Lo tuvimos día y noche en nuestras televisiones, parecía un personaje diseñado para la familia Simpson; al final se convirtió en alguien de nuestro propio entorno. Su rostro blanquecino, como enharinado y ojos de búho se nos coló para bien o mal en nuestra cotidianidad. El ya mítico licenciado Simón pretendía explicarnos lo casi inexplicable, y sentíamos sus balbuceos, la inseguridad que le acorralaba como un manso de Saltillo. Pues al final de todo ese relato y a pesar de lo polémico que fue el portavoz de la «plandemia» en versión made in spain, habrá que decir aquello de: tenía razón el licenciado. «Esto no es más que una gripe, quizá un poco más fuerte, pero una gripe», «no hace falta ir con mascarilla, esto no es tan grave».

Pero al famoso experto le tuvieron que leer la cartilla a los pocos días. Fue llamado al orden y sus superiores, es decir los ilustres parientes de Satán, la OMS, que dio más de treinta versiones del supuesto virus,  le pondría al tanto de que aquello no tenía que ver con la salud y sí con la dictadura comunistoides que asola el planeta; -aunque no se lo explicarían de ese modo. El caso es que el personaje de piel descolorida y rizos amarillo lejía, tuvo que cambiar drásticamente su discurso y por ello le vimos tantas veces con ánimos de salir corriendo a Portugal a comer bacalao y emborracharse con vino verde entre fados lacrimosos de Amalia Rodríguez  y no volver jamás a un plató televisivo. Lo de los pinchazos nunca se lo tragó, lo tuvo claro, por eso y aunque fuera con la boca pequeña y entre frases ambiguas; -por si acaso sus superiores le enviaban a la silla eléctrica-, se dejó caer diciendo que no serían necesarios y mucho menos para los niños y adolescentes.

Desde que empezara este festival de la codicia y la sinrazón, lo seguimos con curiosidad y fascinación detectivesca, pero los números nunca nos salían: para empezar, las cantidades de afectados por el presunto virus en China no superaban las cifras de víctimas por la gripe común que cada año se daban en el país asiático. Tampoco nos encajaba que en Ciudad Real o Segovia, los ancianos que vivían en residencias fueran cayendo como moscas, y sin embargo y al mismo tiempo, en las dos Coreas y Japón, tan próximas a China, el virus pasaba de largo cuál cisne en un vals de los hermanos Strauss.  Recordemos aquella inmortal frase salida de la pérfida y vampírica boca de Christine Lagarde, a la sazón Presidenta del Banco Central Europeo, que decía así: «Los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global. Tenemos que hacer algo, ¡y ya!». ¡Como diría un castizo, blanco y en botella!

Teníamos por tanto, ante nuestras narices otro presunto virus selectivo, algo así como el sida, que seleccionaba caprichosamente atacar a drogadictos y homosexuales. Aquel virus que nos vendieron como fruto de una cópula entre unos chimpancés y un turista perdido en la selva africana. Algo así hicieron con aquel robaperas de Antonio Anglés, al que convirtieron en una especie de James Bond valenciano y al que todavía andan buscando en cualquier sitio menos en un cementerio que es donde se encuentra. La imaginación para estos casos es altamente febril y enfermiza. En el asunto del sida se forraron los fabricantes de preservativos o profilácticos para ser más finos. En la actualidad, el oro de esta «plandemia» se lo está llevando mucha más gente; pensemos en esos absurdos e inútiles geles, mascarillas, y por encima de todo la gran estrella: el experimento genético al que llamaron vacuna.

La prensa oficialista que potenció esta farsa, previo cobro de dineros gubernamentales fue un silenciador de la realidad, pero ya decidieron ir sacando algunas perlas como recientemente hacía el diario El Mundo con este titular: » Durante las peores semanas de la pandemia, 2200 camas-Uci estuvieron libres en España mientras 12000 ancianos morían sin asistencia en las residencias». Mientras todo esto sucedía, muchos españoles salían a sus balcones en aquellos encierros ilegales, para rendir homenaje al legendario Dúo Dinámico con aquello de «Resistiré», y ya de paso echar unos aplausos al personal sanitario. ¡Todo muy surrealista!

Las máscaras de todos esos siniestros personajes del globalismo que llaman la élite mundialista van cayéndose, aunque muy lentamente, como si tuvieran una gran  resaca de alcohol, cocaína y algún chupito de adenocromo en el largo carnaval veneciano; los Rockefeller, Rothschild, Soros, Bill Gates y los integrantes del Foro de Davos, los de la agenda 2030. Y junto a ellos el famoso doctor investigador Anthony Faucci, aquél que también estuvo detrás del sida y que no tuvo reparo en sacrificar a niños huérfanos para crear sus diabólicos ensayos; no tenía suficiente con experimentar a través de ratas, que tenía que hacerlo con humanos. Ahora, los defensores de los animales le han denunciado por maltrato a éstos. Al respecto de los niños muertos como víctimas de este sujeto, no han denunciado nada.

En una sociedad donde las creencias religiosas se desplomaron como la Bolsa de Tokio en un día aciago, donde el personal va perdiendo valores éticos y el escepticismo es como la piedra filosofal del presente, de repente todo el mundo cayó rendido en la fe, cuál Pablo de Tarso en el desierto, ante un producto misterioso y que ningún facultativo recetó. Para comprar un vulgar paracetamol te exigen receta, para arponearte las veces que les dé la gana te lo hacen gratis y sin receta. ¿Vieron imágenes en primer plano de algún político dejándose meter el líquido en vena?  Pero, los que están detrás del invento no muestran la ingenuidad del personal y piensan así: «La verdad es que no necesitamos vacuna para esta enfermedad», le decía el director de Pfizer, Albert Bourla al jefe de la FDA,  «pero cuanto más rápidamente se apruebe la vacuna, más rápidamente se distribuirá y la gente se sentirá segura». Bourla reconoció un periodo de vacunación de 5 años, para asegurar más pinchazos y maximizar el beneficio.

«Cuando la gente empiece a perder el miedo, inventaremos una variante del virus para asustar a los ingenuos y que ellos mismos pidan más pinchazos». En este momento de la negociación, Hahn le hace la siguiente confesión a Bourla: otra compañía farmacéutica de la competencia le ha hecho una oferta similar. Sin nombrar al competidor, le dice que la autorización de «uso de emergencia de la vacuna» será compartida entre varias empresas farmacéuticas y que «habrá tarta suficiente para todas ellas» (se entiende que se repartirán los astronómicos beneficios). Esta admisión de Hahn prueba que las compañías farmacéuticas comparten similar «ética»: el beneficio económico por encima de la salud de las personas.

Lamentablemente para una humanidad todavía durmiente, que no se entera quienes son aquellos que les engañan, esta partida la han ganado y por goleada los siniestros globalistas; mientras el personal ha asumido arrodillarse como penitentes en el puente de Triana, pero no delante del «cristo de los gitanos», sino ante estos hijos de Satanás cuya argucia ha sido aterrorizar como si fuera la productora cinematográfica Hammer, con una enfermedad que tiene una letalidad de sólo un 2 x1000, de un supuesto virus que nadie logró aislar, que nadie vio pero que fue más promocionado que la mascota Coby, aquella de los juegos Olímpicos. ¡Por cierto, que casualidad tener el mismo nombre!  En España, el registro de defunciones del año 2020 no superó en cifras al del año anterior; es decir, no se produjo un pico ascendente por la letalidad de la «gripe china».  La próxima farsa, ya saben: el cambio climático. Andan engrasando a esa histérica diabólica muñeca de nombre Greta, que es como un fetiche erótico para esta sarta de depredadores. Que como diría nuestro querido Julio: «y lo sabes»….

«Se ha sometido a la población mundial a un experimento humano ilegal» (Valerie Oyarzun Fontanet, Fiscal titular de la Audiencia Provincial de Lleida)

Giovanni Tortosa