Los años arrugan la piel, pero el miedo arruga el alma. Y es el miedo como gran dictador el que impera en el mundo de los toros puesto que, a diario se cometen “delitos” que jamás serán denunciados. Es el silencio cobarde el que se apodera de los hombres del toro en que, como sucede en la vida misma, el pez grande se come al chico. Si por regla general, los de abajo, en todos los órdenes de la vida son los que sustentan todas las tropelías que provoca la sociedad en que nos movemos, en el mundo de los toros, dicha maldad se acrecienta muchísimo más.

En los negocios, en la vida laboral, en la cuestión que fuere, todos tenemos opción a unas leyes que nos pueden ayudar –cosa rara- a las que debemos de recurrir para salvaguardar nuestros derechos. Es lo que hacen las gentes en la sociedad en que vivimos que, de forma genérica, todo el mundo pide justicia y si entiende que se han vulnerado sus derechos, cualquiera puede acudir a los tribunales para defender lo suyo.

Sin embargo, respeto a los toros, como si ese negocio no fuera de este planeta, los que mandan, cada cual en su escalafón, son los dueños del sistema porque saben a ciencia cierta que nadie les delatará; y no te digo ya si son empresarios y tienen mucho poder porque, ante ellos, claudica hasta Dios. Por supuesto que la corruptela no alcanza a todo el mundo en dicho menester, pero sí un gran número de sujetos campan a sus anchas importándoles una mierda lo que pueda sucederle a otras personas que, como mal mayor, éste no es otro que no haber cobrado, bien sea una corrida vendida a un empresario o que un torero se quede sin cobrar tras haberse jugado la vida.

Las cosas más inverosímiles que podamos pensar, todas ellas son una maldita realidad en el mundo taurino. Un torero deja de pagar a sus subalternos varias tardes porque dice, argumenta, que ese dinero lo necesita para hacerse varios vestidos en la temporada; y cuando digo un torero me refiero a una figura del toreo de la Comunidad Valenciana. Algún que otro torero importante del escalafón defrauda a Hacienda, es decir, nos roba a todos y si no lo pillan, miel sobre hojuelas. Algunos empresarios poderosísimos, tienen pendiente liquidar varias corridas de toros que compraron en el año 2019. Tres toreros de gran renombre del actual escalafón les descuentan cien euros por festejo a sus subalternos porque dicen que la vida está muy cara. Y así, la lista podría ser muy extensa. Terrible, pero cierto.

O sea que, para el mundo de los toros, el que siguen creyendo muchos que se trata de un modelo idílico en cuanto a comportamiento y civismo de sus componentes y, la cruda realidad es que todos viven arrebatados por el miedo que, lógicamente, además de impedirles pensar y mucho menos actuar. Siempre gana el más fuerte; el débil, como siempre, se lleva lo palos y, por ende, la miseria en todos los órdenes. Queda claro que, en el mundo de los toros el que es honrado lo es por decisión propia, nunca porque sepa que haya unas leyes que se pueden aplicar a tantos golfos como en dicho mundillo existen.

Eso sí, ante la sociedad, el toreo sigue siendo grandeza en todos los órdenes cuando, como es notorio, las pruebas nos vienen a certificar que es un mundo mísero, cruel, mezquino y cobarde, todo ello auspiciado por el miedo que sufre el colectivo en el que todos tienen pánico por perder lo poquito que han logrado, de forma muy concreta los que no tienen poder alguno y tienen que vivir sometidos a sus amos; vamos que, los toros son el calco de la maldita sociedad actual en que, los ciudadanos vivimos atemorizados ante la actitud de nuestros políticos que, como es evidente no nos dejan ni pensar y mucho menos actuar. Las gentes, al respecto de la política, no nos queda más opción que claudicar ante sus necedades y hechos dantescos, con la sola única oportunidad de poder votar en los comicios venideros. Pero que un colectivo como los toros, como pudiera ser el de los panaderos, vivan atemorizados por el poder y nadie haga nada por resolver los problemas que a muchos les azotan, el asunto es dé una gravedad sin límites.

Entre los hombres del toro, produce más pánico la sociedad en la que viven que el propio toro que puede arrebatarles hasta la vida.