La metamorfosis que ha sufrido la fiesta de los toros en los últimos años es comparable a todo cuando ocurre en España en todos los órdenes. El mundo se ha puesto al revés y, así lo tenemos que aceptar en cualquier ámbito de la vida. Los toros, como digo, no escapan de dicho maleficio. Analicemos la cuestión.

No hace muchos años, por lógica, por justicia, por equidad y hacer las cosas como Dios manda, la feria de Madrid, justamente la única plaza en el mundo que puede lanzar a un torero humilde -que en la actualidad tampoco ocurre- era Las Ventas, razón por la que sus carteles se retrasaban todo lo que se pudiera por si en Sevilla, por ejemplo, aparecía un triunfador y había que darle cancha en la primera plaza del mundo; he dicho la capital hispalense pero lo mismo podía ocurrir en Castellón y Valencia en que, un diestro determinado diera un aldabonazo y debía ser incluido en las feria de San Isidro.

Sin ir más lejos, Valdemorillo era un buen punto de encuentro, para toreros humildes, un gran escaparate para que, cualquiera de sus triunfadores se le incluyera igualmente en Madrid. En realidad, todo lo que olía a lógica ha muerto por completo. ¿Solución? Está clarísimo. Si de Valdemorillo hemos hablado la solución que se ha adoptado en los dos últimos años ha sido confeccionar una feria con figuras del toreo, las mismas están acarteladas de antemano en Madrid, por tanto, ya no existe problema alguno. Es la funcionalidad de los tiempos modernos que dejan en la calle a muchos diestros válidos.

¿Esperar lo que pueda suceder en Sevilla? Nada de nada y, además con toda “lógica” del mundo. No se puede esperar nada porque todos los diestros que torean en la ciudad bética están en los carteles venteños. Solamente un cartel de desdichados en Sevilla que, por un milagro del cielo podrían cortar cuatro orejas cada uno y no tener la oportunidad de entrar en la gran feria del mundo. Ellos no cuentan para nada porque, insisto, los mismos de Sevilla son los de Madrid, por tanto, la solución nos la dan de antemano.

Al final, tampoco debemos de rasgarnos las vestiduras porque como todo el mundo sabe, el gran triunfador de la última feria de San Isidro, Fernando Adrián, tras dos salidas por la puerta grande de Madrid, se pasó cuatro meses sin ser llamado ni siquiera para un triste festival. Así se concibe la fiesta de los toros en la actualidad en la que, el factor sorpresa de antaño ha muerto por completo. Imaginemos que, Calerito, por nombrar a uno de los humildes que participa en Sevilla, sale por la puerta del Príncipe. ¿Qué ocurriría? Nada. Absolutamente nada. Se quedaría sentado en su casa como le pasó a Fernando Adrián. Estamos hablando de actos canallescos al más alto nivel pero, el sistema así lo ha concebido y, el que tenga agallas que siga luchando.

Veo ahora que a Oliva Soto lo apodera Rafael Peralta y, conforme está la situación actual, la que he denunciado millones de veces, ¿a qué puertas va a llamar el bueno de Rafael Peralta si no le cogerán ni el teléfono? Y, cuidado, Oliva Soto es un muchacho con un aire de artista tremendo, pero, no ha sido elegido por el sistema, por tanto, lo tiene muy crudo; no torea en Sevilla, no ha sido llamado para Madrid, lo que nos hace preguntar por su futuro. Muy incierto, esa la pura verdad. Y mientras narro estas líneas, por lógica, por saberme aficionado cabal a esta fiesta hermosa, una vez más me viene a la mente el gran Curro Díaz, uno de los mejores artistas que tenemos en la actualidad y, por varios años consecutivos sigue excluido de Sevilla que, siendo una canallada, hasta lo soportamos pero, que ese mismo diestro que ha salido dos veces por la puerta grande de Madrid, que ha dictado lecciones bellísimas en dicha plaza, se quede fuera de su feria desde hace varios años, si alguien sabe los motivos me gustaría que me los dijera porque de tal modo me quedaría tranquilo y se acabaría mi zozobra.