La gran mayoría de los personajes que anidan dentro del mundo del toro, los llamados taurinos, son dignos de estudio. Son gentes singulares si de este modo se les puede denominar. Me he pasado la vida conociendo a estas personas y, pese a todo, hasta son capaces de sorprenderme. ¡Y mira que ha llovido desde que empecé con esto de las narraciones sobre el mundo de los toros!
En cualquier esquina te encuentras con un tipo que echa pestes por la boca del primer taurino que se precie. Digamos que, el ánimo de revancha está en la mente de la mayoría para con sus homónimos puesto que, cada quien, como cada cual, le gustaría que las cosas fueran de otra manera. Muchos, lo aseguro, tienen razón en sus quejas. Yo he escuchado verdaderas felonías de unos para con los otros. En muchas ocasiones, cuando las mismas lo han requerido me he posicionado junto al débil, contra las tropelías que se cometen a diario hacia todo aquel que no tiene poder y necesita vivir arrodillado ante los demás.
O sea que, motivos de escándalo, en los toros, los podríamos tener a diario; mejor diría a cada cinco minutos. Solo denunciando injusticias tremendas tendríamos argumentos para llenar la página todos los días. Y nosotros, en nuestra casa así lo hacemos pero, con la salvedad de que siempre obre en nuestro poder el “documento” que certifique todo aquello que denunciamos porque, hablar por aquello de “me han dicho” es un argumento muy pobre y carente de toda veracidad cuando culpamos a los demás. Pruebas son amores y lo demás buenas razones.
En mi caso, y lo digo sin la menor jactancia porque no tengo mérito alguno por aquello de destapar fraudes y mentiras, por ello he recibido lisonjas por doquier; personajes del toro que me han felicitado con una pasión que les desbordaba. Días pasados, sin ir más lejos, un señor de Badajoz me felicitaba con auténtica admiración sobre una de mis últimas denuncias.
El personaje en cuestión es mozo de espadas y atiende por las iniciales R.O.M.. Incluso me llamó por teléfono para darme muchos más datos de los que ya obraban en mi poder sobre el tema aludido. Le ofrecí nuestra página para que de su voz denunciara todo lo que yo había obviado porque no lo conocía. Hablamos un largo rato, grabé la conversación que me pareció totalmente demoledora y quedamos emplazados para que al día siguiente yo publicara aquellas denuncias horribles con tintes criminales.
Claro que, mi sorpresa fue mayúscula cuando al día siguiente, cuando ya tenía montado el reportaje sobre el asunto que dicho señor había denunciado, acojonado me llamó para pedir que, por favor, que obviara su nombre. Digamos que, dicho mozo de espadas, me cedía “todos los derechos” para que yo publicara las felonías con tintes criminales que él me había contado, pero que su nombre quedara en el anonimato. ¡Malditos taurinos! Eso sí, un día me levantaré inspirado y publicaré todo lo que el personaje rajó por su boca que, dicho sea de paso, no tiene desperdicio. Rodarán cabezas, lo tengo clarísimo.
El asunto en cuestión viene a demostrar que, entre los taurinos reina la cobardía, el miedo, mientras que, a su vez, sin micrófono alguno y en la barra de un bar son capaces de contar todas las verdades del mundo. Eso sí, cuando tienen la oportunidad de dar la cara, lograr la grandeza que produce contar la verdad, además con pruebas, como tenía este hombre, en vez de tirar hacia delante para darle gloria a la fiesta y de paso denigrar a los cobardes que maltratan a los mismos protagonistas del mundo de los toros, se callan cual sicarios del narcotráfico a sabiendas de que, una palabra más alta que otra les puede costar la vida o, en su defecto, el pan.
No es el caso, pero sí que puedan perder el pan y eso no lo quiere nadie. Y, cuidado, que yo entiendo a todo el mundo porque, cuando analizo las cosas comprendo la fortuna que yo tengo en la que, al no pertenecer al “mundo de los toros” ostento la licencia para denunciar todo aquello que, insisto, con pruebas, alzar la voz para favorecer a los más humildes que, por lógica, son siempre los que sufren los rigores del poder taurino.
Me hastía, nada es más cierto, la cobardía reinante entre los toreros para defender su pan, justamente, el que les restringen por aquello de no saber defenderse. Si todos unidos alzaran la voz cambiara el panorama por completo pero, señores, pensar que estos hombres viven prisioneros de las cadenas que les produce el miedo es algo horrible. Es más, tengo un caso muy curioso al respecto porque, el pasado año, un matador de toros que vienen toreando sus quince corridas de toros por temporada, de las que no quiere “nadie”, se me ofreció para escribir en nuestra página y contar las tropelías a los que él es sometido junto a tantos otros diestros. Vi el cielo abierto porque el hecho de pensar que un protagonista sería capaz de dar su “vida” por los demás, ello me llenaba de gozo.
Claro que, después de la tempestad viene la calma y cuando ya habíamos acordado que me mandaría un artículo semanal, de repente me dice que lo haría con pseudónimo. Quedé inerte, como congelado. Vamos, que no entendía nada. Mira, chico, aquí se escribe y se firma con nombre y apellidos, te equivocaste de casa. Y ahí se acabó toda la relación. Y así podría contar mil cosas más. No hay más que ver las entrevistas a las que se someten los toreros en que, tanto el entrevistado como entrevistador, parece que todos viven en el paraíso. No existe culpable alguno, todo es perfecto, a lo sumo, alguno, hasta se hace cargo de sus culpas, pero no existe la menor denuncia por parte de nadie contra ningún empresario ni apoderado. Está claro que, los toreros y sus adláteres en todos los sentidos, nadie pertenece a los sindicatos CC.OO., ni a la UGTE, que no es otra cosa que Un Gitano Trabajando Esporádicamente.