Ha tenido que ser ahora, cuatro años después de su muerte cuando la sabia pluma del poeta Ramón García Mateos ha sido capaz de inmortalizar para siempre a Rodolfo Rodríguez El Pana. El dato curioso no es otro que, esa eternidad que Rodolfo se ganó, ha llegado de la mano de un español de Salamanca, residente en Tarragona que, con su pluma ha escrito una obra memorable como ya nos confesara días pasados el señor García Mateos, la que tituló como EL HIJO DE LA TAMALERA.

El doctor García Mateos, en la entrevista que mantuvimos con él nos daba pormenores del libro pero, amigos, ha sido ahora, tras leerlo por completo cuando he quedado cautivado con la obra. Y si eso me ha sucedido a mí, que conocía la historia de El Pana como pocos en el mundo, imagino que, los lectores, cuando gocen de este relato quedarán extasiados de placer porque, el autor, con un arte subliminal, nos dibuja al personaje con una nitidez portentosa, yo diría que irrepetible.

Arropados y juntos, en la ficción y la realidad, García Mateos plantea una entrevista imaginaria con Rodolfo Rodríguez El Pana que, para su fortuna, le ha quedado completísima; cuesta mucho discernir si este autor está novelando o, por el contrario, tiene enfrente al legendario torero con el que conversa durante muchas horas.

Resulta fascinante comprobar cómo en el libro aparece el lenguaje único e irrepetible de El Pana; su singularidad, su personalidad, su arrebato, su propio personaje el que él mismo confiesa que lo creó para repartir felicidad ante los espectadores que acudían a verle a las plazas. García Mateos sitúa al personaje en Madrid en el momento en que estaba dispuesto para confirmar la alternativa en Las Ventas que, como sabemos, era el sueño dorado del diestro que, de forma lamentable no pudo realizar en vida real pero, su autor, con un cariño desmesurado si logra que Rodolfo haga el paseíllo en Las Ventas para, en dicho envite, lleno de gloria, poder entregarle su alma a Dios.

Sin lugar a dudas, el feliz autor de la obra nos recrea en la vida de Rodolfo Rodríguez El Pana con una claridad meridiana; todos los capítulos de su vida son compendiados en un libro si se me apura pequeño, pero de una grandeza insuperable. Cualquiera, el que fuere, es capaz de emocionarse con tantísimos pasajes con la vida de este personaje de leyenda que, si en vida hizo correr ríos de tinta, cuatro años después de su óbito, un poeta sagaz y culto se ha atrevido para recrear su vida en dicha novela que, como decía, tiene más de realidad que de puritita ficción, como diría El Pana en una de sus particulares definiciones.

Mediante sus letras, nos paseamos junto a Rodolfo por el infierno del alcohol donde El Pana recaló durante muchísimos años; su pasión por doña Licha González, su amadísima madre, su niñez tan pobre, sus oficios siendo todavía muy niño, incluso el vago recuerdo que tiene de su padre, sus cornadas, sus operaciones a vida o muerte por causas ajenas a los toros y, por encima de todo, la rebeldía con la que vivió El Pana que, hastiado por el trato que le daban empresarios e incluso muchos de sus compañeros, entre ellos, Eloy Cavazos, al que Rodolfo definía como “El enano” se rugió en el infierno del alcohol. Tampoco podía faltar Celeste, la prostituta que tanto amó a El Pana; era un amor maravilloso que, al final, la vida no pudo juntarles. Comprobar, cómo y de qué manera, un hombre que se sabía artista le arrinconaban por dicha causa, aquel dolor entiendo que lo llevó hasta el día de su muerte, como muy inspiradamente lo relata nuestro autor.

Es desolador comprobar el fracaso de El Pana, aquel uno de enero de 2001 en La México, en que, la empresa, para quitárselo de encima para siempre, le puso una corrida totalmente ilidiable en la que, la confirmante de aquella tarde, Mari Paz Vega resultada lesionada mientras que, el otro compañero, Ángel García “El Chaval” sufría una cornada que hasta le retiró del toreo. Tras aquel festejo aciago, El Pana quedó relegado al último lugar del escalafón y, sus triunfos anteriores en dicha plaza no sirvieron para nada. Artísticamente, El Pana había muerto pero, como quiera que de voluntad y arrebato, al diestro de Apizaco, dichos valores, le acompañaron hasta su muerte, hasta fue capaz de luchar para que llegara aquel 7 de enero de 2007 en  que, por fin, en la que era la tarde de su despedida le llegó la gloria por completo; ahí están las imágenes, las hemerotecas que, eternamente nos hablarán de la tarde más grandiosa de El Pana en el “Embudo de Insurgentes

En la ficción en que discurre el libro, todo camina con la “anormalidad” con la que transitó la vida de El Pana, incluso llega el momento de su muerte en que, el autor, con acertado criterio, logra que ésta le llegue a Rodolfo en Madrid, justamente en el momento de confirmar su alternativa, la que había tomado pocos minutos antes de la cornada fatal, de manos de su amigo y padrino Carlos Escolar Frascuelo.

En el final del libro, García Mateos hace una breve semblanza de todos los personajes a los que El Pana sentía admiración, destacando, entre otros muchos, al único torero de su tiempo que siempre le apoyó y, lo que es mejor, le entendió mejor que nadie, éste no era otro que el mítico David Silveti, aquel que se quitó la vida cuando comprendió que no podía torear. El Pana, de igual modo, confesaba no tener valor para quitarse la vida, algo que pensó muchas veces, pero sí deseaba, como así logró, que un toro le matara en una plaza; como en la novela, debería de haber sido en Madrid, pero tuvo que ser en Ciudad Lerdo sin gloria alguna.

Nadie puede dudar que El Pana era un personaje de leyenda, razón por la que, convencido estoy, García Mateos así lo entendió y de tal forma lo inmortalizó. ¿Estaremos, con este libro y este autor, Ramón García Mateos y EL HIJO DE LA TAMALERA, ante una obra literaria como la que inmortalizó para siempre Manuel Chaves Nogales a Juan Belmonte? Quiera Dios que los astros confabulen a favor de esta circunstancia porque, repito, la obra puede quedar para la posteridad y, a no dudar, a medida que se vaya conociendo la misión se harán repetidas ediciones, no puede ser de otro modo porque, la historia aquí contada es de pura película, con la salvedad de que García Mateos ha analizado la vida de un personaje irrepetible que, para mayor dicha, hasta nos cupo la fortuna de convivir con él y gozar de su amistad y de su cariño.

En las imágenes que mostramos, Rodolfo Rodríguez El Pana como protagonista y Ramón García Mateos, el autor del libro, EL HIJO DE LA TAMALERA.