Dentro de todos los males, que no han sido pocos, se ha podido celebrar una temporada atípica que apenas entiende nadie pero que, en el peor de los casos, ha conseguido que no se pierda la llama del toreo que, pese a todo, es un gran éxito. Es verdad que los grandes coliseos han quedado cerrados a cal y canto, nadie sabe los motivos, pero ha sido una realidad muy cuestionada porque, como algunas veces dije, por aquello de los reducidos aforos que una plaza de toros puede albergar, las grandes plazas tenían todos los números para poder celebrar festejos pero, nuestro gozo en un pozo. ¡Qué sabe nadie! Diría nuestro admirado Raphael.

Gracias a la televisión, tanto de pago como las generosas para con los aficionados, caso de CMM y Canal Sur, hemos visto muchas corridas de toros en distintos pueblos de nuestra geografía pero, hay que hacer notar que, al margen de la llamada Gira de la Reconstrucción, parodia elevada al más alto nivel, en otros lugares hemos tenido la suerte de ver auténticas corridas de toros que, “gracias” a la pandemia y sus restricciones que, como una especio de milagro hemos podido admirar.

Precisamente, en una de esas corridas en las que han participado las figuras en las que, lógicamente, el aforo ha sido muy reducido, cosa muy natural debido a todo lo que estamos sufriendo pero que, en un momento determinado de una de aquellas retrasmisiones en la que, junto a un grupo de amigos lo estábamos contemplando, uno de ellos, al ver las limitaciones de la gente, el poco aforo, precisamente en la corrida de toros de El Puerto de Santa María, sin pensárselo dos veces dijo:

“Mirad, hay exactamente la misma gente que antes de la pandemia”.

Y aquella exclamación me hizo pensar. Y es cierto porque si nos paramos en analizar, el pasado año, sin pandemia alguna, muchas plazas tenían, justamente, la misma gente que este año con las restricciones habidas y acatadas. Ahí tenemos el ejemplo de Bilbao que, el pasado año, una feria repleta de figuras, ninguna tarde se llegó a la media plaza. ¿Qué quiere esto decir? Que la pandemia les ha hecho un gran favor a las figuras del toreo porque, conforme están las cosas no se asume responsabilidad alguna al respecto de los aficionados en los tendidos y, como es habitual, son todo entrenamientos en que, insisto, los toreros quedan eximidos de la mayor y enorme responsabilidad por aquello de llevar gente a los tendidos.

Enrique Ponce y sus correligionarios de profesión han sentido un enorme alivio sobre sus espaldas ya que, según las normas que tenemos que acatar, aquello de que en la plaza haya mil personas les viene como anillo al dedo; se han liberado de la responsabilidad que se les exige a las figuras quedando, todos, en el más alto pedestal al no tener que concitar la atención de nadie. Por ello, cuando veo en algunos festejos anunciados que ponen el ansiado “cartel de no hay billetes” me muero de la pena porque, muchos, ignorantemente, seguro que se lo creen. Es cierto que aluden a lo que es en la actualidad el aforo permitido pero, ¡qué bien suena lo de no hay billetes!

Vuelvo a insistir que, a estas alturas de mi vida y de todo lo que nos ha ocurrido, soy capaz de entenderlo todo, menos que se  haga una gira de la reconstrucción que no ha construido nada, más bien todo lo contrario porque las figuras se han traído en la furgoneta sus respectivos toros, los que previamente han elegido entre la manada y, sin sorteo ni nada que se le parezca, aquí paz y allá gloria. Pero, me sigo preguntando: ¿Cómo se ha producido el milagro para que, en plazas de tercera hayamos visto lidiar toros de Miura y Victorino? Eso sí, sin figuras de por medio. Esa es la gran pregunta que, sin duda, tampoco tiene respuesta pero que, como realidad constatada, no queda otra opción que ponderar.

Valga el dibujo de Mer Fidalgo para ilustrar este ensayo. Como vemos, el cerrojo está puesto, justamente la metáfora que nos define la actual fiesta de los toros.