El día que te llega tu retirada del toreo y decides colgar el vestido de torear, algo de ti también se evapora, algo de ti muere. No más viajes, no más preocupaciones, no más miedos, no más alegrías compartidas, etc.

Una vida llena de intensidad se acaba para dar paso a una vida más tranquila.

He tenido la sensación de vivir muy deprisa para vivir ahora muy despacio.

Recuerdo las diferentes y constantes preocupaciones que tenía en mi etapa de novillero, entrenar todos los días, ir a los toros de Madrid todos los días de festejo, siempre tratando de cuidarte con las comidas, llamadas de teléfono a ganaderos y  ayuntamientos para conseguir tentaderos en invierno y festejos en verano, aquello era un no parar, después cuando me hice banderillero me relajé un poco, pocas son las veces que llamé para pedir toros, cuando llegaron mis últimos años en la profesión y necesité hacer boletines de cotización llamé algunos amigos para pedirles torear y muy pocos fueron los que se acordaron , entiendo que ya era un banderillero mayor y con no muchas facultades pero creo que en ciertos momentos hay que tener un mínimo de sensibilidad y acordarse del torero veterano que estuvo toda su vida dedicado al toro.

Al poco tiempo de hacerme banderillero me puse más gordito, no entrenaba con la misma intensidad de cuando quería ser torero, comía sin pensar en los kilos que podía coger demás. De novillero nunca fui bebedor ni trasnochador aunque eso no quiera decir que nunca me pegué una noche de juerga ni de borrachera, los días de nochevieja los celebraba sin privarme de nada, siempre pensaba cuando llegaban los fines de año en los esfuerzos y privaciones a los que me había sometido el resto del año, sobre todo en temporada, por mi cabeza siempre me rondaban frases como «este año llegué hasta aquí», el que viene es una incertidumbre en todo.

Era como un escape de liberación y adrenalina contenida.

Con el tiempo la vida te va cambiando, lo que antes te divertía ahora te da igual, los que ayer creíste que eran amigos hoy se convirtieron en compañeros del pasado, aunque el amigo de verdad ese siempre estuvo y está.

A veces vista desde fuera es difícil entender nuestra profesión, que siempre está llena de inseguridades, nunca sabes los festejos que puedes torear aunque lo intuyas, un percance puede ocurrir en cualquier momento aunque no se piense, pero están ahí, a veces vas en la cuadrilla de un torero pensando que vas a torear mucho y no es así, también puede pasar lo contrario.

En el toreo nada es previsible, siempre vives en una constante incertidumbre en todo, tan sólo el amor por tu profesión y todo lo que se vive en ella hace que aguantes el largo camino de la profesión de torero.

Porque en el toreo todo es bonito a pesar de lo mal que uno lo pasa hasta que sale el toro.

Cuando no toreas tienes la preocupación de querer torear para sentirte vivo y vivir en todos los aspectos y cuando te llaman para torear una alegría inmensa recorre todo tu cuerpo, esa alegría que pronto también irá cargada de preocupaciones y miedos.

Cuando vas a torear no eres el mismo con la familia que convive contigo, estás más tenso y sensible a todo, en ese aspecto tuve suerte con mi esposa porque tenía psicología conmigo y me dejaba a mi aire, sabía cómo tratarme y me dejaba mi espacio.
Un día ya retirado de los toros me dijo una cosa preciosa y que yo no sabía, me dijo: «siempre que toreabas y llegabas a casa, al lavar tu ropa de torero, (taleguilla, medias, camisas, leotardos, etc.) jamás la tendí con pinzas amarillas». (Qué bonito detalle lleno de sensibilidad por parte de ella).

Ahora me adapto a la nueva y distinta vida, saboreo todas las ciudades y pueblos que visito, porque ahora es cuando estoy empezando a conocer algo nuestra preciosa España, antes la conocía entera pero solo de paso, del hotel a la plaza y de la plaza al hotel y vuelta para casa, no había tiempo de más, aquello tampoco era ir de paseo ni de vacaciones.

Se me vienen recuerdos a la memoria que escribo desordenadamente, no escribo un texto en orden, de un comentario o escrito me voy a otro completamente distinto, es el impulso del corazón que a veces no consulta con la mente.

Los últimos años como ya escribí en diferentes textos y relatos fueron cortitos en cuanto a número de actuaciones pero muy saboreados e intensos porque sabía que se acercaba el final de mi carrera profesional.

A veces iba caminando solo y me ponía a mirar a las alambradas de la luz, en ellas en muchas ocasiones se posaban aves, yo las contaba mentalmente a veces podía haber 15, 20, a veces más, a veces menos y yo me decía a mí mismo hay 20, 15 o las que hubiera, ojalá torease este año ese número de festejos, otras veces aparecían por el cielo del campo por donde iba andando una bandada de pájaros o aves volando y otra vez las contaba y nuevamente instintivamente me decía a mí mismo «Ojalá torease este año ese número de festejos».

Ahora cuando viajo y voy por la carretera y leo letreros de pueblos o ciudades donde toreé la digo a mi mujer, «Allí toreé yo».

Julián Maestro, torero