Vivimos tiempos confusos y marcados por interrogantes. Tiempos donde se abusa de una población domesticada y servil. Ahora los malos están en las poltronas del poder. Los malos me refiero a Bildu, o lo que es igual el brazo político de aquella criminal ETA que asesinó a casi un millar de inocentes (sumado al de miles de víctimas inocentes y damnificados) con el tiro en la nuca por la espalda y la Goma-2, además de la extorsión y el chantaje a quien no se plegó a su impuesto revolucionario. ETA fue la mayor lacra  sufrida en la Democracia -aunque naciera en tiempos del franquismo- y la que dejó un reguero de tanto dolor. Una banda terrorista a la que se arrinconó, encarceló, se le quitaron las armas y quedó inactiva gracias a la labor de las Fuerzas de Seguridad del Estado.

Y aquí me descubro ante la inmensa labor de las Fuerzas de Seguridad, en este caso de la Benemérita, un Cuerpo que durante años, prácticamente todos los días, enterraba a alguno de los suyos y jamás se dio por vencida mientras detenía comandos, desactivaba explosivos, decomisaba zulos y lentamente le restaba músculo asesino a los malhechores. Esa Guardia Civil que tiene tantos hombres que lo dieron todo por salvar vidas y no tuvieron día ni noche para acabar con la lacra. Gente en la pomada, como el coronel Diego Pérez de los Mozos, a quien el actual Gobierno ha pagado con la moneda de la traición tras una carrera ejemplar y privándolo del merecido generalato que se ganó gracias a su brillante hoja de servicios protagonizado tras salvar tantas vidas de las balas etarras. Ahora, De los Cobos, ya no le queda otra que esperar su pase a la reserva, mientras ve deshojar los días en un destino impropio para quien fue capaz de volar tan alto.

Más doloroso es aún el caso del también coronel Manuel Sánchez Corbí, el Guardia Civil más condecorado –nada menos que ¡cinco rojas y la Legión de Honor de Francia! son algunas de las muchas que luce en le pechera de su guerrera-. Corbí, que más allá del prestigioso alcanzado en la Guardia Civil es un hombre llano, ameno, divertido, exquisito en la conversación, culto, de conversación rica y fluida que disfruta en su pueblo salmantino de Casillas de Flores, vio cómo zancadilleaban su carrera tras cosechar una éxito tras otro cuando en su lucha contra el terrorismo erradicó tantos comandos, liberó a Ortega Lara de aquel zulo destinado a ser su ataúd, puso en manos de la justicia a cientos de asesinos y gracias a él se pudo alcanzar esa paz que llegó tras acabar con ETA. Porque con ETA, insisto, acabaron las Fuerzas de Seguridad. Después, Corbí fue jefe de la Unidad Central Operativo (UCO), la más prestigiosa de la Guardia Civil, donde fue capaz de enfrentarse y sacar todos los trapos sucios de la corrupción ilegal del PP, de escándalos del PSOE; si olvidar casos como la desaparición de Diana Quer, la del pequeño almeriense Gabriel Cruz y otro montón de ellos.

Como recompensa, el coronel Corbí, que además es un hombre que siempre dice las cosas como son y no tiene pelos en la lengua, se encontró con su cese, el más injusto, que fue decretado por el ministro Marlasca, alegando ‘pérdida de confianza’ y cómo favor de haberlo salvado varias veces de la barbarie etarra en sus tiempos de Magistrado. Pero Marlaska tenía que reír las gracias y ‘bajarse los pantalones’ ante esos etarras que ahora eran sus socios en el Gobierno de Madrid. Fue la gran traición del ministro Marlaska, por lo que Corbí, quien también veía como no podía coronar su carrera alcanzando el fajín de general fue destinado a un lugar de relleno en la frialdad de un despacho gris, muy lejos de quien era el Guardia Civil más brillante. El que mayor logros había alcanzado y mayor número de condecoraciones tenía.

Ahora, Corbí, en este último miércoles de enero anuncia que se marcha de la Guardia Civil, que cuelga el tricornio para empezar otra vida ya sin el uniforme y las condecoraciones, donde ya será para casi todos Manolo Corbí. Y me imagino la tristeza de un hombre que nació en un cuartel y siempre ha vivido en ese mundo. La desilusión que le ha obligado a irse harto de las zancadillas de un Gobierno donde ahora manejan los hilos del poder los mismos que dejaron casi un millar de víctimas asesinada de un tiro en la nuca por la espalda o con la metralla de la Goma-2. Esa ETA que él tanto luchó para erradicar y hoy, en estos tiempos tan confusos, mueven los hilos del Gobierno de Madrid hasta acabar él mismo siendo otra víctima de las ‘monedas de cambio’ .

Paco Cañamero