No es la primera vez que la injusticia planea sobre el mundo del toro. Ni, desgraciadamente, va a ser la última. Ahora ha sido un joven torero, Manuel Diosleguarde, el ninguneado y engañado. Sí, le ha mentido -no hay nada más ruin y deleznable que la mentira- para tratar de matar sus ilusiones el taurino José María Garzón, empresario de Santander y cabeza visible de Lances de Futuro, que no han cumplido la palabra dada. Y rompe la tradición de esa plaza, que debería ser la de todas, de guardar un sitio a quien se hizo merecedor. A quien se lo ganó en las arenas.

A Diosleguarde, un torerazo, nadie le tenía que regalar nada. No, era la justicia de volver a repetir en el coso que triunfó a lo grande el pasado año, el mismo día de su alternativa, cuando salió a hombros en esa tarde especial, tras cortar dos orejas a un lote de Torrealta; mientras que el padrino y testigo -Talavante y Aguado, respectivamente- se fueron a pie.

Aquel triunfo acaparó titulares en todos los medios nacionales y fue su mejor bienvenida al nuevo estatus profesional. De hecho ese mismo día, a la conclusión de la corrida, ya quedó comprometida su presencia en la edición de 2023. Y después ratificada en diferentes actos celebrados posteriormente; uno de ellos en la entrega de los prestigiosos premios del hotel Palacio del Mar, recibido en manos de la misma alcaldesa Santander, Gema Igual.

Todo estaba encaminado, hablado y dado por hecho hasta que, en el cierre de los carteles, llega el empresario y sorprende con la inmensa traición -un mentiroso es un traidor- de decir que Diosleguarde no torea porque no tiene sitio en los carteles. ¿Se puede ser tan ruin de cerrar el paso a un torero de tanta proyección y que se lo ha ganado con capote y muleta? ¿Cómo admite el Consejo de la Administración de la plaza de Santander que el empresario elegido por ellos mienta de esa forma?

Hoy, en medio de esta injusticia, recuerdo el llamado milagro-Santander que viví muy cerca para recuperar esa plaza que estaba condenada a la piqueta. Y vuelvo a rememorar a aquel Paco Gil, grandioso empresario, que resurgió el esplendor de esa plaza y siempre supo dar sitio a quien se lo ganaba en las arenas. O a quienes le sucedieron después, ejemplo de ese caballero llamado José Antonio Chopera, quien junto a su hijo Manuel, también contribuyó a mantener tanto prestigio. O la implicación existente en los colectivos turísticos de la capital cántabra para que la feria tuviera una gran salud, sabedores de los beneficios que dejaba a la ciudad. Y se cuidaron todos los detalles, para que venga ese José María Garzón tirando por la borda tanto y buen trabajo. Ninguneando el triunfo, jugando con la ilusión de un prometedor torero y lo más triste, mintiendo descaradamente.

E insisto, a Diosleguarde, nadie le iba a regalar nada, porque se lo ganó con su enorme capacidad en esa fecha tan especial en la que estuvo arropado por los miles de salmantinos que aprovechan esa feria para veranear en el perfecto binomio playa y toros que ofrece Santander. Ese día, Diosleguarde, arropado también por otros cientos de amigos y seguidores desplazados para expresamente para la ocasión, ofreció una gran tarde y supuso su entrada en el escalafón superior tras un impactante paso de novillero.

Por todo ello, en esta ocasión da pena tener que escribir de injusticias. Y más en un lugar tan querido como Santander una feria a la fuimos tantos años y, ahora, los gerifaltes taurinos ha dado tan alta responsabilidad a un taurinillo que desconoce la personalidad, realidad e idiosincrasia de esa plaza y de la afición. Porque Santander siempre respetó a los triunfadores, a quien causaban sensación en esa feria y llegaban al corazón del público.

Además, Garzón, hace uso de algo tan atrevido como la ignorancia, desconoce que la Feria de Santiago goza de amplia repercusión entre la afición de Salamanca, siendo tantos cientos de charros los que tienen abono en ese ciclo. Una pena tener que escribir estas miserias de Garzón, a quien en esta misma página hemos defendido e incluso apostado por él, hasta que ahora, con este ninguneo y falta de palabra no demuestra más que ser un personajillo del tres al cuarto, sin ser merecedor de ningún respeto.

Y ojalá que un torerazo como Diosleguarde, que en su corta carrera ya ha pagado el peaje de la dureza, no vuelve a encontrarse con más gente como Garzón, quien juega con la ilusión de una persona. Y lo hace con algo tan ruin como la mentira.

Paco Cañamero