Hoy me desperté a las tres de la madrugada y un persistente catarro me hizo pensar en ti.

No sé por qué en estos últimos años pienso en ti con más frecuencia, es curioso que te tutee y no te llamé de usted con el respeto que todos te tenemos, quizá el llegar a cierta edad nos haga pensar o sentir con más frecuencia de que estás ahí y que tarde o temprano dependiendo de nuestro destino acabarás por alcanzarnos y abrazarnos.

Hay quien dice que tú eres algo natural, para mí no lo eres, eres una consecuencia del haber nacido.

Escribir sobre ti me pone el vello de punta y eso que he jugado contigo muchas tardes, sin pensarlo con frialdad en el refugio de la soledad de una habitación de hotel sé que podías estar ahí, eras un pensamiento muy fugaz que aparecías muy de tarde en tarde, en esa época de mi vida cuando cada tarde era un ir sin saber si iba a volver, te ponía velas, montaba una capilla con imágenes, dejaba las luces de mi cuarto encendidas, rezaba, todo eso para sentirme protegido de ti, por ese miedo que te tenía y te tengo, en esos días sabía sin quererlo saber que podías hacer acto de presencia en cualquier momento, tentaba mi suerte sabiendo que tu podías estar cerca.

He celebrado la vida muchas veces porque sé que jugué con la muerte, ahora ya no la tiento ni juego con ella, en la actualidad sé, aunque tampoco quisiera saberlo que algún día Dios quiera que muy lejano me encontrarás.

Me sincero al escribir que te tengo miedo por mucho que otros digan que hay que mirarte como algo natural.

A tu destino nadie quiere llegar e irremediablemente todos acabamos en él.

Hoy, algo me impulsó a escribir de ti, creo que es la segunda vez que lo hago.

Siempre me causaste mucho respeto, creo que poco tienes de bonita y desde que nacemos eres nuestra persuasiva amante que acaba conquistándonos a todos sin nosotros quererte.

Eres la fuerza del destino, eres el llanto final, estás en un amanecer, en un atardecer, en la luz de un día o en la oscuridad de cualquier noche, muchos te definen como descanso eterno, yo te definiría como una eterna soledad.

Hoy que estoy escribiendo sobre tu inmortal existencia algunos pensaran creo que equivocadamente que este es un relato morboso, para nada, en ningún momento estoy escribiendo esto con semejante intención, lo estoy escribiendo con la naturalidad que muchos dicen que de reojo te miran y te describen.

Sí, habéis leído bien la palabra «reojo» porque nadie creo que a ella se quiera detener mirándola de frente.

A veces me asaltan pensamientos de contrariedad mientras escribo sobre ti.

Quiero que tardes muchos años en llevarme contigo.

Tú eres caprichosa y nadie sabemos cuándo tocas a la puerta.

A veces cuando he ido a despedir a personas que te llevaste, imaginaba que cerca está la multitud de la soledad.

Que cerca está el ruido del silencio.

El día que me vaya no quiero ser flor marchita, quiero ser el eterno recuerdo de la familia que me quiso y los amigos que me apreciaron.

Quisiera sentir mi alma siempre acompañada.

No quisiera ser una tumba solitaria o cenizas esparcidas en cualquier lugar.

Porque qué triste es haber vivido, un día dejar de existir y convertirte en un olvido eterno.

Te imagino como un color oscuro aunque nos visites en un día resplandeciente, te imagino en el segundo de un reloj que parece parar el tiempo y el tiempo no se detiene por nadie, la vida nace en cada día y no muere de noche aunque las personas mueran, la vida y los años nos hacen viejos aunque los días son siempre jóvenes, escuché que la vida empieza en cada amanecer, y yo tristemente escribo que muchos hoy no lo verán, por eso también escribo con alegría que disfrutemos del regalo de cada día.

Vida y muerte un segundo las separan.

No leas más sobre la realidad de la triste e irremediable muerte porque es urgente disfrutar de cada segundo que nos regala la vida.

Una hora y veinte escribiendo lo que quizá nadie quiera leer; «Pero»…. ¿habrá algo más real que escribir sobre a lo que a todos algún día nos llegará? «La muerte.»

Deseo que Dios, el destino o el ser superior, nos de mucha salud para disfrutar de la aventura que es vivir y seguir ignorando y esquivando a la muerte.

Julián Maestro, torero