Rafael Ortega cumpliría en julio 100 años. Fue un ejemplo de injusticia informativa, empresarial y de público, con más fijeza en sus hechuras que en su toreo.

Los cronistas lo exaltaban como estoqueador cuando dictaba lecciones de natural profundidad y medida, enseñó a muchos y fue elogiado por buenos toreros.

Acabamos el partido en el frontón sevillano y me pregunta Pepe Luis si nos veríamos, como era costumbre los días de toros, por el Paseo de Colón. Le dije que me gustaba el cartel por Antoñete y Pepe Luis, que también este año cumpliría cien años, añade: “No olvides que hoy abre la tarde un gran torero que reaparece”. Eran los primeros días de la feria sevillana de 1967. Se refería a Rafael Ortega a quien yo jamás había visto en una plaza y del que solo tenía grabado aquello de “gran estoqueador”. Nunca toreó en Logroño. Ni en los años después de la alternativa ni en su reaparición entre el 66 y 68.

Ese hombre pasado de báscula, al que la extensión de su pelo estilo ensaimada no tapaba una exagerada coronilla, llamaba la atención desde que mecía el capote antes de que asomara el toro. Excelentes verónicas de recibo y en quites. Con la muleta dio una lección de natural profundidad, faenas medidas, pureza, ajuste, cargazón y asiento. Con la espada ni se fue al costado ni perdía de vista el morrillo. Dejó un buen recuerdo en Sevilla, obtuvo una oreja cada tarde, de siempre un tanto fría con los toreros vecinos. Especialmente con gaditanos y cordobeses. Ostos toreó y mató bien y ambos salieron a hombros. Seguro que saltarían al ruedo entusiastas de San Fernando.

Al final del ciclo repitió y aunque al anunciarse los carteles mi curiosidad se centraba en ver a Chamaco, al que no había visto en un ruedo, la pasé a segundo término y me interesaba la presencia del “Tesoro de La Isla” que volvió a dejar muestras del mejor clasicismo con detalles de hondura, redondos y toreo natural de traer en la muleta la embestida desde el arranque bóvido. Esa tarde Andrés Hernando estuvo hecho un jabato y cortó dos orejas a un toro banderilleado con las negras. En las cuadrillas formaron Carriles y Chapi, asiduos al frontón y con quienes contrasté mis impresiones. No vi más de luces a Rafael. Sí un ratito en “El Berrocal” de Navalón coincidiendo que estábamos tentando por Ciudad Rodrigo con novilleros riojanos.

De este hombre dijo Antonio Ordóñez: “Es el mejor que ha toreado de todos nosotros”. Antoñete, por el año 85, dejó escrito: “Rafael Ortega es el torero que más me ha gustado. Es el más completo y el que ha toreado con mayor pureza”. Son manifestaciones de dos protagonistas del toreo bueno. Como anécdota anoto lo que escribió César Jalón “Clarito”, por el año 1950, a modo de presentación: “Llega al elenco de matadores el gaditano Rafael Ortega, de cuerpo espeso, cuello escaso y, en fin, mal conformado; partidario del toreo hondo y del buen matar”. A Cañabate y Corrochano…les costó entregarse con el toreo de Rafael. Cossío no lo puso bien nunca y de ahí llegó el rebote del matador y periodista Juan Posada, admirador y defensor de Rafael: “Cossío, tratando a Rafael, mostró su flojo conocimiento en el arte de torear aunque fuera un gran historiador”. Otros toreros que firmaron admiración por el torero de San Fernando fueron Pepe Luis, Manolo González, Aparicio, Manolo Vázquez…señalando, en general, que destacaba toreando con la izquierda.

Curro Vázquez después de ver torear a Rafael, ya mayor,  una becerra no quiso salir a la plaza  porque “no había visto torear así jamás y le daba miedo hacer el ridículo”. Ortega fue director  de la Escuela Taurina de Cádiz, patrocinada por la Diputación de la bahía y allí se hicieron toreros, entre otros muchos, Galloso, Ruiz Miguel, Antonio José  Galán, Paquirri, Riverita, Padilla, Currillo, Jesulín, Antonio Lozano, Domingo Valderrama, Chamaqui…siendo  el maestro luego mentor de José Antonio Canales Rivera al final de los noventa. Alguno de los nombrados no disfrutó de la escuela reglada pero se empapó de la lecciones particulares de Rafael en su finca o vaquería donde, como Ruiz Miguel “El león de la Isla”, trabajaban y aprendían el toreo.

Otros fueron orientados muy de cerca por Rafael a través de su primo hermano Paco Ortega, su mozo de espadas   hasta la retirada, que los apoderó. Es el caso de Ruiz Miguel y Jerezano, un gran torero al que cortó una carrera brillante la intervención caciquil y recelosa de Antonio Ordóñez en sus gestiones. Paco, gran apoderado de Ruiz Miguel, también fue becerrista y banderillero y murió con poco más de 60 años.

Francisco Ruiz Miguel “El Cañaílla” ha sido un caso especial: Toreó 100 corridas de Miura, casi tantas de Victorino y otro ciento entre pabloromeros y murteiras para sumar en su carrera millar y medio o ahí andará. No se olvida de recordar a Rafael Ortega al que admiraba y quiso alcanzar sus lujos de vida  haciéndose torero. Era un estímulo. De Rafael aprendió a matar atacando entre pitones, a calcular las distancias, observar las reacciones del toro y a no levantar la mano ni a los hombres ni a los toros. A pesar de su maestría no evitó cerca de veinte cornadas.

El año 1981, en Logroño, hubo 6 corridas de toros, 6. Palomar, obtuvo una oreja y otra Emilio Muñoz. Hizo doblete Ruiz Miguel que una tarde cortó a un “Victorino” dos orejas, con fuerte petición de rabo, y en la otra paseó una oreja. El resto de faenas, hasta 36, se “premiaron” con silencios, pitos y broncas la mayoría. Una vergüenza para recordar… con todas las “figuras” del momento en el cartel. Ese año, el diario “El Correo” premió como triunfador a Ruiz Miguel y el trofeo de la “Peña 21”, que se había presentado hacía un par de años o tres, fue para el periodista taurino Manuel Molés. El torero se mosqueó un poco y Echarri, aficionado, amigo y jefe de ventas o algo similar de Bodegas Olarra, preparó un homenaje al torero por todo lo alto entre barricas al que asistieron Julio Aparicio, el empresario y ganadero Manuel San Román, su esposa Ramona, Miguel Flores y muchos más.

Habló Ruiz Miguel de su maestro, paisano…y haciendo mención al injusto olvido y su grandeza nos comprometimos, firmando convencidos,  un puñado de asistentes a promover un homenaje a tan gran torero olvidado. Teléfonos, consultas, fechas…!Y nada!

Dejó escrito el gran Luis Buñuel: “Los pliegos de firmas solo sirven para tranquilizar la conciencia”. Todos concluimos en que había que hacer algo, como taurinos, que borrara el olvido y la subestima de un gran torero. La ilusión se fue hundiendo en el olvido… con las conciencias tranquilas.

Guardo las firmas de entusiasmo, lo de escribir sin pruebas es lo que se lleva, y siento no poder “traducir” algunas. Pero transcribo las de Francisco Ruiz Miguel, Salva Gómez, Marce Magaña, Valentín Ruiz, Jesús Rubio, Crescencio Cañas, Ricardo Palacios, Manuel San Román y su esposa Ramona, Emilio Carreras, José Luis Irigoyen, Fernando López, Carlos Marín, Jo-Vic, el fotógrafo Salva, Chavola, Rafael Elices…

La biografía de Rafael Ortega indica como un desacople de edad comparado con el trayecto de sus coetáneos. Por ejemplo: Nació el mismo año que Pepe Luis que tomó la alternativa en 1940 y el gaditano, en Madrid, por octubre de 1949; con 28 años tras haber triunfado tres tardes de novillero en Las Ventas esa temporada a donde llegó anónimo.

Como algo histórico se citaba en Pamplona la grave cornada de un bohórquez el año 1950. Sufrió muchas, otra gravísima en Barcelona en su reaparición,  y muy graves. Fue tan terrible la navarra que en varios informativos  dieron a Rafael por muerto. Pero lo “revivió” el doctor Juaristi . Casi 50 años después, poco antes de su muerte, “escenificó” en el ruedo pamplonés el grave trance con el presidente del CTP Ignacio Usechi en un paseo que se dio con  su esposa Pepita Camacho por la capital de Navarra.

En abril de 1988 hubo un Congreso Taurino en Jerez al que no asistieron más que dos informadores y ningún matador en activo o  retirado, salvo Rafael Ortega Domínguez. En una intervención dijo: “Los toreros no dejan de quejarse pero luego cada uno va a lo suyo ¿Han visto por aquí alguno?”. Hablamos mucho, me enseñó su pueblo, la plaza de toros, como acosada entre calles y un poco abandonada, la “Venta Vargas”…¡Qué hombre tan sencillo y a la vez tan ocurrente y sentencioso cuando hacía justa crítica! Y qué pena que solo lo pude ver dos tardes vestido de luces. Menos es nada.

En San Fernando, la actual escuela taurina se titula Asociación Cultural Taurina “Rafael Ortega”. Luchan para sembrar toreros y que no se apague el rescoldo de los nativos que lucieron. El que fuera matador de toros, Antonio Pérez, y el informador taurino, en prensa y radio, Sergio Pérez Aragón están en vanguardia entre otros. Con grabaciones de Rafael toreando, aunque sea con americana en la Casa de Campo de Madrid, se pueden obtener bellas lecciones…de toreo. Este humilde testimonio solo pretende ser un sencillo recuerdo al centenario del maestro y una ovación a los que continúan su espíritu docente, hoy más necesario que nunca.  Las escuelas taurinas son el futuro de la fiesta de toros…íntegros, bravos, fuertes y que embistiendo creen víspera de peligro y emoción a los que dejan la leña en las taquillas para mantener el espectáculo. Es la base. El resto lo aportan los toreros con variedad y huyendo de la monotonía.

Pedro Mari Azofra 

-PIES DE FOTOS

-Manuel San Román, Miguel Flores, Ruiz Miguel y Julio Aparicio.

-Congreso de Jerez. Año 1988. Rafael Ortega.

-Rafael Ortega iniciando un pase de pecho.

-Paseíllo e inicio de estocada.

-Pliego de buenas voluntades..  sin más.