El padre del matador de toros Jesús Enrique Colombo critica con dureza a la empresa venezolana que ha dejado fuera de los carteles a su hijo, alegando que solo le ofrecían cinco mil dólares, al tiempo que, dicho señor, decía que todo dinero será poco para un hombre que se está jugando la vida y, no le falta razón al sufrido padre del diestro.

Yo no sé si la empresa, como decía este señor, ha aprovechado la coyuntura económica para dejar fuera de los carteles al joven Colombo, pero lo que es una realidad que aplasta es que, en Venezuela, la otrora brillante nación en todos los órdenes, por culpa de la maldita política que rige los destinos de dicha nación hermana, se han quedado sin toros, sin libertad, sin pan y sin derecho alguno de cara a los venezolanos que, ante todo, además de libertad piden pan mientras que, decenas de miles de venezolanos, en la búsqueda de esa libertad y ese pan encontraron la muerte

Siendo así, con semejantes condiciones, como sabemos, la fiesta ha muerto por completo en Venezuela y, organizar cualquier evento taurino en dicho país es un suicidio en toda regla. Hablan de cinco mil dórales a cada diestro que actúe y, si digo la verdad, hasta me parece mucho; no porque los diestros no lo merezcan, pero sí porque pagar esa suma en Venezuela me parece una locura, todo ello en un país devastado en que, dudo mucho que alguien pueda acudir a los toros en un país donde reina la muerte y falta el pan.

Claro que, analizada la cuestión, habría que preguntarles a los diestros españoles qué emolumentos crematísticos percibieron en la llamada gira de la reconstrucción; de saberlo, igual nos llevaríamos muchas sorpresas y, sin duda, nos rasgaríamos las vestiduras, cosa lógica por otra parte. En todos esos festejos que se organizaron para que la llama del toreo no desapareciera, con apenas trescientas personas en los tendidos y la aportación de la televisión, ¿cree alguien que los toreros cobrarían los cinco mil dólares que critica el padre de Colombo? Y, cuidado, no estoy defendiendo a empresario alguno, allá cada cual. Pero si analizo la triste realidad que hemos vivido y, los números cantan por ellos mismos sin necesidad de calculadora.

Es triste comprobar lo que ocurre en Venezuela, pero la gran realidad es que allí ha muerto la fiesta de los toros. Una pena tremenda porque, como sabemos, entre otras muchas plazas, Venezuela cuenta con Valencia y su feria de la naranja que es la segunda plaza más grande del mundo. El emblemático coso caraqueño, El Nuevo Circo de Caracas hace años que firmó su defunción por culpa del chavismo y sus secuaces. Creíamos, al respecto de Caracas, que era algo puntual su cierre. Pero ahora, la “pandemia” chavista se ha extendido por toda Venezuela y, es muy raro que se celebre festejo alguno por todo el suelo venezolano que, como digo, cuenta con plazas de altísimo nivel que la maldita política ha devastado por completo.

Lo que la gente no sabe, o quizás no quiera ver, no es otra cosa que, en España seguimos a pasos agigantados la misma situación que en Venezuela porque, para desdicha nuestra, nos rige el mismo régimen. ¿Qué quiere esto decir? Muy sencillo. Pese a que, con la bendición de Dios, seamos capaces de vencer a la pandemia de cara al año próximo, lo que no podremos vencer es la maldición que supone este gobierno que, como es notorio, caminan a pasos firmes para dejarse al pueblo sin pan, algo que ya casi que lo han conseguido por aquello de las miles de empresas que han tenido que cerrar por el coronavirus pero que, a su vez, el gobierno no ha hecho nada por ellos, valga como ejemplo los miles de toros que se han sacrificado para ir directamente al matadero con el agravante que ello supone cuando ese toro se ha criado para ser toro de lidia en una plaza de toros.

Con un panorama como el expuesto, de cara al futuro, todo serán trabas para las organizaciones taurinas y, quizás les falte valor –o posiblemente les sobre para prohibir, de facto, las corridas de toros- al gobierno para prohibir directamente los toros pero, lo que sí es una verdad incuestionable es que, las condiciones económicas que vivimos, apenas permitirán a nadie asistir a las corrida de toros, las cuales morirán sin remisión.