Antonio Lorca

Si algún curioso aficionado desea comprobar cómo se le pone la carne de gallina, no tiene más que echar un vistazo a las ganaderías que se anuncian en tres localidades de corta población y muy honda tradición taurina novilleril: Arnedo (La Rioja), con 14.609 habitantes; Calasparra (Murcia), con 10.268, y Vilaseca de la Sagra (Toledo), con 1.831 vecinos.

La Comisión Taurina del Zapato de Oro de Arnedo ha reseñado las cinco ganaderías que se lidiarán entre el 26 de septiembre y el 2 de octubre: Baltasar Ibán, Fernando Peña, José Escolar, Cebada Gago y Partido de Resina.

La Feria del Arroz de Calasparra anuncia seis novilladas que se celebrarán del 3 al 8 de septiembre y los hierros son los siguientes: Miura, José Escolar, Cuadri, Prieto de la Cal, Puerto de San Lorenzo y Valdellán.

Y el Ayuntamiento de Vilaseca de la Sagra tiene ya contratadas las ganaderías que se lidiarán en la XX edición del Alfarero de Oro, que se celebrará entre el 5 y el 10 de septiembre: Baltasar Ibán, La Quinta, Jandilla, Cebada Gago y Monteviejo.

Merece la pena volver a leer los imponentes y respetables nombres –míticos todos ellos- de las casas ganaderas de los novillos que acudirán a estas localidades.

Y allí se jugarán parte de su futuro valeroso chavales, con escasa experiencia todos ellos, cargados de sueños y con una meta en sus cabezas: ‘si quiere Dios que sea figura, no vuelvo a verle el pelo a ninguno de estos’. A ‘ninguno de estos toros’ se refieren; es decir, que pasan el mal trago de ponerse delante de novillos que no pertenecen al ‘artisteo ganadero’ actual con la esperanza de saborear caramelos en el futuro.

La culpa no es de los novilleros. Son hijos de su época y admiran a figuras que se parecen más a los bailarines que a los toreros de verdad. Y bailar, en lugar de torear y lidiar, solo se puede hacer delante de los toros artistas, tan de moda hoy en las principales ferias.

El problema es que esos festejos carecen, por lo general, de interés y emoción; no garantizan las colas en las taquillas ni aventuran nada bueno para el porvenir.

Honor y gloria para las aficiones de Arnedo, Calasparra y Vilaseca. Ellas mantienen con su compromiso la antorcha de la fiesta verdadera; honor y suerte, también, para los novilleros, aunque el ambiente reinante los mantenga equivocados.

A estas alturas, parece comúnmente aceptado que la única revolución posible en el mundo de los toros es una vuelta a sus orígenes; a la seriedad, integridad, fortaleza y fiereza del toro, y al torero artista y heroico. La vuelta al protagonismo del animal totémico, a la fiesta verdadera, a aquella que tiene demostrada su capacidad para provocar la tensión inherente a la tauromaquia.

La pena es que esa quimera solo se haga realidad en localidades como Arnedo, Calasparra y Vilaseca, que nunca entrarán en los planes de las figuras.

Algún día, todos lo lamentaremos…

 

Fotografia Josue Moreno