Conocí a Andrés Vázquez, nacido en 1932, en el 1959. Mantengo amistad y relación frecuente. Con casi 30 años toreaba novilladas “económicas” donde podía y alternando con chavales a los que pasaba diez años. En 1951 se instaló en Madrid y aprendió el toreo matriculándose en la Escuela de Tauromaquia de Castilla que regentaba Saleri II en el coso de Vista Alegre. Por ella pasaron cientos de alumnos. Fue seleccionado para torear el festejo de promoción con otros cuatro escolares y obtuvo oreja y cornada.
Al mes siguiente fue anunciado con dos utreros, y los triunfadores, en Las Ventas, salió a hombros de la plaza, y el domingo de Resurrección del 52 se hizo su padre empresario de Zamora y lo anunció en novillada con Carnicerito de Almería. En aquella época se apodaba El Nono y Niño de Villalpando. Siempre mentaba esta fecha Andrés, consta en “sus” libros, como un fracaso rotundo. En Zamora se popularizó este dicho: “Eres más malo que El Nono”. Consulté “El Ruedo” para contrastar y vi con sorpresa que El Nono obtuvo 2 orejas y vuelta y el de Almería estuvo “mal e ignorantón”. Supongo que el padre, señor Antonio “Belmonte”, arreglaría al corresponsal que envió la información trucada.
Sumó 2 años de “mili” voluntario en Torrejón, limpiando aperos para los yanquis, y con apoyo del alcalde participaba en capeas, festejos modestos de la zona y ayudaba al regidor en las tareas de su finca en plan de mozo. Desertó del surco y se agarró a lo que saltaba para suplir la huída rural. No “despegó” y en los años 54 y 55 volvió a Villalpando, mozo, sin porvenir y sabiendo torear lo que ayudaba en los capeos para defenderse mejor que los puro novatos o veteranos.
En los años 1956, 57 y 58 se instaló en Salamanca con el sustento más humilde y ayudándose de algunos trabajos ventureros. Entrenaba en La Sindical, iba “de tapia” a tentaderos… hasta que le orientó y cuidó el señor Primi Lafuente, un maño asentado y querido en Salamanca que alquilaba ropa de torear y montaba modestos festejos, la mayoría sin muerte, en plazas de carros y talanqueras por tierras charras y zamoranas con su hijo Adolfo de banderillero. Ahí anduvo Andrés.
En el año 1959 toreó sin caballos en Vitoria, Guijuelo y alguna plaza de fuste y lo apoderó Santiago Santos Roda, abogado en la calle Prior de Salamanca. Fue un avance en su carrera. En estos años salmantinos era su mozo de espadas Zorita, un mocetón limpiabotas de Las Torres, con gafas ahumadas y trajeado, del barrio La Vega (Puente Nuevo). En los inicios de El Capea, con Paco Prado, fue Zorita su mozo de espadas. Por aquel tiempo “El Señorito”, también rasca y vecino de La Vega, ejercía en los soportales de la plaza frente al mercado. Gran persona.
En 1960 Andrés Vázquez toreó 3 tardes sin picadores en Logroño, con 28 años. Los días 17 y 24 de abril y 1 de mayo. Cortó 5 orejas y alternó con Palmeño, Pirri III, Curro Ortuño, Tinín I y Julio Molina “El Algabeño”. El 29 de junio, en Haro, mató 4 erales de Sánchez Arjona con “El Algabeño”, asentado entonces por el norte. Ese año, por junio, toreó el festival de Las Hermanitas de Salamanca con Pedrés, Ostos, Camino y los novilleros Miguel Flores y Giraldés. Ya era “respetado”.
En 1961 se asienta en Madrid, hotel Capitol. El empresario Antonio García “Maravilla”, torero de lujo en la Edad de Plata, lo apoderó, le adelantó dos millones de pesetas, y lanzó. Torea con caballos en plazas importantes y 8 tardes en Vista Alegre, que regentaba “Maravilla”, y varias en Las Ventas donde al año siguiente toma la alternativa en mayo con Gregorio Sánchez y Mondeño… De ahí en adelante, ferias, “victorinos”, retiradas, reapariciones y más de 400 corridas estoqueadas.
He leído en varios medios que “El labrador de Villalpando” aprendió a torear en las capeas ¡Nada más incierto! Puede que se inició, curtió o mentalizó para no malgastar más ocasiones, caso de que tuviera. Andrés, de chaval, anduvo con los capeistas y “toreros” paisanos en cercados, capeas, corrales y festejos populares. Aprendió y compartió con El Velas, Perules, El Poto, El Currero, Guardiola, los Villasante, Bombilla, El Meco…”dando capa”. Pero aprendió a torear y destacó en una escuela taurina con el maestro Saleri II a quién admiró y “culpó” de sus éxitos.
La esencia para que un pretendiente a torero progrese es un valor innato, o adquirido, que le permita permanecer sin huir o perder pasos cuando un astado- becerra, novillo o toro- acometa al estímulo que le presenta. Luego…gracia, personalidad, estoicismo, ganas, disciplina, sacrificio…y suerte ¡Creo yo!
En la imagen, el maestro Andrés Vázquez, con el toro Baratero de Victorino Martín.
Pedro Mari Azofra.