A lo largo de la historia, hemos conocido diversos reinados, exclusivos o, reservados para familias de sangre azul. Pero esta corona que ha dado la vuelta al mundo que pareciera haber surgido de la nada, “un coronavirus” que nadie desearía sustentar sobre sus sienes ha venido a causar grandes estragos y prácticamente tiene el mundo paralizado y de cabeza. Yo, reconozco que es verdad que están pasando muchas cosas, pero es el miedo, lo peor….

El miedo se instaura con una facilidad impresionante en nuestras vidas, en nuestra mente, en nuestros cuerpos y, en la conciencia colectiva y,  aunque sabemos que es aprendido, nos pasamos gran parte de la vida, alimentándolo, y si permitimos que prospere, unido a la tristeza, el estrés, la angustia, incertidumbre, el desasosiego, la zozobra, y preocupación, el banquete estará servido.

Veamos la situación desde otra óptica, es mi propuesta. Esta es una maravillosa oportunidad para introspectarnos, para ir adentro a revisar en que creemos, por qué, para qué, qué, de todo esto nos sirve, y ya hemos escuchado una y otra vez que todo esto baja nuestras defensas.

Los invito a vibrar alto, a aprovechar la oportunidad de esta pausa forzada para restablecer la comunicación con la familia, el entorno, a tomarse un descanso, a replantearse a qué vinimos, y cómo podemos aportar al otro, al vecino, al desconocido, al amigo, al compañero, al forastero, a la familia misma.

Esta es una estupenda oportunidad para ser más agradecidos, para contribuir a que la conciencia colectiva se eleve, para pensar que no necesito ir al supermercado a arrasar con todo lo que hay en las vitrinas, que lo mismo que yo necesito, lo necesita el otro, que puedo ser un comprador moderado, que debo darle la oportunidad al otro de abastecerse.

Que pese a todo lo que está ocurriendo, tengo un YO, que siente, discierne, piensa y que si soy coherente, puedo confiar en mí, en mi salud, y reconocer que es más mi actitud frente a las circunstancias la que determinará qué tan alto está  mi mecanismo de defensa para no contagiarme, no contagiarme no sólo del coronavirus, no contagiarme del pánico, de la negatividad, de la tristeza, más bien ir por ahí desentonando, con una frase amable, con una sonrisa, con todo está bien, esto también pasará….

Escucha música clásica, haz una oración, medita, relájate, ríe, siembra una planta, escucha a alguien que tenga temor y compártele tu tranquilidad, se paciente, tolerante. Escucha tu respiración, observa el ritmo de tu cuerpo, desecha toda tensión, es una sabia y hermosa forma de asumir este momento, de contribuir para que ese proceso se disuelva, sincronicémonos con el amor, la serenidad, la paz, la confianza.

Todos los remesones, traen cambios, y los cambios son buenos. Expande tu luz, tu amor y siente qué entre todos, muy pronto esta experiencia habrá pasado dejándonos grandes enseñanzas. Ciñe sobre tus sienes la corona de la victoria por haber vencido el miedo, y confía en la divinidad que te acompaña. ¡¡¡Transmuta el temor en luz!!!

En la imagen, la imaginaria corona de la victoria que todos debemos de ceñir una vez vencido el miedo que, como sabemos, es el gran dictador.

Ingrid Matta, doctora en homeopatía.