Creer en algo del mundo de la política es mucho más complicado que creer en Dios. Lo digo porque tener fe en el Creador es algo del alma que tanto nos alimenta el espíritu. Sin embargo, esa fe que en ocasiones es capaz de mover montañas, aplicada en el plano terrenal y de cara a nuestros políticos no deja de ser una falacia criminal porque, ¿quién es valiente capaz de creer en nuestra clase política? Unos porque sus hechos les han delatado al frente del gobierno y, aquellos que creíamos que podían ser la alternativa a la basura inmunda que ahora nos rige, ellos mismos nos han obligado a dejar de creer en nada y, mucho menos si de política hablamos.
Me refiero al Partido Popular en que muchos españoles habíamos depositado nuestra confianza para que un día, más pronto que tarde, hubieran desbancado para siempre a Sánchez y sus criminales huestes en el poder. Nuestro gozo en un pozo porque, insisto, muchos estábamos esperanzados en esta nueva generación de políticos de derechas que, alejados de toda corrupción anterior, hasta creíamos que podrían ser la tabla de salvación para España y, una vez más hemos errado de forma alarmante.
Nadie podíamos sospechar que, el mismísimo Pablo Casado fuera capaz de degollarse con su propia daga, todo ello por un ataque de celos hacia una persona llamada Isabel Díaz Ayuso a la que el mes pasado, el mismo Casado puso contra las cuerdas para noquearla, al parecer, por un asunto de prevaricación de la presidenta de la Comunidad de Madrid hacia un hermano suyo. Casado, torpe como el que más, no supo “lavar la ropa sucia en casa como hacen los sociatas”. Claro que, como se demostró, no había tal “ropa” es decir, el menor atisbo de delito para poder achacarle a la presidenta de Madrid y, lo que se demostró que no era nada imputable hacia dicha dama, Casado montó un cirio que ya lo quisiera San Pascual Bailón. Todo un escándalo mayúsculo que, como resultó, era todo falso, razón por la que le ha costado la cabeza a Pablo Casado –Dios lo tenga en su gloria políticamente dicho- y a Teodoro García Egea que, la noche siguiente al escándalo apareció en la televisión diciendo que habían dado carpetazo al asunto y que Díaz Ayuso era inocente.
Una pena porque, éramos muchos los que creíamos que Pablo Casado podía haber sido un hombre de estado y, los hechos nos han demostrado que era un pobre pelele, ataviado, para mal mayor, con un ataque de celos a Isabel Díaz Ayuso, algo que ya venía desde lejos, exactamente desde que dicha dama ganó las elecciones en Madrid. Todos tenemos un rey dentro del cuerpo, me contaba hace muchísimos años un amigo querido. Y tenía toda la razón del mundo. Aquello de respetar al que ha triunfado en las urnas, al parecer, no se consiente ni dentro del mismo partido, las pruebas del PP así nos lo han ratificado.
Ya nos sonó muy mal el pasado año cuando Santiago Abascal le hizo una moción de censura al gobierno y, Pablo Casado, en vez de apoyar al líder de Vox, arremetió contra él de una forma vomitiva; vamos que, Pedro Sánchez, en su banco azul se frotaba las manos como un niño con juguete nuevo. Aquello ya nos pareció una irreverencia hacia Abascal que, en definitiva, lo único que hizo fue plantearle al gobierno sus errores, sus fracasos, sus mentiras y miserias, algo que, en el fondo y en la forma Casado debería de compartir con Abascal pero, como explico, cuando todos creíamos que el político vasco tendría el apoyo del jefe de la oposición, este arremetió contra Vox, con peores armas que las que utilizó contra Sánchez y sus funestas compañías. Ahí ya nos dejó noqueados a todos. Digamos que, en aquel envite perdió el cincuenta por ciento de sus votos.
Y como quiera que la torpeza del Partido Popular siga en ascenso, cada día nos aportaban un dato más para que nuestras dudas fueran mucho mayores en cada hoja del calendario. Faltaba el asunto contra Isabel Díaz Ayuso para que, de una vez y para siempre, dicho partido haya caído en picado, hasta el punto de pensar quién es el valiente que lo levanta. Insisto, una pena, porque Pablo Casado era un gran orador, un tipo con cultura, un hombre con agradable presencia pero, el “rey” que llevaba dentro le decapitó por completo. Muy triste que, dicho personaje haya quedado en una pura anécdota en la política pero, convengamos que todo se lo buscó él y sin ayuda de nadie decidió suicidarse. ¿O creía él que dicha patraña contra Ayuso iba a ser premiada? Los hechos han puesto a cada cual en el lugar que se merece.
Hablaba yo de la torpeza de estos hombres del citado partido PP que, la gran mayoría, sin distinción, son cuadrúpedos por naturaleza, sencillamente porque no saben distinguir la lógica de la basura. Me explico. Como quiera que desde que se instauró la democracia ningún partido tuvo el valor de hacer una ley que permitiera gobernar a la lista más votada, es por ello que, -y ahora más que nunca con la proliferación de partidos que tenemos- el que gane tiene que pactar con otros partidos. Las mayorías absolutas se han acabado para siempre si no se obra algún que otro milagro que, en política será muy difícil.
Pues bien, pese a todo, el Partido Popular siempre ha considerado a Vox como unos apestosos de ultraderecha. ¿Y cómo se les endilga dicha definición si no han llegado todavía al poder? Y, lo que es mejor, Vox, es una escisión del PP en la época de Rajoy en que, con sus razones, Santiago Abascal que militaba en dicho partido decidió poner tierra de por medio y fundar el partido que ahora preside. Como sabemos, Abascal no ha matado a nadie, no ha tenido el menor atisbo de corrupción en sus filas, incluso ha colaborado en Andalucía y Madrid para la confección de sus gobiernos y, pese a todo, desde la derecha tradicional son unos indeseables. ¿Se puede entender dicho grado de locura?
Como sabemos, en estos días se ha formado el gobierno de CyL en el que, su presidente, señor Fernández Mañueco decía que no pactaría con Vox por nada del mundo; es más, hasta el próximo presidente casi electo del PP, Alberto Núñez Feijoo repudiaba esa macabra idea según ellos de pactar con dichos apestosos de Vox. Esa máxima, a diario la esgrimía siempre Pablo Casado que, situándose en lo que él definía como el centro derecha, Vox quedaba aislado de la política por ser de ultraderechas. ¿Se puede ser más tonto que todos estos despreciando al partido que, irremediablemente necesitan? Es como si un hijo inválido que necesita los cuidados de su madre, éste la escupiera a diario en vez de darle las gracias. Así actúan los políticos de PP. Mientras que en la izquierda no tuvieron recato en pactar con independentistas, defensores de los asesinos y criminales, gentuzas todas que quieren acabar con el Estado de Derecho, la Corona y todo aquello que huela a unidad, el PP ha renunciado siempre a ser coalición con dicho partido que, les guste o todo lo contrario, es el único que puede ayudarles.
Ahora, Mañueco, se la ha tenido que envainar y pactar con esas personas de Vox que, como se ha comprobado, además de tener sentido de Estado, de momento no tienen la menor mancha en su formación. Y, como son imbéciles los “peperos” ahora dicen que han pactado con Vox porque no había otra alternativa. Pero vamos a ver, ¿eso no lo sabían el mismo día de las elecciones cuando comprobaron que no había mayoría absoluta y que Vox subió como la espuma en dicha comunidad? Lo dicho, si entrenaran todavía serían más tontos. Quédense quietecitos, no entrenen y que le recen al Jesús del Gran poder para quedarse como están que, al paso que vamos, en las próximas elecciones habrá sorpresas mayúsculas. Eso sí, mientras todo eso sucede en el PP, Sánchez sigue muriéndose de risa en el Congreso y, hasta en su casa, digamos en ese palacio que pagamos todos y que muy pocos merecen, incluido él.
En la imagen, Pablo Casado, el hombre que pudo haber llegado a ser el presidente de España y, por su avaricia y torpeza, ha quedado como roto como un muñeco de trapo. ¡Qué pena!