Para desdicha del mundillo taurino, su peor pandemia no es la que todos estamos viviendo; lo más horrible de la situación es que, nuestros gobernantes, astutos como hienas, saben de la descomposición del sistema taurino, de la desunión que existe en todo el sector, de ahí el trato que recibimos de nuestros mandatarios que, riéndose de los humildes jornaleros del toro, no han hecho nada para mitigar el hambre de tantos hombres que, fuera de los ruedos no tienen ni para comprar el más elemental pan aunque, como hemos podido saber en estos días, al parecer el gobierno les ha concedido una triste limosna por un plazo de tres meses; menos da una piedra ¿verdad?

El gobierno social-comunista que, será terrible, odioso, insufrible, lamentable y todos los epítetos que le queramos colgar, lo que sí tienen es que no son tontos; saben de la desunión del sector, razón por la que jamás romperán una lanza hacia nuestro favor porque, insisto se saben vencedores al comprobar la anarquía que reina en el mundo de los toros y, si como en Valencia, hace unos días con motivo de la visita del gordito Uribes, unos cuantos profesionales quisieron manifestarse ante el ministro para hacerle saber su dolor y pesar al comprobar la forma macabra y horrible que nuestro gobierno ha ninguneado a los profesionales del sector, unos hombres que viven del mundo de los toros, insisto, quisieron protestar y la policía la emprendió a palos con los manifestantes. ¿Hubieran hecho lo mismo si esa manifestación hubiera sido del mundo gay? ¿Verdad que todos tenemos la respuesta? Pues hasta en esto estamos siendo defenestrados.

Este gobierno sabe que, ante un colectivo totalmente vulnerable, no hay que hacerle caso alguno porque, claro, son sabedores en el gobierno que no plantearán nada extraordinario para reivindicar su trabajo ya que, sin unión, sin plan alguno alternativo, somos carne de cañón como se ha demostrado una y mil veces.

Algo muy distinto sería que, ese mismo gobierno que tanto le teme a la prensa, si supieran que los taurinos tienen unidad, justamente la que podría llevarles o abocarles hacia el éxito, otro gallo nos cantaría. Nos saben indefensos, desunidos y, lo que es peor, sin posibilidad alguna de que nadie cambie para bien dentro del seno del mundo de la tauromaquia. Siendo así, ¿qué fuerza podemos hacer si cada uno va por dónde quiere? Esta es una realidad que aplasta, la que nos ha llevado a la total destrucción y, lo que es mucho más grave, por más que nos empeñemos no lograremos nada pero, la culpa seguirá siendo nuestra.

El gobierno, en el mundo de los toros no ve enemigo a batir, por tanto, aplican la ley del silencio; no sabe, no contesta o, como se diría ahora, pasa palabra. Ellos saben que somos un sector desmotivado, sin aliados externos, sin nada que ofrecer salvo las consiguientes puñaladas que, un día sí y otro también, entre taurinos se asestan sin piedad. Perdimos el tren en su momento y, lo que es peor, ahora hemos perdido hasta el norte porque, amigos, en esta época durísima que nos ha tocado vivir, ¿qué hemos hecho nosotros para que  se nos escuche? Si acaso, quejarnos de forma lastimera pero, sin tener la más mínima fuerza de cara a ese gobierno pestilente que, sabedor de nuestras carencias somos los grandes olvidados.

No nada más saludable para el enemigo, en este caso el gobierno, que conocer al contrincante, es decir, el enemigo a batir y, nuestros dirigentes saben de nuestras tremendas carencias puesto que, llegado el caso, como hemos demostrado cada vez que nos hemos manifestado, hemos sido cuatro gatos sin oficio ni beneficio. Siendo así, qué fácil se lo hemos puesto al enemigo, es decir, en bandeja de plata como la cabeza del emperador. Fijémonos si somos ridículos que, no tenemos ni un líder que nos abandere; pero si hasta la UGT tiene al bobo de Pepe Álvarez que, pese a todo, es capaz de concitar la atención de todos los trabajadores a la hora de manifestarse y mira que el tal Álvarez tiene poco carisma pero, es un líder al que reconoce la clase obrera. ¿Qué ocurre ante un hecho como el referido? Que el gobierno se anda con mucho cuidado porque sabe que, si se le rebelan los trabajadores tienen la batalla perdida. Nosotros, sin líder y sin ejército, estamos combatiendo en esta guerra insólita con apenas unos tirachinas. Y, encima, queremos ganar.