Giovanni Tortosa es un tipo creativo por excelencia, amante de la mejor fiesta del mundo, la que subyugó a escritores de la talla de Ernest Hemingway, pintores como Goya y un elenco de artistas en todas las facetas que, inexorablemente, podríamos decir que se trata de una fiesta cautivadora.

Nuestro compañero, convicto y confeso de las dificultades por la que atraviesa la fiesta en todos los órdenes, no ha dudado un instante en poner su arte al servicio del aficionado y, asumiendo la responsabilidad que le caracteriza como artista, promover esta fiesta inigualable en la que, además de rendir pleitesía al aficionado como icono espléndido para que las corridas de toros tengan su razón de ser, no contento con todo ello, Giovanni se recrea junto al toro y, por ende, junto a los toreros; es decir, con su arte rinde tributo a ese triunvirato que representan el aficionado, el toro y el torero.

Nuestro artista ya podría sentirse satisfecho con la columna o ensayo semanal que nos regala para mostrarnos, como tantas veces dijimos, su faz más creativa en aras de la búsqueda de todo aquello que pueda ser interesante para el aficionado. Hoy, como su lienzo nos muestra, Giovanni se ha recreado nada más y nada menos que con la figura de aquel artista de los setenta que tantas veces nos cautivó; aquel nació en Valladolid para que la ciudad castellana fuera conocida en el mundo entero. Se llama, como no podía ser de otro modo, de Roberto Domínguez, ese artista que nació a la vera del Pisuerga.

Gracias, amigo Giovanni. El karma de la vida de aliará junto a ti para que, en el devenir de los días el éxito sea siempre tu aliado.