Celebramos en estos días el XXX aniversario de lo que resultó ser el aldabonazo taurino más grande que se recuerda por aquellas fechas que, a no dudar, el gran protagonista no fue otro que César Rincón. La memoria, ese don que Dios nos ha dado es la que nos ha servido para rememorar tan bella efemérides por parte de un torero admirable que, venido desde Colombia con su hatillo cargado de ilusiones pero, totalmente desconocido en España, vino, llegó y triunfó.

El pasado sábado, en  la plaza de sus grandes triunfos, Las Ventas, se lo hizo un justísimo homenaje que nos recordaba aquel año memorable por parte del diestro bogotano. Aquellas cuatro salidas en hombros de la plaza de Madrid en una sola temporada es un hito que, nadie ha logrado igualar ni por supuesto conseguir; digamos que, el entorchado al respecto es propiedad del diestro colombiano que, al paso que vamos, dudo que nadie le arrebate.

Han pasado treinta años que, en la inmensidad de la vida apenas es nada pero, hay que ver cómo han cambiado los tiempos, los toros, las figuras e incluso los aficionados. Aquello que nos parecía lo más normal del mundo, tres décadas después tenemos la certeza, el convencimiento que era todo un milagro. Y en realidad lo era porque, aquellas hazañas de Rincón, vistas desde el objetivo actual de la torería andante, la epopeya no pudo ser más grande, algo que nos sigue llenando de felicidad al recordarlo.

Y, ciertamente, lo que nos emociona de todo lo logrado por César Rincón no es otra cosa que, los toros que lidiaba. Insisto que, por aquellas calendas podría parecernos lo más lógico del mundo pero, pasaron los años y, sus gestas se han tornado inolvidables por completo porque, con toda seguridad, ningún aficionado que se precie ha olvidado que, aquellas lecciones magistrales de torería, César Rincón las impartía frente al toro que en la actualidad, huirían todas las figuras al unísono. Reitero que, en los momentos actuales no existe figura alguna capaz de emular en lo más mínimo la trayectoria de este hombre admirable que, para nuestra fortuna, hasta se quedó a vivir entre nosotros.

Uno piensa en aquellos toros, su leyenda, la casta de la que eran portadores y nos ponemos a temblar. Celestino Cuadri, Murteira, Baltasar Ibán, Palha, Victorino Martín, Joao Moura y otras ganaderías que existían en aquellos años, todas pasaban por las armas del irrepetible César Rincón, un prodigio de ser humano que, sin que fuera el más artista del escalafón, si logró ser el más apasionado, el más verdadero, el más rotundo y el que más verdad impartía en los ruedos, un valor que calaba muy pronto en los tendidos porque, cualquiera, sin necesidad de ser un gran aficionado, palpaba que un hombre se estaba jugando la vida que, para colmo, llevaba a cabo faenas importantísimas; pudo, en aquel año de gloria, no haber acertado con la espada pero, como vimos, hasta con la tizona fue rotundo para alcanzar aquella épica memorable que, como decía, dudo que nadie vuelva a repetir. Y cuidado que, tres de sus salidas en hombros aquel año en Madrid eran la consecuencia de haber cortado dos orejas a un solo toro. El dato es revelador.

Una carrera sin discusión la que ha tenido César Rincón que, estando en el pináculo de la fama, como otra prueba más que tuvo que resistir, soportar y vencer, no fue otra que la Hepatitis C que, le tuvo alejado un par de años de los ruedos con el agravante de que pudo haberle costado la vida. Superada la enfermedad, reapareció el maestro para seguir impartiendo lecciones de torería al más alto nivel, todo un orgullo para su persona y, a no dudar, para todos los que nos cupo la fortuna de admirarle para quererle. En Madrid, como sabemos, César Rincón goza de su placa para que su nombre sea inmortal en el devenir de los tiempos y, como dije, ese homenaje del pasado sábado en la catedral del toreo fue el recuerdo más bello que el mundo de los toros podía regalarle a tan importante diestro.

Mostramos las fotografías del memorable acto en honor al maestro César Rincón en la plaza de Madrid de que, una vez más, como no podía ser de otro modo, salió en hombros por sus compañeros.