Anuncian los festejos veraniegos de la provincia y Juan del Álamo aparece anunciado en Linares de Riofrío. En ese agradable festival que organiza la sociedad formada por Ángel Manuel Castro y Nacho Matilla en la localidad serrana y que, en esos días del ferragosto, siempre es cita de numerosos aficionados.

Sorprende y a la vez alegra volver a ver un torero al que parece que la tierra había tragado. Al que se comió la pandemia y ya no se le volvió a ver en ningún cartel más; ni de ferias, ni de rastrojeras. Ni solemne, ni de compromiso, donde solamente se comentaba entre algunos seguidores que había tentado en tal o cual finca. Por medio nadie se explicaba una realidad tan dura y tan incierta. Y aunque duela decirlo también es una práctica habitual en el mundo de los toros que en ocasiones pronto olvida favores y hechos. Como ha sido el caso de Juan del Álamo.

Cierto es que el diestro cometió algunos errores de bulto a la hora de gestionar su carrera. El principal de todos irse de las manos de Rui Bento y, a partir de entonces, caer en picado al no tener a nadie que lo defendiera en los despachos con la inmensa categoría que lo hizo el portugués. Ese fue su gran fallo y el que seguramente con el tiempo, él mismo, se habrá dado cuenta que, aquella decisión, fue la más desafortunada. Pero ya se sabe que a los toreros cuando le va bien las cosas se les multiplican los nuevos amigos y también los consejeros que siempre le van con cantos de sirena; los mismos consejeros y nuevos amigos que desaparecen cuando se olvida el eco de los aplausos.

Como ejemplo su puerta grande de San Isidro ha sido la que menos servido de los últimos años. O la más barata, que es lo mismo; al igual que las numerosas orejas cortadas en esa plaza. Porque, aparte de Rui Bento, nadie supo defender en el despacho lo que él lograba sobre las arenas hasta que se iba diluyendo el torero.

A Juan del Álamo en los carteles -Jonathan Sánchez Peix en el DNI- nadie lo había vuelto a ver en una plaza y esa ausencia sorprendía. De ser habitual a desaparecer a nadie deja indiferente. Porque los aficionados no podían imaginar cómo el sistema podía haberlo relegado con tanta facilidad. Y tachado sus teléfonos en la agenda de los empresarios. Desde el más potente, al más modesto. Menos en el de Ángel Manuel y Nacho que han decidido darle un empujoncito para sacarlo del ostracismo.

Desconozco los planes de futuro del diestro y si su planteamiento es tratar de conseguir el tiempo perdido para tratar de subir a algún tren –que antes o después siempre vuelven a pasar, aunque no con la frecuencia de los primeros tiempos-. Seguramente que este tiempo de paro la habrá dado suficiente madurez como poso para no cometer errores del pasado; porque muchas veces es bueno detenerse y saber dónde se está antes de continuar la marcha. De hecho Juan del Álamo, si ha olvidado prisas y gesticulaciones, atesora buenas condiciones; sin desmerecer para estar en un digno puesto, como ya le ocurrió.

Pero las cosas no son fáciles y otra vez más se demuestra que muchas veces el consejo desafortunado se lleva por delante a magníficos proyectos. A ver Juan del Álamo, muy joven aún y ojalá no haya perdido la ambición con la que cautivó a tantos en sus inicios. Su recuperación no va a ser un camino de rosas; pero tampoco imposible.

Paco Cañamero