Al escuchar el ruego de Luz y la forma como se lo dijo, hizo que Luis se quedase perplejo y que la garganta se le pusiese seca. El diestro, se había predispuesto para festejar a lo grande con sus seres queridos, porque al éxito, y sobre todo cuando hay triunfo, así consideraba él que había que celebrarlo. Pero algo andaba mal, la mirada de su novia lo decía, por lo cual Luis decide inmediatamente atender a su amadita, si bien su espíritu estaba deseoso de partir raudamente hacia la fiesta.

–Dime, mi amor. No te demores que tenemos que bajar a la fiesta que nos espera, y aquí está ‘El Mago’ que, como sabes, nos acompañará –dijo el diestro que se mostraba entre preocupado y ansioso pero sobre todo, ansioso por bajar ya.

–Luis, tienes que anular la fiesta –sentenció su prometida–, ha ocurrido un suceso gravísimo y a las cinco de la madrugada salimos todos hacia Colombia.

–¡¿Cómo …?! ¡No! Por nada del mundo, vidita mía. ¿Cómo crees que podemos irnos ahora con toda la celebración que tenemos ya preparada? Es más, no olvides que hasta Rodolfo –refiriéndose al Mago– está aquí con nosotros y es nuestro invitado de honor. Ya nos iremos dentro de dos días. Ahora, si me lo permites, vamos a celebrar la dicha de ambos triunfos que, junto a Rodolfo, tan gallardamente hemos logrado.

–Amor, ¡escúchame! Tenemos que partir de inmediato porque tu señora madre está velando el cadáver de tu hermano Roberto. ¡Ayer en la tarde lo asesinaron! –terminó de decir Luz, rota en llanto. Luis, cayó de rodillas, hundió su cara entre sus manos y tocó el piso con su frente, luego levantó el rostro y entre sollozos desgarradores se dirigió a su novia.

–¡Por el amor de Dios, Luz!, ¿qué me dices? No, amor! ¡No! ¡No puede ser posible! ¿Cómo ha ocurrido? ¿Cómo lo supiste? ¿Quién te lo ha dicho? Luz, suprimiendo su llanto que se incrementó aún más al ver a su amado así, arrodillado en el piso, armándose de compostura para tratar de responder a todas las preguntas de Luis.

–Dos horas antes de la corrida, amor, mientras tu descansabas para tomar fuerzas para el festejo, te quedaste dormido y en ese momento llamó tu señora madre y me dio la fatal noticia que acabo de transmitirte. Ella me dijo, me pidió tremendamente preocupada por ti, que procurara no hacértela saber hasta pasada tu actuación en La México. Entiendes por qué, ¿verdad? ¿Imaginas habértelo dicho antes del festejo? Ella me suplicó que fuera muy fuerte y que callara hasta pasada la celebración del festejo. Igual ya nada hubieras podido hacer y de haberlo sabido, jamás hubieses podido torear, y mucho menos, lograr el éxito que has conseguido.

Luz le cuenta a Luis cómo sucedió todo. Éste ya se había reincorporado. Estaba deshecho de pena pero entero en su alma. Como suelen estar lo hombres de verdad aunque las lágrimas le seguían fluyendo a raudales y silenciosas por sus mejillas tensionadas y endurecidas por el dolor. ‘El Mago’ había presenciado y escuchado todo lo que Luz relató pero incrédulo aún de haber entendido bien, se dirige a Luis y le pregunta:

–¿Qué dice la chamaca?

–Maestro: Lo que usted ha oído. Han asesinado a mi hermano Roberto y, desde ayer tarde, yace sin vida junto a mi madre.

–¡¿Asesinado?! –exclamó ‘El Mago’.

–Sí, maestro, –interviene Luz, para evitarle a Luis el esfuerzo de aclararle–.

Roberto trabajaba en una fábrica de armamentos y un compañero probando una pistola, gastándole una broma… –prosiguió Luz con la historia conocida, mientras sostenía entre sus brazos a Luis que había apoyado la cabeza en su hombro y trataba de asimilar lo ocurrido. –

¡Por Dios, chamaquita –dijo ‘El Mago’–, esa desgracia es impensable! ¿Cómo pudo haber sido posible? No, no encuentro palabras de consuelo para darte, cuate. ¡Permíteme que te abrace, matador!

Luis, entonces, se suelta de Luz y se vuelve hacia ‘El Mago’ para fundirse con él en un fraternal abrazo.  Las lágrimas rodaron ahora por las mejillas de ambos hombres al unísono, como le ocurría a Luz, al apoderado y a todos los miembros de la cuadrilla que en dicho momento se habían acercado para acompañar también al matador. Todo se vino abajo en un instante. Lo que hacía pocos momentos se presagiaba como la gran fiesta, ahora se tornó el drama más insospechado.

Luis estaba muy nervioso. Le costaba dar crédito a cuanto le había contado su amada. Lloraba ya sin consuelo dando rienda suelta a toda su angustia, mientras Luz, con mucha ternura, lo mantenía abrazado contra su pecho y dándole unas suaves caricias sobre su nuca intentaba contenerlo y reconfortarlo, al menos un poco. ‘El Mago’, atónito, presenciaba una escena desgarradora. Pensar que unas horas antes ambos habían tenido un éxito de clamor y ahora todos estaban sumidos en un mar de tristeza.

Arango le pidió a su apoderado que llamara urgentemente a su madre. Al instante ya estaba la madrecita de Luis al teléfono.

–¡Mamá! ¡mamita! –decía Luis– ¿qué ha pasado, madre?, ¿qué ha pasado? ¡Estoy contigo madrecita mía! Luz me ha contado todo y, a las cinco de la mañana tomamos un avión para allá. ¡Dios mío madre! ¿Cómo estás? ¡Ay, por Dios, mamá, no puedo creer todo esto que nos está sucediendo!

–¡Hijo mío de mi vida! –La voz de doña María, pese al tremendo drama que estaba viviendo, sonaba reposada, resignada, equilibrada–. Ha sido una fatalidad del destino, así lo ha querido Dios. No sufras que ya nada podemos hacer. Como sabes, en casa hemos pasado situaciones difíciles, pero algo tan lamentable como lo que nos ha ocurrido, ¡jamás nos lo hubiéramos esperado! Ha sido, hijito querido, la peor desdicha que en este momento asola nuestra vida. Le supliqué ayer a Luz, cuando le llamé, que nada te contara.

Yo sé todo lo que habrá sufrido la muchachita con su silencio, pero gracias a eso tú has salido por la puerta grande de esa plaza en olor de multitud, como lo que eres, un auténtico triunfador, y lo más importante es que lo has hecho sano y salvo, y eso para mí no hay precio en el mundo que pueda cubrirlo. Así de grande es mi deuda de amor, con tu valiente amada.

–¡Mamá, estoy triste, tristísimo! Yo tendría que haberlo sabido y me hubiera marchado junto a ti en ese instante, a costa de haber perdido el festejo más importante de mi carrera. Pero tú para mí eres primero que todo, y mucho más antes que mis actuaciones en los ruedos.

–¡Gracias amor de mi vida! ¡Lo sé! Pero no hubiera sido lógico, hijo mío, de haberte venido como decías, no hubieras solucionado nada y te hubieras perdido lo que ha sido una de tus mejores actuaciones toreras. Lo pensé todo, amor; pensé que si te lo hubieran contado, tu desdicha hubiera sido mucho mayor, por ello le pedí a Luz que no te dijera nada. Me tragué el dolor. Y aquí, vidita mía, ahora junto a tu padre te esperamos. El cuerpo de Roberto está depositado en la morgue del hospital, y allí quedará a la espera de tu arribo al país. Y cuando tú llegues aquí procederemos a darle cristiana sepultura.

–¡Mamá, estoy muy triste! Me siento culpable de no estar compartiendo tu dolor; me siento ruin por no haber estado con vosotros en tan horrible momento. ¡Perdóname, por favor!

–Doña María, tranquilizó a su hijo como sólo saben hacerlo todas las buenas madres, y Luis ya un poco más reconfortado, le dijo–: Mañana al medio día, sospecho que estaremos todos junto a ti. ¡Madre, te amo y te adoro! –la abnegada mujer, le devolvió todo su amor y se despidieron, cortando así la comunicación telefónica.

La propia habitación que compartía el diestro y los suyos, de repente, se convirtió en un velatorio. Nadie pronunciaba palabra tras las conversaciones de Luis con su señora madre. Todos quedaron en silencio y, por supuesto, a la espera de que se hiciera la hora para partir todos hacia el aeropuerto. ‘El Mago’, lógicamente, se ofreció voluntario para llevarlos a todos hacia el aeropuerto. Luis volvía a llorar de forma desconsolada, Luz trataba de ser fuerte y, por todos los medios, intentaba consolarlo.

Él se sentía culpable, era su decisión, pero ya le recordó su madre que ella, como tal, hizo mantener en silencio la noticia por amor hacia su hijo artista. La dirección del hotel se había hecho eco de la noticia y los directivos acudieron a la habitación para mostrarle sus condolencias al diestro colombiano. Y aunque roto por el dolor, Arango trataba de ser fuerte ante todas las muestras de cariño y respeto que todos le entregaban.

En breves momentos recogieron todas sus pertenencias y, junto al Mago, se dispusieron a partir hacia el aeropuerto. Luis, con el rostro desencajado, a cada tanto decía en voz alta:

«Dios mío, ¿cómo ha ocurrido esta desdicha?».

Pese al tremendo dolor que sentía le quedaba el consuelo de que, en unas horas, podría abrazar a sus padres, de forma muy concreta a su madre, que ante todo, demostró tener una fortaleza y una grandeza admirable. Madre sólo hay una y así lo comprendió Luis. Luego de un largo rato y ya más calmado y después de repasar mentalmente el desarrollo de los hechos, Luis le daba gracias a Dios, a su madre, a Luz y al propio destino puesto que, de haber conocido la desdicha al tiempo que la supo Luz, su fracaso hubiera sido tremendo.

En el fondo también sentía que si no hubiese actuado en La México, le hubiera quedado la pena de no haber toreado en el ruedo de Insurgentes pero, claro, ahora que ya sabía lo que había acontecido. En aquél momento previo no le hubiese importado abandonarlo todo. Porque él es un convencido que lo que tenga que ser, será, y si la oportunidad no vuelve a presentarse es porque Dios consideró que así debe ser.

Pla Ventura