Si quieres conocer a Juanito dale un carguito, se decía de los pintamonas que de repente se veían con alguna misión de mando o cuando los chusqueros se colgaban el primer galón, y ahora esto puede aplicarse a los totalitarios que bajo una falsa piel de demócratas están haciendo sus sueños realidad durante la pandemia, tratando de dirigir hasta límites insospechados las vidas ajenas y consiguiéndolo para un altísimo porcentaje de la población, resignados, felices y contentos en apariencia.

Se me parte el alma al ver por la calle a las personas sin posibilidad de abrazarlas, ni de ver sus expresiones y tampoco de estrecharnos la mano ni darnos un beso. El drama en que nos estamos sumiendo se incrementa por esas barreras que surgen por doquier y que apenas nos permiten ver más allá de unos ojos enmascarados, patas de gallo y alguna nariz que se rebela.

Los caciquillos hasta nos ordenan que circulemos por la acera de la derecha para así evitar morir cruelmente infectados por el virus, y ¿qué quieres que te diga?, que yo prefiero morirme antes que seguir preso, y no son palabras vanas como se pueda pensar fácilmente, como no lo son cuando decimos que un padre siempre está preparado para dar la vida por su hijo o cuando las pronuncia un torero que se tiene que jugar la vida tarde tras tarde.

Sobre la cogida espeluznante que sufrió Pepín Liria en Sevilla cuando su despedida, un día me explicó con los ojos encharcados que ojalá hubiera tenido la suerte de que aquel toro lo hubiera matado sobre el albero maestrante, y Dios no quiera que podamos vernos alguna vez en la situación de tener que cambiar la vida propia por la de un hijo, porque me flaquean las piernas.

La relación de riesgos mortales que afrontamos cada día es inmensa y absoluta, desde un paro cardiaco inesperado o esperado, la muerte súbita o ganada a pulso, cánceres, sarcomas y tumores de diversos encastes, accidentes de cualquier tipo y color, en el coche mientras vamos y venimos, o una losa que se desprende del ático que corona la acera por donde paseamos.

Se cuenta que Juan Belmonte percibió que donde Joselito le había ganado verdaderamente la partida fue en Talavera, por eso entre morir ahora o hacerlo dentro de un rato apenas está la diferencia de un lapso de tiempo. El toreo nos enseña que la muerte forma parte intrínseca de la vida, que uno se está liando el capote de seda y diez minutos después está tendido sobre el hule con el sudario en todo lo alto, como le explicó Manolete a Matías Prats cuando este le preguntó por el gesto tan serio con el que siempre esperaba el paseíllo en la puerta de cuadrillas.

No es el momento lo que marca la diferencia sino el modo en que nos llega la muerte, porque no tocamos más que una como no tuvimos más que un nacimiento. Se murió mi primo con diecinueve y mi padre con ochenta, el uno por un seco hachazo en la flor de la vida y el otro despacio en su decadencia, murió mi hija en el útero de su madre y mi maestro justo después de jubilarse, todos con tanta pena como naturalidad.

Morir de miedo o morir de risa, de angina de pecho o entrando a matar en la suerte de recibir, morir arrodillado o de espaldas al paredón, pero que no me toque la peor opción, ya que será una ocasión única, y morir por coronavirus será la peor si acepto el  sometimiento.

Deseo para todos una muerte en libertad y así me hallará la mía cuando me llegue, porque para quitarme la libertad antes me tendrán que matar.

José Luís Barrachina Susarte