Analizadas las condiciones sanitarias que nos rigen por aquello de la celebración de las corridas de toros, como es sabido por todos, la feria de Sevilla se ha tenido que cancelar por dicha causa pero, al margen de ello, por ejemplo, Alberto García con su empresa Tauroemoción sigue montando carteles en todas sus plazas. ¿Verdad que nos resulta llamativa esta circunstancia? ¡Y tanto! Diría el otro. Pues es una verdad que aplasta. La fórmula que tiene Alberto García para luchar contra los elementos no la conozco pero, es un hecho de una relevancia mayúscula.

Personas como Alberto García y sus homónimos que le emulan son los auténticos héroes de la fiesta de los toros en esta época nefasta que nos ha tocado vivir. Seguro que este hombre tiene una fórmula mágica porque, como ya demostrara el año pasado, organizó múltiples festejos, todo ello con la pandemia a cuestas pero, esa es la grandeza de la fiesta, que haya hombres capaces de sobresalir ante circunstancias negativas y, las que sufrimos en la actualidad no pueden ser más macabras.

Mientras las figuras del toreo siguen con sus lamentos de que les han quitado el “pan“ por aquello de no poder torear, siguen habiendo toreros a los que contrata Alberto García para que, entre empresa y actuantes, todos juntos, le den caché y categoría a una fiesta que se considera perdedora por todos los costados; perdedora por muchas razones pero que, en las manos y sentidos de Alberto García y los toreros que le secundan al ser contratados por este empresario, todos juntos le dan sentido armónico a la fiesta, amén de enormes dosis de grandeza.

Todos sabemos que, en la época de bonanza, en cualquier actividad de la vida, con tener decisión, todo es mucho más sencillo. Ahora bien, en los momentos difíciles es donde el individuo tiene que dar la talla y, para desdicha nuestra, ahora nos ha tocado a nosotros, los que amamos la fiesta de los toros. Aquello de echarle la culpa al otro ya no sirve para nada; que nos roban el pan, dicen las figuras. ¿Se puede ser más insensato? Dicen que les roban el pan porque no pueden torear, estando ricos como están y, los pobres, esos sí que pueden torear. Oiga usted, que las normas son iguales para todos. Siendo así, ¿por qué algunos toreros se anuncian y torean y los que deberían de dar el paso al frente están quejándose de la situación en vez de poner remedio a los males?

Yo quiero ver ahora a los toreros, los que dicen ser figuras, como en el caso del otro día en Jaén que, había poca gente, mucho toro y dinero escaso. Eso sí tiene mérito. Y como la corrida citada, Alberto García ha organizado muchas. Vítores para este empresario y sin duda para todos los toreros que han actuado en sus plazas que, sabedores de que había poca gloria y quizás menos dinero, han dado al paso al frente para seguir sosteniendo los pilares de la tauromaquia que, por unas cosas y otras siempre se está tambaleando.

Lo ideal sería que viviésemos en la total normalidad que es lo que deseamos todos pero, ante estas circunstancias tan adversas, todo el mundo hemos tirado de ingenio y, los taurinos no pueden quedare atrás. En este caso, Alberto García, un señor al que no tengo el gusto de conocer pero sí de admirar, además de todos los festejos que ha dado, en su programación pudimos ver este fin de semana una feria admirable en Villanueva del Arzobispo, en la triunfal corrida de toros con Diego Urdiales, Emilio de Justo y Juan Ortega y la no menos exitosa de rejones con Andy Cartagena, Leonardo y Lea Vicens. Festejos de muchísima altura programados en una plaza de tercera, todo ello mientras los que deberían de apoyar, siguen llorando por las esquinas.

Digamos que, al respecto de este tipo de corridas que se programaron por imperiosa necesidad, el pasado año, en la llamada Gira de la Reconstrucción tenía esos tintes de los que hablo, con la salvedad de que la misma se convirtió en un entrenamiento para las figuras con el toro adormilado y tontorrón. Pero como idea, insisto, era fantástica.

Lo que de verdad tiene peso y argumento son esas corridas normales en las que, por supuesto no están las figuras, pero sí vemos a toreros de altísimo nivel que, sin tener el estatus antes citado, son auténticos toreros en la plaza y, por lo que deducimos, unos hombres admirables al aceptar dichas invitaciones puesto que, lo que se dice gloria, como antes decía, se llevarán poca y no hablemos de dinero. Pero todo lo dicho es un signo de grandeza que ennoblece a estos toreros y, como antes decía, a los empresarios que, pensando en la fiesta antes que en la cartera, han sido artífices de montar estos espectáculos bellísimos en lo que, en muchas ocasiones, para nuestra suerte, hasta hemos disfrutado del elemento toro.