Ahora estaba Ingrid junto al Mago y, en cierta medida, ella era su consuelo ante el reciente desamor sufrido por él. Nunca iba a comprender Rodolfo el proceder de Judith. Menos, sin haber mediado –al menos– algún tipo de conflicto entre ambos. Todo estaba bien entre ellos, entonces, ¿por qué se mudó así el amor, tan de improvisto? Muchos amoríos y ningún amor, esa sería la definición que muchas veces ‘El Mago’ daba al hablar respecto de su existencia. Es algo que le suele suceder a muchas personas y, en este caso, le tocó al Mago padecerlo, quien caminando siempre en la vida con el corazón por el lado de afuera, tuvo que soportar muchos de este tipo de fracasos. Que en realidad no son fracasos, sino experiencias. Lecciones que su vida y, las personas que se asoman a ella, le dejan al veterano torero para enriquecer su mejor ser y su persona.
Habían pasado ya varios días e Ingrid había decidido compartir todo este tiempo junto a Rodolfo, ayudándole a olvidar el dolor que le había dejado esa desafortunada relación de amor que mantuvo con la cantante. Ingrid, a instancias del Mago, dejó su apartamento y se marchó a vivir al hotel junto a él, porque éste la había invitado. Ahora, ambos eran compañeros de ilusiones y, contarse sus vivencias personales, era el refugio que ellos habían encontrado para aceptar mejor sus males.
Ingrid admiraba al Mago por su historia de torero, sus frustraciones, sus éxitos, sus logros tan hermosos y, ante todo, además de su calidad de artista, lo que a ella la subyugaba era que, detrás de tan carismático artista, existía una persona admirable.
–Sigue contándome cosas de tu vida, Rodolfo –le dijo la torera.
–Fui demasiado rebelde, Ingrid. Yo diría que fui quizá un tonto iconoclasta que no supo medir las consecuencias de lo que ello pudiera representarme. Profesionalmente, nunca me adapté al sistema, digamos que pasé por los peores trances, no tanto como tú porque no tuve que acostarme con nadie para ser torero, pero igualmente pasé momentos muy amargos.
Mi madre sabe mejor que nadie cuáles fueron todos esos momentos, porque lamentablemente fueron muchos los disgustos que ella tuvo que digerir, a causa de mi afición y mi vocación de ser torero. Dormí muchas veces en las cárceles del país por tirarme de espontáneo.
–Te comprendo, Rodolfo, pero tú sabías que echándote de espontáneo no arreglarías nada, ¿verdad? Entonces, ¿por qué lo hacías?
–Estaba loco, Ingrid. Yo sabía que ése no era el camino, pero podía más mi corazón que mi razón. Así ha discurrido mi vida y, posiblemente, el culpable de todos mis fracasos haya sido yo. Yo era consciente de que lo mío no era tan solo un sueño; que valía para ser torero y tenía que buscar la forma para hacerme notar. Nadie me escuchaba, nadie creía en mí. Hasta tuve el valor una vez de estar treinta días en huelga de hambre junto a La México y, tras aquella locura, el empresario me dio una oportunidad junto a otros cinco insistentes locos con ínfulas de toreros.
Corrida de seis novillos para seis aspirantes. Era una forma de quitarnos a todos de en medio, de una sola tacada. Aquella vez le corté las dos orejas a mi toro, salí por la puerta grande y allí empezó todo. Mis compañeros terminaron sus carreras esa misma tarde.
–¿Y por qué has querido ayudarme a mí, una torera fracasada a la que todo el mundo ha vilipendiado?
–Porque al ser torero, Ingrid, he sabido comprenderte como nadie. He podido analizar todo lo que decidiste sufrir y no quiero que sufras más. Me pareces un ser humano maravilloso. Yo siento un respeto muy grande por todos aquellos que lo intentaron, aunque no hayan podido hacer realidad su sueño y, como entenderás, tú no eres una excepción. Además Ingrid, mi admiración y respeto se acrecienta al saber que eres mujer, porque sé acerca de todo lo que debe pasar una mujer dentro del mundo taurino, si quiere ser protagonista de la fiesta. Ahora quiero mitigar tu pena, y he decidido que correremos los dos la misma suerte.
–Por cierto, Ingrid, te parecerá una locura lo que te voy a decir. ¿Qué te parece si para la corrida que tengo que torear en Bogotá le propongo a la empresa que en dicho día me permita darte la alternativa? ¿Serías capaz de asumirla? Sería la culminación de tu carrera y tu sueño hecho realidad; es decir, la ilusión por la que te mantuviste viva, concretada.
En aquel momento pasaron por la mente de Ingrid millones de imágenes de su vida. La emoción que llegó a sentir era tan grande que rompió a llorar, se abrazó al Mago y no podía contener su llanto. Ingrid creía que se trataba de un milagro. Un milagro que le costaba creer. A su vez, tampoco estaba segura de que físicamente pudiera llevar a cabo dicha hazaña. Sin duda alguna Rodolfo, sin pretenderlo, había devuelto a la vida a Ingrid. Aunque quizá todo al final podía llegar a quedar en un sueño, pero las palabras de Rodolfo la sacudieron y le proporcionaron una felicidad que nunca antes había sentido. Tal vez Rodolfo, por querer darle esta felicidad a Ingrid, quién sabe si estaba cometiendo el peor error de su vida. Porque proponerle a Ingrid que tomara la alternativa, en principio sonaba hasta romántico pero, ¿sería capaz Ingrid de culminar el sueño por el que luchó durante toda su existencia? La propuesta era muy atrevida; bellísima y cargada de un riesgo tremendo. Ingrid hacía años que había dejado de torear y, ahora, intentarlo de nuevo y frente a un toro, aquello tenía tintes de locura. Claro que ‘El Mago’ siempre decía: «¿qué es la vida sin un arrebato de sana locura?».
Pla Ventura