De entre tantos personajes del toro como me cupo el honor de entrevistar, en su momento, un hombre que me ilusionaba conversar con él no era otro que Juan Pedro Domecq, un tipo culto, sabio y singular donde los hubiere. No era fácil la tarea dado que, nosotros, precisamente, no éramos de su cuerda, por tanto, era difícil mi empresa. Claro que, la que era su esposa en aquel momento, María Águila de Domecq me facilitó la labor dado que, aquella señora me profesaba una profunda amistad, razón por la que pude llegar al afamado ganadero y, lo que es mejor, que él “transigiera” ante mi persona que, con toda seguridad no se lo puse fácil ni le apetecía en lo más mínimo.
Es cierto que, Juan Pedro sabía que yo era un “hueso” duro de roer, por ello, como explico, gracia no le hacía ninguna hablar conmigo puesto que, acostumbrado a la grey de aduladores que siempre tenía a su alrededor, conversar con alguien que con toda seguridad le iba a preguntar lo que él no quería responder, el asunto era complicado.
Puesto que, el tema del afeitado sigue latente en muchísimas ganaderías de España, concretamente en todos los toros que suelen lidiar las figuras, en aquellos momentos de mi conversación con Juan Pedro la pregunta era inevitable: “¿Usted afeita sus toros?”
Imberbe de mi al formular aquella pregunta de la que yo pensaba que obtendría una respuesta clarificadora y, mi gozo en un pozo. Juan Pedro Domecq que era más listo que el hambre, sabedor del personaje que le entrevistaba me dio una larga cambiada por la espalda y me contestó con otra pregunta: “¿Usted lo ha visto?” Y me dejó sin argumentos. Yo no lo he visto nunca porque no me inmiscuyo en tales menesteres pero, los análisis que se han hecho postmorten a los toros, la gran mayoría han dado positivos de afeitado pero, todos lo niegan, hasta los que han sido sancionados.
Por supuesto que, todas aquellas acciones fraudulentas se hacen en la penumbra, por tanto, no hay testigos presenciales sobre tan macabro asunto pero, tampoco hace falta ser muy listo para, exámenes al margen, adivinar cómo y de qué manera funciona el asunto porque, en ocasiones, los pitones hasta chorrean sangre, lo que hace notorio la autoría del fraude.
La cuestión aludida sería muy fácil de demostrar si se analizaran las astas de todos los toros que lidian las figuras, pero como quiera que, la verdad apenas le interesa a nadie, incluso a la mismísima autoridad, la gran mayoría de los festejos quedan impunes al respecto. Es más, sale por ejemplo Justo Hernández en una conferencia en Madrid, lo niega todo y aquí paz y allá gloria.
Conozco a más de un empresario retirado que, alguno de ellos, todavía en edad de poder ejercer dicho trabajo, al final, hastiados, se marcharon a su casa por no tener que aguantar a las figuras de turno las que, a diario, le exigían que todos los toros estuvieran afeitados y, como alguno de ellos me contó, en su momento, era Jesulín el primer adalid de dicha exigencia. Si hablamos de afeitado, por ejemplo, todos sabemos los motivos por los cuales el gran Pepe Luís Vázquez Garcés sacrificó su ganadería ya que, los toreros y empresarios le exigían lo que él no había pedido nunca, que se afeitaran los toros. El maestro, claro está, disgustado de la cuestión decidió eliminar su ganadería.
Sin lugar a dudas, el caso más sangrante del afeitado lo pudimos ver en la ganadería de Alfonso Navalón que, como crítico se pasó la vida denunciando dicha irregularidad que era puro fraude y, cuando Navalón cometió el error de ser ganadero de reses bravas, para poder lidiar sus toros, que además embestían como los ángeles, razón por la que deberían de habérselos quitado de las manos, Alfonso tenía que afeitar todos sus toros, algo que nos confesó en su momento con un dolor profundo; es decir, el taurinismo aprovechó la coyuntura para degollarle con su propia daga. La prueba que aportamos es indiscutible.
El mal sigue latente, la fechoría es incuestionable y, al respecto solamente encontramos el silencio por parte de todo el mundo. Como me espetó Juan Pedro, ningún aficionado hemos sido testigos de dicho fraude porque, lógicamente no nos han invitado nunca a dicho “festín” pero, pese al silencio de la autoridad en muchos casos, a la negligencia de cuantos deberían de velar por dicho fraude, el mismo sigue vigente desde los tiempos de “María castaña”. Como explico, es cuestión de que nos fijemos en los pitones de los toros que, ellos mismos nos hablan del fraude o de la verdad, con estar atentos tenemos el certificado de autenticidad o del más horrible fraude.
En las imágenes mostramos a un toro auténtico, precisamente un Albaserrada y, el resto, pura basura y afeitados. Pese a todo, lo siguen negando.