Hablan los filósofos -concretamente Descartes- que la realidad está compuesta por tres substancias (entiéndase substancia por algo que se distingue y prescinde de todas las cosas) que en el caso de su existencia -la duda como método- serían: el alma, el yo (res cogitans), conocedora de la realidad; la materia, sustancia extensa (res extensa) y Dios, que sería la res infinita.

Es la conciencia y sensibilidad el “humanómetro” que distingue al hombre del resto de animales. El sentimiento, cuando no es pernicioso (todos sabemos que se aprovecha para el control de masas, lo que se conoce como populismo, muy de moda ahora), es lo que desnuda nuestra capacidad de pensar más íntima, llevándonos a conclusiones, al igual que bellas, estratosféricas. Después, en frío, tiene uno la manía de avergonzarse de lo que en caliente se atrevió a desvelar o crear gracias al sentimiento. Y así nace el arte, entre otras muchas cosas.

Pues, querido lector, de sentimiento se trata la cuarta substancia. Dejando de lado lo que los filósofos hablan, pongámonos con lo que los taurófilos sienten. Y digo taurófilos en lugar de taurinos porque me declaro adversario del taurineo actual, más que dañino precisamente con el toro.

El toro, en su conjunto, es eso imprescindible que gracias a nuestro sentimiento se mantiene en pie y a la vez, al menos en mi caso, nos mantiene en pie. Es el bastión que más firmeza debe cobrar si queremos que en el futuro nos vaya bien, porque, no solo es nuestro único argumento, sino que, sin él, el resto de los elementos de la fiesta dejan de cobrar sentido en cuanto a su función.

Cuando todo va mal, ahí está el toro. Un buen toro en el caballo es capaz de alegrar el día a cualquiera. El toro, es el animal que te avisa antes de acometer, el que es noble, que no bobo, porque va por derecho. Y, sobre todo, el toro es el animal que desde que nace representa lo que es la vida en sí, para morir en una liturgia (la corrida de toros) en la que es Dios.

Esa representación de la vida nos lleva a la afirmación filosófica en cuestión, pues el toro, como cuarta substancia a raíz de nuestro sentimiento, es una sustancia que, aparte de formar parte de nuestra realidad, representa a nuestra realidad en sí, que es la vida. Pues eso: alma, materia, Dios y TORO.

Con estas palabras en las que simbólicamente hago del toro filosofía, lo único que nos cabe ultimar es la importancia que este ente debe cobrar, y que por desgracia no cobra, mas es atacado desde fuera y dentro de la Fiesta.

Por Pablo Pineda