Vimos lidiar días pasados una corrida de toros en Torija, propiedad del Marqués de Quintanar y, tras lo presenciado, nos entran muchas dudas de cómo es posible que este hombre no tenga vendida toda la camada para las grandes figuras del toreo porque, tras lo comprobado en dicha plaza, los toros del Marqués tienen todos los atributos necesarios para que los grandes diestros reparen en su ganadería en todas sus actuaciones. Yo creía que la santidad en los toros era propiedad de los Domecq pero, tras ver esta corrida, intuyo que lo de Núñez  en las manos del marqués supera a Juan Pedro.

Hacía mucho tiempo que no veía lidiarse una corrida tan noble, bobalicona, tontita y sin argumento alguno  y que no sirviera para emocionar a la gente; vamos que, ni los propios diestros se emocionaron porque, su lidia transcurrió como si fuera un tentadero sin el menor atisbo de emoción. El señor marqués quizás esté contento con la corrida que, si de bondad se trataba, la tenía toda pero, más que bondad torista, aquello era bondad franciscana. ¿Lo que digo es una virtud o un defecto? Vaya usted a saber. Para los toreros que lidien dichos toros, una virtud elevada al cubo; para los aficionados que lo presencien, un desencanto en toda regla.

Creía yo que los toros de Juan Pedro eran nobles; me equivoqué. Los toros de Juan Pedro, en cuanto a bondad se refiere, son unos auténticos monaguillos comparados con los toros del marqués afincado en Segovia. Dicen que, los toros se parecen a sus criadores y, seguro que es así, pero debe ser a veces porque Victorino es un tipo cabal y sus toros, en ocasiones, son puras alimañas. Lo digo porque como me han contado, el marqués es una persona extraordinaria que, sin pretenderlo, les ha infundido a sus toros la bondad que le caracteriza. Claro que, una cosa es que una persona sea buena, valor muy de agradecer y tener en cuenta porque, no existe otro bien más preciado en la vida que la bondad de las personas. Y otra muy distinta criar toros inofensivos que, más que toros parecían “monjes franciscanos”

Bien es cierto que, lo que aquí analizamos son los toros y, su bondad, que en muchas ocasiones ha valido mucho, pero a los toros les tenemos que exigir otros valores porque si todo queda en bondad, ocurre lo que pasó hace pocos días en Torija. Admito que un toro pueda ser noble pero, además de ello, ese mismo animal tiene que estar sustentado por la fuerza, raza, bravura, emoción y otros muchos valores que, como se comprobó, carecen los toros del marqués. Y, cuidado que no he dicho nada del trapío porque estábamos en una plaza de tercera.

Soy consciente de que ser ganadero debe ser el oficio más complicado del mundo; es más, sin ninguna duda. Encontrar el toro perfecto que guste a todos es casi un milagro. Vamos, lo que ha conseguido por ejemplo Victorino Martín que, no siempre lo logra pero cuando sucede o sale el toro que todos anhelamos, el éxito es de clamor. Recordemos a Pepe Luís Vázquez cuando nos decía que, para que el arte llegue al graderío, el toro tiene que tener emoción, sin duda, el axioma más grande brotado de los sentidos del maestro de San Bernardo. Es decir, la afirmación viene de lejos, lo que nos hace sospechar que aquel irrepetible diestro –y lo decía él- tenía toda la razón del mundo. Luego, eso sí es cierto, el pobre Pepe Luis, pensando en aficionado, quiso crear una ganadería para los aficionados y, los toreros le dijeron “mátala tú, que eres muy valiente” Y tuvo que sacrificar la camada.

Seguramente el Marqués de Quintanar es muy feliz con la cría de sus toros, algo que no seré yo el que le ponga reparo alguno. Si para colmo, sus toros salen llenos de bondad, sus lidiadores, como antes decía, se lo pasarán en grande. No es menos cierto que, ateniéndose a las consecuencias que, las mismas no son otras que el desencanto general ante una corrida adormilada y bobalicona. ¿Y los pitones de los toros? Daba gloria verlos, al menos eso pensaban los toreros; los aficionados, por supuesto, tenemos la opinión contraria. Esos cuernos gachitos, sin filo en las puntas, pegaditos a las orejas; vamos, lo que se dice en la jerga taurina, unos zapatitos, nunca mejor dicha la definición.

No seré yo el que critique a los diestros que actuaron que, sin lugar a dudas, hicieron todo lo que saben y muchísimo más, en ocasiones, para su desdicha, hasta luchando contra Eolo que se hizo presente en muchos momentos de la tarde. No es menos cierto que conozco a chavales, entre ellos, Carlos del Pozo, infinitamente mejor artísticamente hablando que los citados, y el que fuera un excelente novillero y que un toro se encargó de truncar sus ilusiones como torero propinándole una cornada de escándalo y, el hombre está ganándose la vida de forma honrada en una fábrica de plásticos.

Como siempre dije, qué dura es la carrera de un torero. Lo digo porque, muchos, pese a tener enfrente un “material” inofensivo son incapaces de conectar con la gente. Unos por una cosa y otros por muchas más, lo realmente difícil es ser torero, yo diría que es todo un milagro.