En plena explosión de la época que el ‘sistema’ -y quienes con él laboran- están empeñados en vender la actual Fiesta bajo el paraguas del triunfalismo, perdiendo el respeto al triunfo legítimo, hoy me apetece recordar una anécdota de quien fue mi torero de cabecera. Del inolvidable Julio Robles. Genio y figura.
Sucedió en Las Ventas, el día de la confirmación de la alternativa. Esa tarde, con Antonio Bienvenida de padrino y Palomo Linares de testigo, al finalizar el tercio de banderillas los toreros se dirigían al callejón, mientras Julio tomaba estoque y muleta para dirigirse a saludar a la presidencia y observó como Bienvenida saludaba a amigos. Entonces Julio, estático, permaneció bajo el palco presidencial durante unos segundos parado, sin que nadie se explicase porqué no pedía el permiso.
Bienvenida seguía saludando por dentro del ruedo a gente de la barrera, hasta que Julio ya se dirige a él para decirle: Cuando usted quiera… se tapa, maestro. Una vez que Antonio Bienvenida entró por la tronera del burladero al callejón, Julio Robles pidió permiso a la presidencia y comenzó su faena.
Así era Julio. Sincero y trasparente, además de un torero colosal.
Paco Cañamero