La democracia, como tal, a veces nos obsequia con paradojas inimaginables puesto que, unos días antes de las elecciones del pasado domingo, nadie daba un duro por Pedro Sánchez y, cosas de la vida, este tipo será presidente del gobierno por tercera vez sin que nadie le haya votado en mayoría. Sánchez es un tipo indeseable, no lo digo yo, lo dicen sus acciones que, llenas de traiciones, mentiras, injurias y todo lo peor que pueda atesorar un ser humano, Sánchez era y sigue siendo dueño y señor de dichos maleficios.

Todos le recordaremos como un presidente nefasto pero, nadie podrá negarle su capacidad como individuo a la hora de la sagacidad como tal. Lo digo porque, en el debate que mantuvo cara a cara con Feijóo en Antena 3, el gallego le ofreció un pacto para firmarlo en aquel momento en que, la lista más votada permitiría su rival dejarle gobernar y, Sánchez, ante tal propuesta pensaría y diría: “Este está loco, no sabe que, a poco que me ayude la suerte seré presidente de nuevo” Y se pasó por el forro de sus cojones la oferta de Feijóo. Lo tenía clarísimo y, los hechos le han dado la razón.

Lo lógico, si de democracia hablamos, ésta debería de sustentarse con leyes serias y, que gobernara la lista más votada sería lo lógico, lo cabal, lo ecuánime porque, lo dicho no deja de ser aceptar lo que la mayoría ha dicho en las urnas pero, maldita democracia que permite esas lagunas tan dantescas y criminales. Digamos como ejemplo y a modo de metáfora que, en los toros se concede la oreja cuando hay mayoría de pañuelos en los tendidos, de otro modo reina el silencio para el diestro o, en su defecto, unas palmas de consolación. En política, como vemos, lo que diga la mayoría no deja de ser una necedad tremenda que, a fin de cuentas es una burla hacia el ciudadano que ha votado a un partido determinado. No sirve de nada aquello de ganar las elecciones por una mayoría simple, razón por la que Sánchez sabía que derrotaría al jefe del partido Popular aspirante a presidente.

¿De qué sirve entonces la voluntad de la mayoría? Para que Sánchez se mofe de toda España porque, como siempre ha hecho, pactará con toda la escoria de la política actual y, de tal modo obtiene más diputados que nadie. ¿Y a esa barbaridad le llaman democracia? Ya comprendo los motivos por los cuales un día de la vida, Milans del Bochs se enfadó contra la democracia.

Tras las votaciones ha ocurrido un hecho insólito que, sin duda beneficiará a Pedro Sánchez, justamente como en las veces anteriores. Se trata de la fórmula de pactos con todos los esquizofrénicos del país, con los que vitorean a los asesinos, con los que rinden pleitesía a su amo a sabiendas de que están vendiendo a España; todo vale para que Sánchez siga en el poder. Si en las pasadas elecciones Sánchez pactó con los seres más aberrantes del país, no sin antes negar que no pactaría con ellos, ahora nos encontramos con la paradoja de que el amo de España se llama Carlos Puigdemont. Curioso, ¿verdad?

¿Se puede explicar semejante atrocidad? No se puede explicar pero, como diría Eduardo Inda, el guapo de la Moncloa ocupará otra vez el sillón presidencial. Dicen que Puigdemont le ha puesto un precio muy elevado para apoyarle. Lo primero indultarle porque como sabemos, el apestoso catalán es un prófugo de la justicia de España porque dio un golpe de estado, se fugó y no ha pagado su delito que, a partir de este momento ya no habrá tal delito, será indultado y regresará a España bajo palio y lo traerá Sánchez, algo que este tipo niega pero, ¿le podemos creer en algo si su vida política se ha basado en las más criminales mentiras? Recordemos que, Sánchez siempre ha hecho lo contrario de lo que decía, si repasamos hemerotecas lo veremos en el acto. ¿Le vamos a creer ahora? Es imposible. Cederá ante semejante tipo citado y, mientras Tejero estuvo treinta años a la sombra por un delito parecido al de Puigdemont pero sin coste económico alguno, el “honorable president” saldrá de rositas, no sin antes haber vivido estos años como un maharajá.

No nos olvidemos que, ha sido el propio Sánchez el que ha eliminado el delito de sedición en Cataluña y no te digo ya el de rebelión que, en realidad eso es lo que hicieron, rebelarse ante su pueblo pero, como no tenían cojones para nada, rectificaron y cuando Sánchez entró en el poder, así como el que no quiere la cosa, acercó a los golpistas que no se fugaron a la cárcel de Barcelona pero, nadie sabemos a ciencia cierta qué tipo de condena sufrieron. Ninguna, como se ha demostrado. Esa basura catalana le hacía falta a Sánchez, razón por la que los cuidó como si fueran hijos suyos y de puta, claro.

Y ha llegado el momento de la verdad. Hecho el recuento pertinente, de los votos a Sánchez el faltan para la mayoría, los siete diputados de Puigdemont y, como se verá, en breve se consumará el matrimonio entre ambos. Recordemos que el golpista catalán lleva varios años viviendo en Bruselas, primero como prófugo pero, a su vez, respaldado por Cataluña puesto que, para los catalanes, Puigdemont es todo un héroe; y no digamos lo que dicho tipo representa ahora para la carrera de Pedro Sánchez, es el todo. El tipo, sabedor de su peso en este momento de cara la nueva investidura de ese apestoso que nos gobierna, se deja querer y, como explico, logrará el indulto y, lo que es peor, el referéndum para que Cataluña decida sobre su independencia.

Estamos en manos de un delincuente, un prófugo, un tipo asqueroso que puede hacernos mucho daño y, aunque Sánchez niega todo lo que yo explico, y tanto él como Yolanda Díaz, la comunista que vive como una reina, se arrodillarán ante semejante monstruo con tal de conservar el poder. Luego, todo lo que pase ya lo iremos contando. Nada será bueno pero, como decía al principio, la democracia no está sujeta a leyes acordes con la realidad de  la vida. Feijóo, sabedor de las lagunas de las que yo hablo es por ello por lo que le ofreció a Sánchez que, delante de toda España firmar aquel documento para que gobernara la lista más votada. Y una mierda, imbécil, es lo que pensó Sánchez puesto que, malvado lo es grado sumo, pero de tonto no tiene un pelo, por eso no aceptó aquel reto tan importantísimo y relevante que podía haber sido para el devenir de España.