“Un pueblo sin tradición es un pueblo sin identidad y sin porvenir” esta frase del expresidente colombiano Alberto Lleras Camargo nos revela una verdad, que en muchas ocasiones no le damos la importancia que merece. No existe modernidad sin una buena tradición, y eso debería inspirar nuestro futuro, y dar el suficiente valor a nuestro pasado. Los que abandonan la tradición solo escapan a otra cosa que llamamos moda. Y estas manías, dictaminadas por 4 progres no son eternas.

En estos días, he tenido el placer de conocer a una niña de 23 meses, llamada Valeria, que me ha reconciliado con los valores más primigenios de la tauromaquia. Protagonistas de varios videos que se han hecho virales en las redes sociales. En ella he visto la inocencia, la pasión y la afición, algo que hace que se regenere la consciencia taurina, y que te dan ganas de luchar con más ahínco  para que nuestros jóvenes hereden una fiesta integra, honesta, limpia y justa.

Su padre Ángel y su madre Macarena, uno de del campo charro, la otra de pleno barrio de la Macarena en Sevilla, el caldo de cultivo propicio para que nuestra joven Valeria nos salga con un desparpajo sin igual, y un arte que no se puede aguantar.

Ángel es mayoral de la emblemática ganadería Sepulveda de Yeltes, viene de una larga saga de mayorales, sus abuelos fueron mayorales de ganaderías como Policarpo Rivas y Juan Sánchez Febres, su padre de Ramón Flores y su tío de Barcial. Casi nada. Eruditos del campo, de la tradición, de las heladas, del matojo y la encina, pero sobre todo del toro bravo por excelencia. Los padres de nuestra protagonista no dudan en inculcar los valores tan nobles con que ellos mismos fueron adoctrinados.

Desde los 4 o 5 meses ya monta a caballo, evidentemente junto a su padre. Y desde que empezó andar se interesó por todo lo que pasa a su alrededor. Sus animales son su pasión y no duda en acompañar a su padre cada vez que puede. Una esponja que asimila todas las cosas que pasan a su alrededor. Cada vez es más conscientes, tal vez lo único que le falta es ver el peligro, porque esta niña no tiene miedo a nada. Ya sea darle de mamar a un becerro, reseñar toros, dar de comer o ir a buscar a su “jaca”. Un terremoto que ha llenado de alegría a toda una familia. Orgullo de un ángel que nació hace cerca de 2 años y que cada día se va convirtiendo en una niña con una sensibilidad a la naturaleza tremenda y que hace que nuestras tradiciones cobren más sentido, e importancia si cabe.

Intrépida por naturaleza y vivaz por tradición, nos ha dejado con una sonrisa en la boca, y mucho amor en el corazón. Despierta y curiosa sigue los pasos de su padre. Un hombre orgulloso que ve como su hija es capaz de amar la misma tradición que corre por su sangre. La naturalidad, soltura y manejo que demuestra a tan corta edad es digna de elogio y de celebración.

Con niños así, el futuro está asegurado. Ahora somos nosotros los que tenemos que luchar para que el mundo taurino les llegue en buenas condiciones para durar 100 años más. Pero esta ya es otra historia, la de los adultos. Y hoy, la protagonista es Valeria, la niña que ha encandilado a miles de personas con su desparpajo. Que vivan los niños del mundo rural y en la tauromaquia, porque ellos  son y serán los verdaderos animalistas.

Por Juanje Herrero