Entiendo como nadie la actitud de Pedrito El Capea, sin duda la que respeto, pero no admiro. Soy partidario de la libertad de cada cual, razón por la que nadie debe inmiscuirse en la vida de los demás siempre y cuando no le hagan daño a nadie y, ese puede ser el caso de Pedro Gutiérrez Lorenzo.

Claro que, El Capea, como todo artista no está exento de análisis de cara al gran público, como lo pueda ser cualquier persona expuesta al público y de gran relevancia como es su caso. Sabedor de cómo es el mundo de los toros, en muchas ocasiones me he preguntado qué diablos hace este hombre en ese mundillo al que, como se ha comprobado, Dios no lo ha llamado por dicho camino.

Éramos todos tan necios que, en la época de José Antonio Martínez Uranga, más conocido como Choperita, cuando criticábamos que, año tras año, este empresario incluía a El Capea sin mérito alguno mientras que, Choperita siempre decía lo mismo: Lo contrato porque me da la gana y porque es mi ahijado. Y tenía razón el vasco.

Claro que, tras muchas oportunidades, la suerte de El Capea ha sido nula, o quizás él no la supo administrar, pero la gran realidad es que este chaval tan buena gente, educado, universitario y dotado de mil valores más, no ha sido capaz de triunfar en el mundo de los toros. Ha toreado mucho en México, especialmente en ferias de pueblos y plazas menores, eso sí, alzándose con triunfos sonados que, como todos sabemos, conseguidos en plazas de menor relieve no sirven para nada.

De que lo ha intentado no lo discutirá nadie; hasta mató seis Victorinos en una sola tarde en un pueblo salmantino y, lo que es mejor, en corrida benéfica, lo que certifica su calidad como ser humano. Si se me apura, este chaval merece todo el respeto del mundo aunque, cualquiera, como aficionado, sufre más de la debido viéndole frente a la cara del toro sin lograr lo que sería su sueño, emular a su grandísimo padre. Si somos sinceros, la tarea que el chico tenía teniendo como referente a su padre era terrible; es decir, imposible de alcanzar.

Ahora, Capeita, en ese año de silencio y confinamiento quizás sea el momento de la reflexión para abandonar un mundo que, con toda seguridad ha amado más que nadie y que lo seguirá haciendo mientras viva pero, pasan los años y mientras estamos perdiendo a un gran gestor en las empresas de su familia, estamos sufriendo por un torero mediocre, muchas veces a merced del toro, todo ello sin fundamento alguno.

No ha podido ser, es cierto. Pero en su caso no existe drama alguno puesto que, además de su carrera universitaria, las empresas de la familia y las de su suegro, tiene mil vidas aseguradas. Siendo así, ¿para qué sufrir más en un mundo que siempre le ha sido hostil? Lo que se dice aportar no aportó nada en el toreo, salvo su inquebrantable ilusión que le ha mantenido vivo taurinamente dicho. Pero como sabemos, esa llama se ha extinguido y, prender la mecha de nuevo es casi un milagro; en realidad, un auténtico milagro.

El drama, como es notorio, lo tienen decenas de toreros de idéntica similitud al Capea, con la salvedad de que mientras éste tiene la vida solucionada, el resto de los chavales todos quieren hacerse un hueco con la finalidad de poder comer, cosa que resulta casi imposible. Dichoso El Capea, desdichados los demás.

Dicen que los hijos de los toreros nacen portando una tremenda cruz y, es cierto. Muchas pruebas tenemos al respecto y, de tal maldición no ha escapado El Capea puesto que, con un padre tan glorioso, tratar de emularle ha sido su peor castigo y su más dramática pesadilla. De ahí le viene la cruz que aludo. No ha podido ser. No es que se haya perdido un gran torero porque nunca lo ha sido, pero si ganarán sus empresas cuando les preste una total dedicación que, sin duda las agrandará mucho más.

Para su fortuna, El Capea dispone de todos los medios a su alcance para, cada vez que su corazón le indique, matar un toro a puerta cerrada para disfrutar junto a sus amigos, participar en algún que otro festival, todo ello para matar el gusanillo, pero nunca para tomar en serio como profesional su carrera como matador de toros que, en honor a la verdad, poca gloria le ha reportado.

Haga lo que quiera, mucha suerte para El Capea porque, repito, como me han contado, se trata de un chico extraordinario dotado de mil virtudes en las que, sin duda alguna engrandecerá mucho más lo negocios de su señor padre, es decir de esa admirable familia formada por el señor Pedro  Gutiérrez Moya y su señora esposa doña Carmen Lorenzo.