No entiendo el concepto, pero lo he leído en distintos medios en los que le atribuyen a Pablo Aguado lo de la sevillanía que, imagino que debe ser un apelativo para tapar los burros que ayer tenía delante en Sevilla. Yo creo que, ante todo, es mejor decir la verdad antes que utilizar conceptos abstractos que solo conducen a la confusión para todos aquellos que no vieron ayer el festejo.
Lo dije en mi crónica de ayer y lo repetiré hasta la saciedad, Pablo Aguado es un artista consumado, nada que ver por Alfonso Cadaval por citar a otro sevillano pero, frente a un burro desvalido, su arte queda relegado por completo porque si no tiene enfrente un toro encastado, quiero que sea noble, pero encastado y con raza; digamos que, con los argumentos propios de un toro de lidia, mientras todo eso no ocurra, Pablo Aguado se devalúa a sí mismo. No es menos cierto que, donde reina la afición más imberbe del mundo es en Sevilla, de ahí los vítores que ayer le atribuyeron a su toreo.
Pablo Aguado ha logrado instalarse en el estrado de las figuras gracias a su triunfo del año creo que era el 2019 en que, tras cortar aquellas cuatro orejas a los jandillitas, ahí empezó todo pero, aprendió muy pronto la lección y, desde aquel momento ha elegido la comodidad para, con el menor riesgo posible, poder dar esos muletazos cadenciosos al igual que sus lances capoteros que tienen una singularidad espectacular. Fijémonos que Aguado es un gran torero, un artista singular pero, ¿y si aquella tarde mencionada no le hubieran embestido aquellos animalitos? Ahí la suerte se alió con él, algo que me alegra muchísimo.
Este artista flojito de ánimo si quiere quedar en el toreo como un grande, algún día tendrá que enfrentarse a un toro encastado y noble, pero que palpemos el peligro desde el tendido. Lo más triste es lo que dije de ayer, que asistimos a una parodia sin sentido. Ciertamente, con actuaciones como la de ayer, por muy artista que estuviera, ningún aficionado cabal le valorará nada. Eso sí, los voceros que actúan a las órdenes del poder dicen que tuvo mucha sevillanía su actuación en La Maestranza.
Como digo, en la ciudad hispalense en vez de decir que no había toros puesto que, la borregada fue de época, lo sustituyen por sevillanía y se quedan más anchos que largos. ¿Se imagina alguien a Pablo Aguado ante un bravo toro de Victorino Martín –por citar una ganadería emblemática- y que diera los pases tan bellos que ayer nos ofreció en Sevilla? A partir de ese momento, Pablo Aguado sería considerado como un torero importante pero, de momento se le considera un torerito con mucha sevillanía.