Me enfada un poco cuando algunos aficionados y periodistas por ensalzar la figura del toro, hacen de menos al torero.

Dicen que el protagonista y el rey de la fiesta es el toro y no estoy de acuerdo.

Los protagonistas de la fiesta son el toro y el torero.

El toro bravo nace con el propósito final de ser lidiado en la plaza y si no hubiera toreros para ponerse delante de ellos y lucirlos, la bravura de dicha casta quedaría en la imaginación de quien los cría y de quien tuviera la oportunidad de poder verlos en las dehesas.

Es cierto que al aficionado torista le gusta ver el toro bravo y el toro que da complicaciones durante la lidia, para ver el desarrollo de la misma y ver la capacidad del lidiador, ellos le denominan el toro que da espectáculo.

El maestro Esplá era un torero poderoso y con inteligencia para dominar las dificultades que le planteara cualquier toro.

Claro que ver un toro bravo arrancarse de lejos y empujando fijo en el caballo humillando es precioso, y es lo que buscan imagino todos los ganaderos, pero para que un toro sea completo sabemos todos que debe de reunir más cosas, recorrido en la embestidas, repetición de las mismas, humillación, cierta prontitud en el cite y más matices.

Hay toreros que lucen más con el toro que plantea dificultades, como quedarse corto, buscar, esperar, pegajoso, etc., son toreros de los llamados poderosos que suelen lucir más con ese tipo de toros, con las ganaderías no fáciles pero si interesantes para muchos aficionados.

Existe otro tipo de torero, que por su forma de concebir el toreo necesitan otro tipo de toro, un toro más noble que el que acabamos de definir, un toro que tenga más temple y recorrido en sus embestidas y permita hacer un toreo más lento, asentado y acompasado.

La belleza del toreo de Rafael de Paula, necesitaba de un toro para ese toreo y no cualquier toro servía para que el maestro de Jerez desempolvara el tarro de las esencias.

A ningún torero le gusta que se le caiga el toro, todos quieren un animal que les permita realizar su faena soñada, esa que casi nunca se llega a cumplir, pues los toreros suelen ser personas muy perfeccionistas y siempre piensan que pueden superar una faena por muy buena que haya sido la que han realizado.
No debemos ni aficionados ni toreros pretender que todo tenga que ser bajo un mismo patrón.

Es importante que salga el toro fiero que crea emoción en los tendidos para que el aficionado torista se emocione y para ese tipo de toros son importantes los toreros dominadores y poderosos, pero también son importantes los toreros artistas que nos emocionan con su arte, su temple, su plasticidad, etc., pero ese tipo de toreros y esa forma de interpretar no se puede hacer frente al toro que se queda debajo, el toro brusco, el toro que embiste con la cara arriba, etc., esos toreros necesitan el toro que les deje desarrollar su tauromaquia, por lo tanto en la variedad de encastes y de toreros está el buen gusto y cada torero necesita desarrollar lo que lleva dentro con la materia prima que a él le va. (El toro.)

No soy partidario del mono-encaste, pero sí de la diversidad de encastes pero guardando cada ganadería su genética, sus hechuras, no querer sacarlas de tipo para lidiar en cualquier plaza, muchas ganaderías salvo rara excepción se perdieron por no ser fieles a las características de su encaste.

Todo esto que escribo es quizá algo superficial, hay muchas cosas que se escapan de las manos, intereses de unos y otros y más cosas.

Pero la única verdad que existe es que sin toreros no hay toros, al igual que viceversa.

Así que yo añadiría que los reyes de la fiesta son tres y no solo uno.

Bajo mi punto de vista son el toro, el torero y el público que gracias a ellos el espectáculo es posible y se mantiene.

Julián Maestro, torero

Valga la imagen del diestro Diego Urdiales para ilustrar la narración tan emotiva de nuestro compañero.