Al igual que el ave Fénix renace de sus cenizas, la historia de Borja Collado podría asemejarse a la de esta ave mitológica. Una historia con pocos capítulos y un prólogo estrecho, pero con mucho trasfondo, escrita con poso y a fuego lento. Un libro que parecía haber acabado con una retirada ininteligible para el público, pero en la que el hombre salvó al torero. Un chico de diecinueve años que prefirió pararse los pies, recapacitar y revivir del polvo, antes de que la propia vida le parase los pies y truncase el resto de capítulos de su biografía. Un parón profesional para salvar su propia alma, para colocar en su sitio lo que los vaivenes de la vida diaria descolocan, para construir su propio dique y que la marea alta no le coja por sorpresa.

“Sé lo que había en mi retirada, sabía lo que causaba por el momento en el que estaba. También era consciente de lo que me podría costar volver sí tomaba la decisión de reaparecer. Sabía todo, pero era mi decisión”. Madurez es la palabra que se me viene a la cabeza cuando escucho a un chaval de tan corta edad hablar tan claro y sin tapujos: “Fue la decisión que en aquel momento necesitaba por todo lo que estaba pasando a mi alrededor. Seguir adelante no habría sido honesto ni conmigo mismo, ni con el toro, ni con la afición… tomé la decisión correcta y estoy contento”. Muchas veces hemos escuchado de boca de muchos profesionales la conocida expresión “El torero salvó al hombre”, pero en este caso es al revés, el hombre salvó al torero, porque no olvidemos que ambas realidades son complementarias a la persona.

Corría el mes de agosto del año 2019 cuando una noticia sobresaltaba a todos los aficionados durante esta bulliciosa y calurosa parte de la temporada: Borja Collado colgaba el traje de luces de manera repentina. Un novillero que estaba siendo la revelación de la temporada, que había cortado una oreja de valor incalculable hacía unas semanas en Valencia y que de repente, lo dejaba todo: “Me voy con la conciencia tranquila de que todas las veces que me he vestido de luces ha sido sin engañarme a mí mismo, yendo a la plaza sabiendo todas las consecuencias que podría acarrear no volver a entrar por la misma puerta de esos hoteles que huelen a toreríadecía en su nota de despedida. Un mar de incógnitas que él ahora responde con sencillez y humildad: Llega un momento en el que cuando no estás a gusto con lo que tienes, con la persona en la que te estás convirtiendo, con tu manera de actuar… hay que parar y mirar dentro de uno mismo. Eso fue lo que hice, vi que la persona en la que me estaba convirtiendo no era quien yo quería y en ese momento decidí cortar. Jugarse la vida en esas condiciones no merece la pena”.

Ahora, casi dos años después de una decisión tan valiente, Borja Collado sueña con volver a enfundarse el chispeante, con sentir las embestidas del bravo por debajo de su cintura, con dejar a sus muñecas soñar en público, con torear: “No sé dónde voy a torear, pero ojalá mi plaza, Valencia, se pueda abrir para su feria de julio y pueda estar allí. Borja Collado está listo y con muchísimas ganas de volver a reaparecer”. Sin embargo, su decisión de reaparecer no fue un órdago a la vida. Como le gusta al novillero, fue una decisión que se coció a fuego lento e incluso, sin ser él consciente del todo: “Mucha gente me decía que se me encendía una llamita en los ojos cuando hablaba de toros y mis amigos y compañeros fueron encendiendo esa llama sin yo darme cuenta”. Despacito y a compás. Despacio, como se doma un caballo. Despacio, como se besa y se quiere, como se canta y se bebe, como se reza y se ama. Despacio. Así fue como el amor por la fiesta volvió a brotar con fuerza en el interior del joven valenciano: “Fue un proceso de volverme a enamorar de todo este mundo. Empecé a torear de salón por gusto. Después había compañeros que me llevaban al campo, otros ganaderos que me llamaban y me echaban unas vacas… fue un proceso de poco en poco”.

 La naturaleza social del espada, le han convertido en un “pequeño” icono para muchos aficionados jóvenes, que han recibido de él la cercanía de un torero, que se sabe semejante a cualquiera de todos ellos: “Mi relación con estos aficionados responde al cariño que ellos me dan a mí. Me gustaría ser un novillero seguido por la gente joven, no sé si ahora lo soy, pero creo que es algo clave (…) Siempre me gusta contestarles, mandarles un mensaje a cada uno, aunque me hayan reaccionado a una simple historia, darles las gracias”.  Ahora, su vuelta ha despertado al interés de muchos jóvenes que le seguían y que ven en Borja la cercanía que caracteriza al mundo del toro. Ese universo que deja a los héroes a las puertas de las plazas y que en cuestión de minutos reciben multitud de abrazos, apretones de manos, piropos, flashes… “Tengo en la cabeza muchísimas ideas para hacer con ellos que, a medida que vaya remitiendo la pandemia, se podrán empezar a hacer”.

 Todo está listo para la vuelta a los ruedos del joven nacido en Torrent en la comarca de la Huerta Oeste. Ahora solo falta que llegue la oportunidad, que la pandemia comience a remitir y se vierta sobre la tauromaquia la suave brisa de la esperanza. El hombre salvó al torero, ahora solo falta que el torero honre al hombre. Qué el dios toro colme de embestidas la historia de Borja y que los próximos capítulos que se escriban en su biografía, sean el preámbulo de un best-seller. El tiempo y el toro dirán, pero de momento, el Fénix ha resurgido.

Por Álvaro Solano

Imágenes: José Castro (Capote de Pasión)