El peruano cortó 4 orejas en una tarde de lleno y Hermoso de Mendoza II, 3 en el cartel de toreo a caballo.

Con un trofeo se fueron Emilio de Justo, con debut y dejando una grata impresión, Ferrera y Garrido y hay que destacar la seriedad de pitones de los encierros y que solo una tarde se cubrió el aforo permitido.

15 de los 24 toros lidiados ofrecieron cualidades positivas de toreabilidad y los fallos “a espadas”, nos referimos a matadores, no consumaron algunas faenas de premio.

Ni El Juli, con Manzanares, ni Urdiales con Ferrera, ni los toreros a caballo cubrieron el aforo sanitario de la plaza. Debieron  rondar por 15.000 las entradas que se vendieron  entre las cuatro tardes. Que si dos tercios, que si tres cuartos, que más de media…Urdiales, De Justo y Roca Rey cubrieron el cupo y dieron la tarde más satisfactoria a los consumidores con diversidad torera para elegir, alabar, contradecir, ensalzar y descartar. En el toreo siempre ocurrió lo mismo: Todos los que han destacado, y mandado, han tenido grupúsculos de iluminados que han estado en desacuerdo con su toreo. Han dado oportunidad para que un cierto sector presuma de “entendido” buscándoles defectos.

Es normal que haya diversidad de gustos. Me encantan los contrarios de opinión porque al contrastar se aprende. Si a un socio  le gusta más la panceta o el salchichón que el jamón o el chorizo es lógico y justo que lo manifieste. Aunque sea minoría. Pero es intolerable que el paisano quiera convencer que “las patas ibéricas” o el choripen sequito y serrano, no el “chori” ratero, no son un manjar excelso sino una bazofia.

En las cuatro corridas de toros se han cortado 10 orejas. Tres en la de rejones y cuatro Roca Rey. El resto fueron para De Justo, Ferrera y Garrido. La presidencia debió dar, por petición y por méritos, una más a De Justo u otra a Urdiales. Y El Juli, Manzanares y el riojano Urdiales debieron obtener alguna otra si hubieran sido certeros matando. No solo hay que pinchar sino empujar más.

Me gustó la presencia de la mayoría de los toros lidiados: Con sus puntas, cuajados, serios…nada que ver  con las trufas que estamos viendo por esas plazas. Y en cuanto a comportamiento, los “capeas” ofrecieron un saco de orejas. Los “zalduendos” segundo, tercero y quinto fueron un lujo en repetición, temple, transmisión…alguno más fue noble pero sin brío ni potencia. Los “cuvillos” segundo, tercero, cuarto y sexto abundaron en repetición, humillamiento…alguno de lujo. Los de Garcigrande se movieron y fueron serios. Eso jode mucho a los acostumbrados a la pastueñez  y la calma. El tercero, cuarto y sexto, por fijeza acometida y codicia fueron para haber triunfado con un público jaranero, festivo y gozalón. Pero…eran bruscos, incómodos…No fueron nobles de carril y suavones sin emoción.

No quiero consultar pero me han venido a la memoria los anteriores y creo que los resultados no se han ajustado a la oferta cornuda tratándose de toreros que “ejercen” a diario hace décadas. Ni por aproximación.

Diego Urdiales, en el insulso mano a mano, mejoró la sosería de su primero con temple, gusto y compás sin emoción. En el sexto dejó verónicas para enmarcar y en el sexto mostró torería contra la sosera del toro.

La tarde en que arrolló el toreo, valor, disposición, temple, quietud y variedad de Roca Rey, Urdiales templó ceñido y con ligazón en el que abrió plaza cerrando con doblones toreros. En el otro, con empaque y torería en los medios, cargando las suertes, despacioso, encajado y con sevillanía torera en los remates bordó una serie por ambos lados  para enseñar en escuelas taurinas. Hasta el abaniqueo final fue bonito. Pero…tres golpes de descabello duran mucho tiempo y la mara de bullanga y cuartillo es olvidadiza.

Me gustó mucho Emilio De Justo, que debutaba en Logroño, con maestría desde que llevó al parapeto a sus toros. En el quinto, que brindó a Diego Urdiales, estuvo firme, en poco espacio y relacionando  los pases traídos en cites lejanos. Tras coladas, expuso y mereció oreja por la gran estocada. En el segundo estuvo mejor. Verónicas ceñidas, chicuelinas, armónico con ayudados por alto, muleta baja, temple, ligazón…todo en poco espacio y con firmeza. Me gustó mucho este torero que además se entrega muy convencido al matar…y saluda poco. Hay toreros que saludan al público más que los rejoneadores.

Garrido, que torea poco, tuvo momentos en su primero girando plantas, con la derecha, con temple y remate torero. Con la zurda alargó y ligó pases meritorios. En el  sexto, que muleteó rápido, perdiendo pasos y salteado, su mejor momento fue al final de faena que trajo de lejos al toro y firme, reunido y con mano baja remató con  el de pecho antes de unas movidas mondeñinas y estocada.

En la tarde de toreo a caballo, Hermoso padre mantiene la cátedra y ejerce el control y la docencia a pie de obra. Su hijo Guillermo ha asimilado las lecciones doctorales patriarcales y ha añadido brío, espectáculo y dinamismo.

El riojano Sergio Domínguez, a la altura de sus compañeros,  hubiera cortado orejas de haber acertado con el garrochón de muerte. Toreó, expuso y clavó al estribo en numerosos pasajes. Arriesgó y templo en embestidas, dejó llegar los mochos cuernos a las cabalgaduras, puso cortas, quebró para largas, ofreció pasadas limpias y expuestas y ganó palmas citando con corbetas y en remates con oportunas piruetas saliendo de pasajes toreros. Pero…hay que matar con brevedad…y sin bajar de la montura para repicar con la cruceta en la testuz bovina.

Pedro Mari Azofra