Hay encuentros que se hacen esperar y parece que nunca van a llegar. Por eso en el momento de su llegada tienen categoría de acontecimiento. Resulta que después de tantos años en la profesión y ser tan entusiasta de los viajes nunca había visitado esa joya llamada Teruel. Una capital que, desde el mismo instante que comienzas a pisar por las monumentales calles de su casco histórico ya quedas cautivado para siempre. Con su monumentalidad, sumado a la nobleza de sus gentes y la generosidad presente en cada rincón. Porque Teruel, que de hecho es la capital del amor, parece hecha para enamorarte de ella y nada más irte ya se está pensado en programar un viaje de regreso para La Vaquilla del Ángel, como se denominan esos días de feria y jolgorio que llegan poco después de deshojarse el mes de julio

Hace varias semanas, la Unión Taurina de Teruel (UTATE) contactó conmigo para dar una conferencia. Surgió gracias al maestro Luis Pla Ventura, quien originariamente era quien iba a dar la ponencia y, al final, no pudo comparecer. Pla Ventura es, también, uno de esos amigos a quien nunca le puedes decir que no, pero además se presentaba la ocasión de conocer, por fin, Teruel, algo en lo que enseguida puse máximo interés al comprobar la atención y seriedad de Julio Tregol (presidente de UTATE) desde el momento de dirigirse a mi y programar la fecha para disertar sobre nuestra pasión taurina y contar pormenores de la Fiesta, así como los vaivenes políticos que siempre se han asomado a este espectáculo. De ahí que el título fuera La encrucijada de la Fiesta ante los avatares políticos.

El viernes muy de mañana, aún era noche cerrada, con la niebla envolviendo a Salamanca y sin abandonarnos hasta Peñaranda, puse rumbo a la ciudad del Torico con tanto afán por llegar que hice el viaje del tirón mientras iba dejando atrás las besanas cerealistas de la Moraña, las murallas de Ávila y, una hora más tarde, atravesar Madrid para tomar la R-2, donde sobresalían los aviones que despegaban de Barajas, todos volando tan en perfecto orden y formación, seguramente con órdenes de no chocar. Casi sin darse uno cuenta, entre infinidad de polígonos aparece La Alcarria, esa amplia región inmortalizada por Cela y de la que en su primer libro denominada como ese bello país al que a la gente no le gusta ir. Devorando kilómetros, entretenido y llegar a Alcolea del Pinar se acaba la paz al deber tomar una cartera nacional que, después de circular de ella durante ciento diez peligrosos e interminables kilómetros, enlaza con la autovía Mudéjar, la que une Zaragoza a Valencia. Ahí uno vuelve a abrazar la España abandonada por los políticos que niegan, una y otra vez, que Teruel sea la única capital que no esté unida a Madrid por autovía en una de las páginas más insultantes al medio despoblado, del que únicamente le interesan sus votos. La falta de esa autovía es una página vergonzante de los diversos gobiernos que se han sucedido en Madrid, los mismos que en la llegada de comicios electorales la prometen para caer en el olvido nada más sentarse en las poltronas.

Era la primera hora de la tarde con una temperatura primavera e impropia de enero, en las antípodas de los habituales fríos de estas fechas, cuando alcancé al destino y desde el momento de contemplar tanta magia ya quedé impresionado y agradecido por todo lo bueno que faltaba por descubrir, aunque también con el nerviosismo propio de cuando hay que comparecer ante un público desconocido, a pesar de tener plena garantía que los turolenses son excelentes aficionados. Y además, en UTATE, está asociada la más granada afición de Teruel.

Las expectativas pronto se cumplen, porque enseguida llega Julio Tregol, que viene acompañado dos socios llamados Carlos y Ángel. Los cuatro improvisamos una conversación taurina y desde el primer minuto observo que viajamos en el mismo barco, con gemelas ideas de la Fiesta. Son los perfectos anfitriones en un paseo donde se alterna el arte que nos rodea (literalmente mudo me quedé al contemplar sus fantásticas torres mudéjares), con la actualidad taurina, mientras los pasos se dirigen al coso taurino levantado en el ensanche. A la preciosa plaza de toros donde a un lado del frontal de la puerta grande figura un recuerdo para Víctor Barrio que dejó su vida ahí y surge también la emoción por el buen trato que siempre nos unió con el malogrado diestro de Sepúlveda. También, ahí mismo, recordé con añoranza las grandes tardes de los toreros de Salamanca –El Viti, El Niño de la Capea y Julio Robles-, de esa terna de oro que allí sembraron páginas de su arte.

Ya por la noche, bajo el cielo estrellado, en el salón de actos del Museo de la Ciudad, al lado mismo de la Catedral se celebró el coloquio, iniciado con un emocionado recuerdo para Carlos Esteban, aficionado, buena persona y directivo de UTATE, que el pasado agosto falleció de un traidor infarto. A continuación, con el salón abarrotado, comencé una intervención que se prolongó durante 45 minutos y a la que siguió un interesante coloquio, con preguntas sensatas y razonadas de distinguido público de Teruel, entre los que estaba un entusiasta aficionado de Villavieja de Yeltes a quien fue una delicia escuchar al recordar el enorme legado ganadero de su localidad natal.

En definitiva, fue un día pletórico y lleno de torería, que se hizo tanto esperar para resultar todo un acontecimiento y ya deseando volver a pisar por el embrujo de esas calles turolenses. Mientras tanto y de corazón digo: ¡Gracias UTATE! ¡Gracias Teruel!

Paco Cañamero