Presumir de tener afición al toro es en algunos casos una vulgar excusa para «tapar» la falta de compromiso de tantos, y tantos, con la Fiesta. Sí, me refiero a todos aquellos que no son capaces de mirar más allá de su ombligo. ¿Os suena verdad? Pues de esos hay muchos en la Tauromaquia, desgraciadamente. Hay muchos que, mirando sólo por su beneficio personal, son incapaces de entender que a lo mejor determinados comportamientos y decisiones perjudican más que benefician al conjunto. Muchas veces nos llenamos la boca diciendo que el toro es cultura, que en torno a él gira un «mundo», el mundo del toro. Y no están equivocados, claro que no lo están. Pero si todo gira en torno al toro, si realmente lo que importa es el conjunto y no el individuo, ¿por qué muchas veces la situación de la Fiesta depende de unos pocos, y no de la mayoría? ¿Acaso no es algo injusto, viéndolo desde la perspectiva de aquellos que si se comprometen con la Tauromaquia? Lo es. Sin duda que lo es. Es injusto que paguemos los platos ratos de otros. Es triste ver como el futuro a veces queda comprometido por determinadas decisiones, y la cuestionable manera de manejar todo el sector.

El futuro de la Fiesta estará garantizado siempre que se apueste por él. Por el futuro, como tal, y por el toro como principal protagonista de este «mundo». Si dejamos a un lado el egoísmo, y optamos por la coherencia. Seguramente no será una tarea fácil, pero la recompensa merecerá la pena. Seremos mejores. Seremos más fuertes. Sin embargo, hasta que llegue ese momento, estaremos cediendo terreno al enemigo. Perdiendo un tiempo, que podríamos ganar. Dejando marchar oportunidades. Poniendo piedras en nuestro propio camino.