Salvador Távora, torero, cantaor, dramaturgo, director y creador de la Escuela Universal de Teatro.
Toreó en Sevilla y Madrid, y colgó los trastos de subalterno tras una tragedia en el Coliseo Balear de Palma de Mallorca.
En verano de 1960 murió el primer torero a caballo en un coso: Salvador Guardiola en el Coliseo Balear de Palma. El novillo lo desmontó y astado y corcel cayeron sobre el torero que fue desnucado. El sobresaliente que remató al bóvido fue Salvador Távora. Compartía cuadrilla con Ignacio Álvarez, de Tomares, y el algabeño Jaime Malaver ex matador de toros que en el 49 toreó en Logroño mano a mano con el arnedano Heliodoro Díaz “El Naranjero”. Sobresaliente, el logroñés Julio “Manchitas”. Tras el suceso, Távora colgó los trastos.
Salvador toreó en Sevilla un festival invernizo en el 52 y cortó orejas y rabo. Alternó con Pareja Obregón, Rafael “Gitanillo”, Rafael Ortega “Gallito”, Curro Puya y Salomón Vargas. Puro gitanismo pues Távora era “cuchichí”. En mayo volvió a la Maestranza: novillos picados toreables. El Ruedo: “Cierto aire torero. Le falta cuajarse artística y físicamente”. Debutó en el 53 en Las Ventas como “Gitanillo de Sevilla”. Novillo “fácil y boyante”. Trompicado al matar, no salió de la enfermería. Marqueríe: “Menudo, nervioso…lleno de expresión dramática”. También toreó en Ubrique y Utrera. No cuajó un torero y la denuncia social ganó un paladín.
Távora nació en El Cerro del Águila, año 1930, barrio marginal de Sevilla surtido por emigrantes de Extremadura, Almería, Granada…para emplearse en Hytasa, factoría textil. Con 14 años entró Salvador como aprendiz de soldador tras estudios primarios en la escuela pública del barrio. Con lectura y clases extras, tras horario laboral, labró sus inquietudes y formación obsesionado por alejar los tópicos andaluces, defender el conflicto proletario, delatar las tropelías sociales y ensalzar la fiesta de toros y el flamenco genuino. Desde niño creyó que ser torero o cantaor eran las salidas para los excluidos, hasta les costaba comer, y sus primeros trancos toreros fueron en los corrales aledaños al matadero. Sonaba el barrio así: “La banda del Cerro, uno tocando y todos pidiendo”. ¡Ambiente!.
¡Coincidencia! Una familia que llegó a El Cerro en los cuarenta fue la de Diamantino García Acosta, desde Ituero de Azaba, Salamanca. Conocido como el cura de los pobres y jornaleros, fundó el Sindicato de los Obreros del Campo. Solían reprocharle ser de extrema izquierda y decía: “No. De extrema necesidad”. Nació en 1943 y murió de cáncer con 50 años. Trabajó de obrero y renunció al sueldo de cura.
En El Cerro nació el gran torero Diego Puerta, 1940. Tuvo su madre un kiosko de chucherías, el padre en el matadero… Sin iglesia, como a los demás nativos lo cristianaron en san Bernardo, la más próxima. Racionamiento, chabolas, pobres…
Salvador, en los 60 lució su cualidad cantaora en las compañías de Juanita Reina, Gracia Montes… Formó parte de Gitanillos de Bronce, dúo Los Tarantos… a los que se unió Manolo Sanlúcar, y grabó en solitario discos con títulos como “Segaores”, “Andalucía la que divierte”, “Amor y Paz”, “Campesinos tristes”…A la guitarra El Tomi de Triana. Actuaba el futuro dramaturgo en “La Cochera” de Puerta de la Carne, “El Oasis”, cabaret en carretera de Cádiz, trabajara o no se le veía en “Los Gallos” del Barrio de Santa Cruz… De chaval se infestó con soleares del Papero y fandangos del Bizco de Amate: Conocía el flamenco, el toro y el caballo.
Visitaba, como todos los flamencos sevillís, el bar Pinto donde se veía a diario a la “Niña de los Peines” en un velador. Por allí pasaban Naranjito, Mairena, Valderrama, Fosforito, Fregenal…bailaores, cantaoras…que también alternaban en El Riviera y más en La Tropical, todo en La Campana. No faltaba a la taberna El Traga, calle Jimios a espalda de la Avenida, donde Vicente atendía con ángel y muleta a granujas, actores, artistas, toreros…Bebían los Hnos. Reyes, Chocolate, El Cojo Peroche, Paco Toronjo, estrellas del cine, los “cómicos” trianeros Silvestre y El Loqui, Joseliqui, El Beni, el marisquero Sanlúcar…¡Qué década los sesenta! Me atraía El Niño de Fregenal en el rinconcito izquierdo de la entrada. Chiquito, buena gente, con quijadas salientes, un lobanillo en el bajo izquierdo de la cara, repeinado, republicano…: “Mi fandango es el mejor, porque tengo sello propio. Donde yo voy a cantar, que no me tomen por otro, que soy el de Fregenal”. Un figurón del cante.
Como torero no olvidó Távora el ambiente taurino ni Los Corales, que mirando a san Francisco unía Sierpes con Polavieja, o la Granja Garrigó, de la calle Tetuán… Aquí lo conocí por Gaonita y El Pío, que le enseñó a torear cuando él entrenaba con Cobo, Salazar, Flores, Salomón…en La Pañoleta o campo de fútbol de Camas. El sabio Camino, con 10 años, los admiraba cuando llevaba el almuerzo a su padre.
Lo llamaron para colaborar en “Oratorio” del Teatro Estudio Lebrijano por el año 69, creó la compañía “La Cuadra de Sevilla” y en el 72 triunfaron con “Quejío”, denuncia social de la opresión del pueblo cantando su drama y el franquismo creyó que se trataba de flamenco para guiris. De ahí hasta hace un rato, Távora dirigió unos 30 espectáculos que han visto más de tres millones de personas en 35 países y 200 festivales. Quiso demostrar que el flamenco era una cultura convertida en parodia con un compás que no era el real de Andalucía. Basó la inspiración de su obra en vivencias del barrio, su trabajo de obrero, reuniones de izquierda en la dictadura, el flamenco- descifrando el quejío con la vida y devolviendo al arte jondo su lamento de aguante -el toreo, la Semana Santa y El Rocío. La Generalitat le prohibió “Carmen” en el 99 y 2002, en la Monumental de Barcelona, por incluir un toro de rejones y el Tribunal Supremo la condenó a indemnizarle.
Hubo en la zona sevillana de Heliópolis una “Cuadra”. Un baile así como impúdico, obsceno…cochino diría un pietista. Al lado, para después, “La Pocilga” especialista en guiso de garbanzos. Esa cuadra pasó a la calle Santo Domingo de la Calzada, barrio de Nervión, tras el hotel Los Lebreros, y mantuvo el aire fundacional. Nada que ver con la compañía de teatro ¡Que no surjan confusiones!.
Anoto algunas obras de Távora: “Andalucía amarga”, “Flamenco para Traviata”, “Nanas de espinas”, “Las Bacantes”, “Picasso andaluz”, “Don Juan en los ruedos”, “Pasionaria, no pasarán”, “Identidades”, “Los Palos”, “Carmen: Ópera flamenca de cornetas y tambores”…Fue laureado con la Medalla de Andalucía, Medalla de oro de las Bellas Artes, el Max de Honor de las Artes Escénicas, Premio Cultura Gitana, hijo predilecto de Sevilla, premio Ercilla de teatro, poseedor de la Creu de Sant Jordi …En su barrio hay calles con su nombre y los de sus obras.
El 3 de agosto de 2001, a las 22,30, anunciaron en el coso de Vitoria “Don Juan en los ruedos”. Ópera popular de caballos, toros y cante de Salvador Távora. Participó el mítico caballero Ángel Peralta lidiando a la usanza del S. XIX. Dos toros de Guardiola para Álvaro Montes, señorito a caballo y el matador, a pie, Juan Manuel Benítez al que apoderaron Espartaco I, El Pío… y tomó la alternativa en Sevilla con Pepe Luis, hijo, y Dávila Miura. Era empresario Javier Guinea, participaron unas 50 personas y los precios iban de 2.500 pts. a 12.000 las barreras. Debut en el norte con 2.000 asistentes, entre ellos Javier Maroto, concejal. Pretendía Távora favorecer el arte multidisciplinar contra el “teatro de la palabra” y desechar el “cartón piedra”. Destacó en el cante Ana Peña y cortó orejas el joven Montes. Kepa Tamayo y los animalistas trataron de evitar el evento popular en el Gobierno vasco. A la entrada del coso estaban una docena con velas y disfrazados.
El 26 siguiente se anunció en la feria de Almería “Carmen: ópera andaluza de cornetas y tambores”. Un toro para Ángel Peralta y Álvaro Montes.
Salvador murió comenzando el 2019. En el 2007 creó un teatro en su barrio que en 2014 quebró. Los artistas de La Cuadra se hipotecaron en cooperativa y ningún ente público ha hecho un quite digno. Concha Távora, hija, José Luis, administrador y los actores lo están salvando…como pueden. Sevilla no ha tratado como debió una herencia cultural histórica. Los políticos pudieron haber “apartao” una “mijita”, incluso vitalicia, del saqueo de los “eres” para el legado de Távora. El flamenco, industria subvencionada, tampoco ha dado pasos para echarle flores.
De políticos y cultura nunca esperé algo. Su zafiedad, ignorancia, falta de educación patriótica, no patriotera, su picaresca con chusma poco exigente, el poder y el dinero, su necedad… impiden hablar de ilustración. Lean sus programas y promesas en el “hemicirco” y cotejen a los años. Sorprenden por mastuerzos, simples, rateros, cambiantes, vanidosos, fanáticos, odiadores, racistas, excluyentes…Lo que más me jode es su oportunismo, hipocresía y desfachatez. Ni astutos o razonables son ¡Salvo algunas excepciones, que las hay y aplaudo! Ignoro de dónde saltan o cómo se forman. O el meritoriaje para el enganche ¡Y qué cantidades hay en nómina!
Pedro Mari Azofra
En la imagen, Salvador Távora con el mítico y genial Curro Romero.