Puebla en Murcia cualquiera puede sacar muchas conclusiones, salvo el taurinismo que, lógicamente, para todos ha sido la faena de la temporada, justamente en un año en el que, el de La Puebla, ha tenido su ciclo más horrible. Como digo, el análisis de cualquier cosa tiene que ser en frio que es cuando se alcanza la imparcialidad. Bien es cierto que, nadar contra corriente como es mi caso, lo tengo crudo. El taurinismo promueve el fraude mientras que, los medios de comunicación, TODOS, sin distinción, aplauden esa “grandeza”. Siendo así, ¿qué será de nosotros, pobres diablos defensores de lo que entendemos como nuestra verdad?

Veamos: todos, sin distinción, somos morantistas porque no puede ser de otra manera. Su arte inmaculado nos obliga a serlo, faltaría más. Es decir, Morante le rinde culto a la plástica como nadie lo haría en el mundo, por ello, al mismo tiempo, si proclamamos que la grandeza de un torero tiene que venir por la épica que produce ver un toro auténtico, si hablamos de Morante tendremos que hablar un embaucador de masas y, seguro que acertamos.

Lo que digo no es otra cosa que atentar contra el mismo sistema en el que todo vale y, por encima de todo, cualquiera quiere matar el burro adormilado, que se lo digan a Paco Ureña que empezó por la épica y, cuando comprobó que la plástica le traía mejores beneficios, a la mierda la épica y todo lo que eso comporta. Siendo así, ¿qué pasa entonces? Que todo es mentira. Lo que deseamos los aficionados que pagamos no lo desea ni Dios si acudiera a una plaza de toros, razón por la que nos tenemos que tragar todo lo que nos endosan.

Desde hace muchos años que las figuras vienen mostrando su quehacer frente a los animalitos moribundos, sin alma, sin fuerzas, sin peligro ni nada que se le parezca a un toro bravo y, hasta nos lo hemos creído. ¡Qué bárbaros somos! Sin duda que, Morante, por supuesto, es el adalid de todo lo que digo; es decir, el maestro por antonomasia en la lidia del medio toro en el que, es tanta su gracia que, obnubila con su quehacer logrando que todo el mundo se olvide del toro que está lidiando. Claro que, para su desdicha, existe la televisión en la que tras el festejo lo puedes ver en diferido y hacer el análisis concluyente que, es lo que me ha sucedido a mí tras ver a Morante en Murcia.

La foto que mostramos de Murcia es el puro referente de la gran estafa que supone que un matador de su categoría se anuncie con dichos animalitos; no es que el toro sea “infantil” que lo es en grado sumo, es que es más pequeño que los novillos que se lidiaron en Villaseca de la Sagra que, como el mundo sabe, eran novillos. Cierto es que Morante no le puso una pistola en el pecho a nadie para que acudiera a Murcia porque los aficionados acudieron libremente, pero, eso sí, con la ilusión de que se encontrarían un toro y, lo que apareció por chiqueros era cualquier cosa menos un toro.

Esta es la gran desagracia que supone hacer un análisis en frío porque, antaño, cuando no había TV las faenas, mejores o peores, quedaban en las retinas de los aficionados y no cabían más objeciones. Ahora, por el contrario, cometemos el error del análisis, de ahí la desdicha en la que nos sumimos. ¿Es Morante un gran artista? ¡Por supuesto! Pero causa mucha decepción verlo dos veces; en la plaza y luego por la TV. En la plaza se vive el momento de la euforia, la que eclipsa la razón y, sin duda, la imparcialidad de lo que es una realidad inexplicable, que Morante es un gran torero, pero un malabarista que nos hace ver lo que nadie puede creer, que está lidiando un toro cuando la realidad es muy otra.

Pese a todo, en una temporada nefasta como la que Morante ha llevado a cabo, que deje huella en la plaza de toros de Murcia ya es todo un logro. Y, no nos engañemos, la huella la dejó, como dejó a su vez el mal sabor de boca de comprobar que, como le sucede a él y a otros compañeros, al parecer, el arte solo es posible frente al medio toro. Y esta es la gran mentira de la fiesta, la que nos hacen creer, como si todos fuésemos retrasados mentales que, en muchas ocasiones así lo parecemos. Con la de faenas épicas que ha llevado a cabo Paco Ureña como antes comentaba y, ahora, cuando la vida le ha abocado a la comodidad seguro que ya no se acuerda del toro encastado con el que se enfrentaba y, por supuesto, con el que tantas veces triunfó. Por dicha razón, por muy plásticas que sean las faenas de los susodichos, siempre serán faenas de plástico, es decir, de las que nunca perdurarán en la mente de ningún aficionado si de un toro bravo hablamos.

Lo dicho lo podríamos equiparar, por ejemplo, cuando el trapecista hace el triple salto mortal con red; es decir, es un ejercicio bellísimo, pero a sabiendas de que no existe riesgo alguno. Esa verdad aludida, en el único sitio que la podemos ver es en El Circo del Sol puesto que, los demás no quieren riesgo alguno. Y eso mismo le sucede a Morante que, para sus obras bellas se trae el torito indefenso. Belleza, como digo, la tiene toda, pero lo que se llama verdad y autenticidad, brillan por su ausencia. Si hablamos de que un toro es un animal peligroso, que su lidia es toda una épica, ¿cuántas cornadas se ha llevado Morante en esta temporada y otras muchas precedentes?

Pla Ventura