Mientras yo sigo abogando para que se vayan muchos diestros que ya no dicen nada en la tauromaquia, por muchos palmeros que tengan, la realidad nos dice todo lo contrario; no es que se vayan, vuelven que es más dramático si cabe. Y a mí me trae sin cuidado pero, amigos, pienso en todos esos chicos que quieren ser toreros, en todos esos novilleros que han tenido una carrera fulgurante como tales y, cada día, cuando me despierto, comprendo que no hay salida para nadie.
Ahora, el que faltaba, reaparece El Cid. ¿Cabe desdicha peor? No, no entiendo nada, enloqueceré por completo pero sin entender la necedad de estos hombres. Vuelve Castella y está en su derecho, como el mismo Cid. Claro que hay una diferencia, mientras Castella se marchó, a El Cid lo echaron a patadas. Y el hombre decide volver. ¿Lo entiende alguien? Nadie coartaremos la libertad de torero alguno y menos a El Cid que, como el mundo sabe, ha tenido una carrera espléndida, rotunda, llena de éxitos, justamente hasta que se apagó su estrella. Una carrera que, hasta le reportó literatura puesto que, Carlos Crivell, ese magnífico periodista sevillano le cantó su épica en un libro admirable.
No estaría de mal que alguien le recordara a Manuel Jesús que su momento ya se acabó, que sus tres últimos años como matador de toros se los pasó recogiendo las migajas que nadie quería y, como cosa lógica, se marchó; como dije, le echaron que es mucho más grave. Ahora volverá en calidad de segundón pero, pese a todo, quitará esas pocas corridas que pueda torear a otros chavales que se lo han ganado con justicia. El momento de El Cid ya pasó. Su historia está llena de éxitos, páginas bellísimas de una tauromaquia espléndida como la suya y, emborronar esa historia me parece una crueldad del torero hacia sí mismo. Sin duda alguna, por parte de El Cid, tratar de emular a Ortega Cano, aquel que fuera un grandioso torero pero que, a base de reapariciones se convirtió en un auténtico pelele, como torero y como hombre. Sospecho que, El Cid, como individuo tiene mucha más clase que el desdichado referido. Atento, pues.
El Cid debería de darle gracias a Dios por aquello de que, su esfuerzo titánico durante muchos años le dio el fruto que en verdad merecía; es decir, solucionar su vida para siempre, por ello, volver me parece una temeridad; primero por el riesgo que tiene que asumir porque, de Juan Pedro le van a dar muy pocas y, en segundo lugar porque su historia ya está escrita; su libro ya está cerrado y no caben más hojas. Volver, volver, volver, como dice la canción de José Alfredo y, como se comprueba, aquí vuelve hasta Dios si hace falta.
Es cierto que, para los toreros no pasa el tiempo. Pongo como ejemplo la redifusión que han hecho estos días en Movistar de una corrida celebrada en Granada hace veintidós años y, el cartel era el que sigue: Manzanares, El Juli y El Fandi. ¡Cuidado, Manzanares, padre en trances de despedida! Pues ya lo estamos viendo, casi cinco lustros después, el mismo cartel lo vemos a diario, en este caso con Manzanares hijo.
Y lo más sangrante de la cuestión es que todos los actuales, amenazan con quedarse y, por si faltaba poco vuelve El Cid. Claro que, la bomba taurina del año está por venir pero ya lo anuncio yo desde aquí sin tener la bola de cristal. Reaparecerá Enrique Ponce, eso lo saben hasta en la China. Y hará muy bien porque sigue teniendo palmeros por doquier que no son otra cosa que los cómplices para que el mundo de los toros vaya a la deriva. En vez de recriminarles que vuelvan, en aras de favorecer a los que están empezando, como digo, los plumíferos de turno les siguen dando alas para que vuelvan todos. Mucho cuidado que, Padilla se lo está pensando.
El panorama, como vemos, no puede ser más desolador. La prueba no es otra que, sin irnos muy atrás, en los últimos años se han doctorado cuarenta chavales nuevos. Al margen de Tomás Rufo, ¿conoce usted a los demás? Pues son matadores de toros y, algunos, han llegado a la alternativa por la puerta grande. Y si le añadimos otros veinte chicos que tienen pensado doctorarse en el año venidero, la situación para todos no puede ser más caótica.