Como quiera que nuestros lectores, además de ser aficionados a los toros son gente vasta cultura, en el día de hoy nos permitimos la licencia de evocar al que fuera un amigo del alma y que atendía por Facundo Cabral, el mejor cantor de Hispanoamérica, un argentino cabal, puro, auténtico, sabio, autodidacta y, por encima de todo, buena gente donde los hubiere.

Tal día como mañana, 9 de julio, en la ciudad de Guatemala, en la que había dado sus dos últimos conciertos, mientras se dirigía al aeropuerto de la ciudad, una ráfaga de dieciocho balazos acabaron con su vida y, lo que es peor, todo ocurrió por error porque al que querían matar que era el chófer del auto, apenas le hicieron un rasguño en un brazo. Buscaban un ajuste de cuentas y, como se comprobó, mataron a un inocente que, su único pecado no fue otro que predicar por el mundo todo aquello que Dios le había enseñado, a modo de canciones y, sin duda de oraciones que, como era notorio, tanto tenían que ver con la vida y con el ser humano.

Nos cupo la fortuna de conocer a Facundo Cabral en Madrid, allá por el año 1994 en que, junto a Alberto Cortez, estaban dando aquella gira a la que denominaron LO CORTEZ NO QUITA LO CABRAL. Desde aquella noche otoñal en que, tras el concierto, acudimos a saludar al maestro, como por arte de magia, sin que ambos lo pretendiéramos, surgió la llama de la amistad que, con el favor de Dios, duró hasta el día de su muerte.

Tantos años después de la citada gira, Facundo Cabral volvió a España y canto para nosotros en Ibi, Alicante, una actuación que tuvo el placer de dedicarnos por aquello de la amistad que compartíamos, por dicha razón, aquel 30 de abril de 2006 es una fecha que nunca olvidaremos. Y debo de reconocer que me estremecí cuando a mitad del concierto, Cabral deja la guitarra y dirigiéndose a todo el teatro, de repente dijo:

Le quiero dedicar este concierto al amigo Pla Ventura que sabe más cosas mías que yo, por tanto, si él la sabe, son suyas, porque las cosas son del que las ama, esto lo aprendí del maestro Borges y ahora se lo aplico a Pla. Que Dios te diga bendiciendo.

Y tuvo mucho encanto la cosa porque apenas era conocido Cabral entre nosotros y, para que nos hagamos una idea, venía de cantar en el Lincon Center de Nueva York, lo que nos da la dimensión del gran cantor. A partir de aquel momento, de nuestras manos y sentidos, nació la página Web en la que inmortalizamos su figura y promulgamos su obra, amén del libro que hicimos, LA MAGIA DE CABRAL, para que tuviésemos un recuerdo eterno de que un día de la vida, un cantor tan grande como Facundo Cabral, había pisado tierra española, concretamente, en la ciudad alicantina de Ibi.

Aquel nefasto 9 de julio mataron a un hombre inocente pero, lo más dramático es que le arrancaron la vida a un ser humano que pasó su existencia defendiendo la vida, propagando la paz, hasta el punto de ser amigo personal de la Madre Teresa de Calcuta, sin duda, el gran valor que él esgrimía cuando, cada año, acudía junto a la Madre para ayudarle a bañar los leprosos que ella cuidaba.

De Cabral podríamos contar miles de anécdotas pero, la más sabrosa, si así se me permite, tuvo lugar en Buenos Aires cuando él tenía apenas doce años. Habían llegado a la ciudad porteña Facundo Cabral con su madre y hermanos que venían vagando por el mundo por aquello de la pobreza que arrastraban. Y fue allí, en la Plaza de Mayo cuando vieron que el general Perón estaba dándose un baño de multitudes en un auto descubierto. Cabral, se abalanzó junto al auto y le dijo: Mi general, quiero trabajo, ¿tiene usted trabajo para mí y para mi madre?

Perón quedó asombrado y le dijo a su esposa, Evita Duarte: Viste, uno que pide trabajo cuando todos piden limosna. Perón no lo pensó dos veces y, en fracción de segundo le dijo a Cabral: Mirá, pibe, te espero mañana en la Casa Rosada, ven junto a tu madre.

Y al día siguiente, tras la consabida entrevista, tanto doña Sara, su madre, como él, tenían trabajo como limpiadores en un colegio de Buenos Aires.

Y así empezó la carrera del gran Facundo Cabral en que, a los pocos días, un jesuita le regaló una guitarra y, desde aquel momento Facundo tenía pensado que su único objetivo sería la música y las letras. Y así sucedió. A los pocos años, siendo muy joven, debutó en un hotel para sustituir al cantante que actuaba que había enfermado. No le pagaron nada pero Cabral ya se sabía artista porque había actuado frente a un número de personas.

Facundo Cabral se fraguó a sí mismo y, desde la más absoluta pobreza fue capaz de tocar el cielo con sus manos, pero sin perder nunca la esencia de su existencia. Grabó muchísimos discos que le dieron una popularidad enorme en todo el mundo y, lo que es mejor, escribió infinidad de libros para deleite de la humanidad porque, todos, sin distinción, hablaban de la vida y de sus gentes. Sus axiomas, frases, pensamientos y oraciones eran un modelo ante la sociedad en que vivimos. Nada se le pasaba desapercibido y, como explico, leer a Facundo Cabral era incluso mucho más apasionante que escuchar sus canciones.

Si amas al dinero a lo sumo llegarás a un banco, pero si amas a la vida seguramente llegarás a Dios.

Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye, al millones de caricias que construyen la vida.

Yo fui analfabeto hasta los quince años, por cuando alguien dice no puedo, le respondo: ¡No me jodas!

Si cada uno cuidara de su árbol el bosque sería maravilloso.

Tienes dos manos, dos piernas, una cabeza para pensar y todavía te quejas. ¿En qué estás pensando?

El que no está dispuesto a perderlo todo no está preparado para ganar nada.

Frases como las resaltadas podríamos enumerarlas por miles pero, si de muestra vale un botón, con las referidas entendemos que son suficientes para que todo el mundo comprenda aquel gran mensaje que a diario nos regalaba tan magno cantor que, siempre me pregunté en qué facera era mejor, con la voz y con la pluma en mano o, si se me apura, como humanista porque jamás acumuló nada porque sus únicas pertenencias cabían en una mochila, al margen de su guitarra que era su más fiel compañera.

Y esa fue mi fortuna, haber conocido y disfrutado de la amistad de uno de los más grandes cantores que Hispanoamérica nos dio. El destino, como explico, a veces nos da sorpresas maravillosas y, ese fue mi caso para que me cruzara en el camino de la vida con Facundo Cabral, un ser humano irrepetible al que unos asesinos acabaron con su vida, pero para su fortuna, nadie podrá arrebatarnos su obra que sigue siendo inmortal.