Sin duda alguna, el día que alguien bautizó a Rodolfo Martín como ‘El Mago’ hizo justicia con todos los valores que este hombre atesoraba. Su magia la ejercía dentro y fuera de los ruedos, Ingrid era ahora un lindo ejemplo. Las palabras que Rodolfo le dijera consiguieron que cambiara rotundamente el semblante de la torera. ¡Tomar la alternativa! Ingrid se quedó estupefacta de la emoción que pudo sentir cuando escuchó esta frase de boca de Rodolfo. Hasta creía que podía estar soñando.

–¿De verdad piensas, Mago, que eso podrá ser posible? –preguntó Ingrid.

–Pienso que sí. Además, estoy seguro de que el empresario entenderá que se trata de un acontecimiento inusual, por tanto, de mucho tirón para la taquilla. Es decir, si se monta ese cartel, indefectiblemente se agotará el boletaje, que es la primera ilusión de todo empresario. De todas maneras esa cuestión queda por mi cuenta, no sufras. Lo que me preocupa es que llevas varios años sin torear y necesito comprobar que tienes las facultades necesarias para enfrentarte a un toro. Te quiero mucho y no deseo que nada malo te ocurra.

–Yo hago lo que tú digas, Mago querido. Por ti me juego la vida, de eso que no te quepa duda.

–Como dices, debo entrenar mucho y, de ser posible, torear algún toro a puerta cerrada para comprobar si me siento fuerte y capaz. De todas maneras, a tu lado, Rodolfo, creo que de todo puedo sentirme capaz. Tú me has inundado con tu magia.

–Físicamente, como estás viendo, me encuentro bien; mi figura sigue siendo bonita; porque por mi profesión, siempre me he cuidado.

–¡Por Dios, Mago! Dime que es cierto todo lo que estoy viviendo, dime que se hará realidad el sueño de mi vida, dime que no te alejarás de mí; dime que me abrazarás muy fuerte cuando me des la alternativa.

–Eres tú, –respondió ‘El Mago’ –la que me ilusiona. Yo creía que te rajarías pero, una vez más, como siempre hiciste en la vida, ha salido tu raza de mujer increíble; esa fuerza que siempre te ha dado Dios para soportar los más duros avatares.

–Como ves, es un proyecto grande el que tenemos. Una ilusión importante que, como notas, nos desborda a los dos.

Y así, dos seres humanos increíbles, unidos por una misma ilusión, estaban saboreando un dulce manjar, el de la felicidad plena y espontánea que anidaba en el corazón de ambos. Pletóricos como se sentían salieron del hotel para dar un paseo por los jardines del mismo. Ingrid estaba admirada con la belleza de todas las plantas, las flores y los arreglos de jardín que allí veía. Hacía tantos años que no pisaba un hotel así, que hasta se había olvidado de que éstos existían.

De repente, Ingrid sintió un escalofrío. La mano del Mago cogía la suya. Ella lo tomó con toda naturalidad; aparentemente, claro. Pero su corazón comenzó a latir con fuerza desmedida. Jamás creyó que ‘El Mago’ la cogería de la mano. Eran amigos, ella lo admiraba, pero jamás había pasado por su cabeza la idea de que pudiera atraerle como mujer. El día se presentaba hermoso. Y ellos estaban felices. Luego decidieron pasear por las bellas calles caleñas y, al pasar por la capilla de San Antonio, decidieron entrar para rezarle al santo. Al santo, a Dios y a todo lo que amaban, porque ambos intuían que algo bello les estaba sucediendo. Muchas eran las cosas que los unían. La primordial era esta arriesgada profesión; por lo que ambos eran conscientes de lo que significaba jugarse la vida. Para los dos, el hecho de jugarse la vida, era lo que los inducía a huir de la muerte. Paradoja del destino, pero así lo sentían ambos.

Claro que, para sorpresa de Ingrid, lo que ella no sabía era que pasear con ‘El Mago’ por las calles caleñas se convertiría en toda una aventura. En aquel momento, el diestro mexicano era ídolo admirado en toda Colombia, y de forma muy concreta, en Cali. Todos lo saludaban lo vitoreaban, lo abrazaban, le pedían autógrafos y deseaban sacarse una foto con él. Es cierto que el diestro se sentía muy orgulloso de su personalidad, de ser portador de una fama que jamás lo envileció, sino todo lo contrario, lo hizo más humano.

Si Ingrid admiraba a Rodolfo como diestro, ahora, al comprobar su auténtica popularidad en la calle, se quedó anonadada. Era maravilloso lo que estaba viviendo junto al hombre que la había salvado de su dicha, precisamente, la que hacía tantos años que arrastraba. Juntos pasaron un día precioso, hasta le compró ‘El Mago’ unas prendas femeninas a la torera. Ella se sintió muy dichosa; alguien, por vez primera en la vida, la estaba tratando con respeto y con amor.

Si la generosidad del Mago era siempre pronta y rotunda, junto a Ingrid, este valor no podía quedarse muerto. Rodolfo, al verla tan feliz, ya se sentía satisfecho, y esto le bastaba y le sobraba para recibir ese gran premio que la vida le estaba dando. Al saberse útil a los demás y, en este caso concreto, a una compañera de ilusiones que, con el beneplácito de Dios, hasta podría ser que llegara a darle la alternativa, tal como presagiaba el sueño del que ella portadora y que, en breve, con el permiso de Dios, se haría realidad.

Capítulo 86 – JUNTOS LOS DOS

Ingrid y Rodolfo se sentían sorprendidos por todo lo que en tan breve lapso de tiempo les estaba pasando. Les resultaba difícil dar crédito a todo lo bello que ambos vivían. Aquel día en que ella se acercó al destacado maestro para saludarlo y, como si de un milagro se tratase, ahora estaban juntos; es más, ella se sentía, totalmente protegida por ‘El Mago’. Ambos llevaban, desde hace unos pocos días, una convivencia en calidad de amigos y, desde que ‘El Mago’ le propuso a Ingrid tomar su alternativa, él no se separaba ni un segundo de ella.

Rodolfo se sentía muy feliz de tenerla tan cerquita de sí, en el hotel. Él ya había hecho las averiguaciones sobre la posibilidad de la corrida bogotana con el empresario de la plaza. Y ya había logrado que aquél le confirmara la fecha de este ‘acontecimiento del año’ en Colombia, respecto a los toros. Morenita de Bogotá, tras algunos años sin torear, se doctoraría en la histórica y mudéjar plaza llamada Santa María de la capital colombiana, todo un suceso que, a buen seguro, despertaría las ilusiones de los aficionados colombianos.

Habían pasado tan solo un par de días desde que Rodolfo le propuso a la muchacha doctorarse junto a él en la plaza capitalina y, pese a tan corto espacio de tiempo, ya había quedado todo solucionado. La alegría para ambos era desbordante. Ellos ya se sentían haciendo el paseíllo en la plaza bogotana. Ingrid sospechaba que todo lo que estaba aconteciéndole era un milagro, o quizá la propia magia del Mago que, con sus actitudes, era capaz de lograrlo todo. Una vez resuelto el tema de la contratación y el cartel definitivo, el diestro quiso conversar con Ingrid.

–¿Estás contenta, Ingrid? –le preguntó ‘El Mago’.

–Muchísimo, Rodolfo. Es la alegría más grande que me han dado en la vida. Dios ha propiciado que nos encontráramos para que se produjera todo este bello milagro; y, si en verdad todo esto fuera un sueño, Mago querido, yo no quiero despertarme jamás.

–¿Cómo podré alguna vez agradecerte todo esto, amigo del alma? No tengo palabras, no tengo acciones, no tengo nada; sólo tengo, Rodolfo, una gratitud inmensa hacia tu bello ser, el que le pido a Dios que te conserve durante muchos años. Sentados como estaban en aquella cafetería degustando un riquísimo café colombiano, en un arrebato, Ingrid se abalanzó junto al Mago y le dejó un beso en sus labios. Rodolfo quedó anonadado; sin fuerzas casi para responder, y, a la vez, se sintió tan feliz como cuando días atrás, en un paseo por la ciudad, Ingrid lo tomó de la mano.

El diestro no acertaba a comprender la actitud de la torera. Sería quizá gratitud hacia su persona, sentimiento que se notaba que le brotaba del fondo del alma a la hermosa colombianita. Y no es menos cierto que ‘El Mago’ estaba un poco inerte, falto de reacción; porque algo nuevo notaba él que jamás antes había sentido. Y era bello porque él, en cuestión de amoríos, fue siempre el ‘rey de la legua’, tal como lo era en su profesión. ¿Estaría llamando el amor a la puerta de su corazón en la persona de Ingrid?

–Siento que se me sale el corazón del pecho –dijo Rodolfo.

–Mago –dijo ella –, todo lo que por ti haga me parecerá muy poco. Me fascinas como torero y, al tratarte como hombre, al comprobar tu calidad humana, me has conquistado para siempre. En las noches, amigo, me las paso rezando, para agradecerle al Altísimo esta dicha que siento. No puede ser de otro modo. Siento que me vino Dios a ver el día que te encontré. Bendigo el momento en que se me ocurrió saludarte.

–Ahora, gracias a ti, tengo ganas de vivir. Como sabes, hasta pensé en el suicidio. Tu compatriota Silveti así lo hizo; no encontraba sentido a su vida al ver que no podía torear, y a mí me estaba sucediendo un poco lo mismo. Sin haber triunfado, sin amores, sin hijos, sin padres, sin amigos…

–Muchas veces me pregunté cuál era mi misión en la vida y, lo peor de todo es que no encontraba respuesta. Y entre tantas decepciones, Mago, llegaste tú a mi vida. Aunque en realidad fui yo la que te busqué y, tras hallarte, siento que ahora soy muy afortunada.

–Ambos, Ingrid –dijo ‘El Mago’, posando suavemente el dedo índice de su mano derecha sobre la boca de la torera y terminando el gesto con una suave caricia sobre su mejilla–, al unísono, nos hemos ilusionado; creo que nos encontramos porque mutuamente nos estuvimos haciendo falta.

–Desde la primera vez que hablamos, en aquel preciso instante se me desgarró el alma, al enterarme, por tu propia boca, de los trances que en tu vida has pasado. Sentía la necesidad de mi alma por ayudarte. Claro que, la locura total fue proponerte lo de la alternativa; estabas muy triste y pensé que dicha ilusión te llenaría de gozo; pero no supuse nunca que aceptarías, y al decirme “Sí, quiero” me venciste por completo.

–Fíjate que, tras todo lo que he vivido en Colombia, ya quería irme. Son muchos meses sin ver a mi madre y casi no lo podía resistir; hasta había pensado anular la corrida de Bogotá para marcharme. Pero tú has logrado que cambie todos mis planes. Me siento conmovido a tu lado. Estoy seguro que Dios nos tiene reservado algo muy bello para vivir, luego de este encuentro.

Pla Ventura