Corría el año 1980 y algunos chavales de la época que nos habíamos iniciado en la bonita y difícil aventura del toro, nos reuníamos algunas tardes en un viejo frontón cubierto en una de las calles colindantes a la famosa calle madrileña Alcalde Sáinz de Baranda, entre los chavales que recuerdo para ir a echar unas partidas de frontón estaban Ángel Luis Prados, Benjamín «El Linterna» que siempre iba acompañado de su novia y que años después sería su mujer, Jesús Delgado, y algunos más que ahora no recuerdo sus nombres y un servidor.

Y… Precisamente hoy quiero escribir de Jesús Delgado que es a bote pronto el único compañero y torero de nuestra generación que sigue en activo.

Jesús Delgado, en mi humilde opinión merece un relato completo dedicado a él por muchas cosas entre ellas porque siempre fue un tío serio y formal dentro y fuera de la plaza, además de honrado, un torero puro en sus formas, de esos que nunca se traiciona en su forma de pensar y concebir la profesión de torero.

Después de aquellas partidas de frontón, algunos años más tarde coincidí con Jesús en algunos pueblos donde yo mataba algunas novilladas y el actuaba de sobresaliente.

Siempre salía hacer quites y como a veces eran días claves en el calendario taurino y faltaba gente (cuadrillas), Jesús, banderilleaba los novillos, a los que por cierto los cuajaba con brillantez en ese segundo tercio y nos dejaba al público caliente a la hora de coger la muleta.

Fue durante siete años alumno de aquella Escuela nacional de tauromaquia de Madrid, en la época que Jesús Delgado estaba en la Escuela algunos ya no estábamos, pero me cuentan que tenía muy buen concepto del toreo y que algunos maestros que impartían las clases por aquellos años estaban entregados con él, entre ellos el gran D. José de la Cal, importante torero en su época.

Jesús, ante los desengaños, la falta de esa oportunidad en un sitio clave y alguna traición, decidió cambiar los papeles y hacerse banderillero profesión que lleva desarrollando desde 1987.

Jesús Delgado, siempre ha sido un torero fácil, templado y eficaz con el capote y brillante y puro con las banderillas.

Jesús, es uno de los banderilleros que más se han preparado y se sigue preparando para ponerse delante del toro y razón no le falta, porque sabemos los que nos hemos puesto delante que el toro muchas veces hasta te huele si la noche anterior has estado de juerga.

Como no hablar de este torero que no sabe vivir sin torear que en ocasiones lo puedes ver incluso en una capea de forma altruista porque necesita sentirse torero y ver la cara al toro, como no me voy acordar de ti Jesús que eres incansable y a tu edad que es la mía, sigues toreando, te sigues poniendo delante de pedazos de toros que asustarían al más pintado, necesito escribir de ti, porque confieso que te envidio, si has leído bien, te envidió porque tú todavía tienes el valor suficiente para estar digno delante de un toro, tienes el coraje y la afición para salir todos los días a correr aunque llueva, nieve, haga calor o frío.

Eso a mí ya me falta torero, nunca fui un tío enamorado de tener que salir a hacer ejercicio, lo hacía por responsabilidad, preferiría quedarme toreando de salón, ahora que mi valor ya se gastó y decidí hace cinco años dejar de torear te admiro más todavía porque hay que ser muy torero y casi un loco de afición para seguir haciendo lo que tú haces, torear.

Jesús, siempre te voy a recordar como un torero con una afición desbordante, un torero que banderillea con una pureza casi inexistente con un templado capote y con el poso que te dieron los años.

No quiero acabar este relato sin recordar aquellos dos días de Madrid, el día que fuiste a parar un toro de Bohórquez a casi la puerta de chiqueros y el toro se te vino encima y te pegó un volteretón del que te rehiciste pronto y fuiste en busca otra vez del animal para pararlo y fijarlo, no hubo ni un enganchón, Madrid te lo reconoció, la otra actuación fue en aquella novillada picada nocturna, un novillo en el primer par de banderillas te atravesó el muslo y tú con orgullo y raza torera todavía tuviste la torería y la hombría de ponerle a ese novillo con cuajo de toro un segundo y excelente par, antes de ingresar en la enfermería el entendido y exigente público de Las Ventas te obligó a saludar montera en mano, tu sangre corría por tu muslo y mientras se teñía tú taleguilla del color rojo de tu sangre.

Esa noche brillaste tanto como cualquier estrella o lucero del cielo que por cierto fueron testigos de tu heroicidad.

Torero, te deseo que sigas siendo feliz ejerciendo lo que te gusta, no soy yo quien te debe de dar consejos, pero si algún chaval te da una voz a destiempo échale de tu cuadrilla porque tú para todo el que empieza eres un espejo de afición y orgullo torero donde deben fijarse.

Julián Maestro, torero.