Las cornadas de los diestros siempre son motivo de discusión puesto que, mientras algunos sostienen que son medallas las que lucen los diestros en su anatomía mientras que, otros, por el contrario piensan que son desdichas por parte de los toreros que, por atrevimiento o desconocimiento han sufrido dichas cornadas. Aquí cabe todo, como siempre ocurre en la vida ante cualquier tema que suscite la polémica. Lo difícil para todo el mundo es posicionarse al respecto, bien sea a favor o en contra; digamos que, admitiendo la medalla citada o endilgando al diestro su torpeza.
Son distintas las causas por las que un diestro determinado sufre una cornada, ello es lo primero que tenemos que tener en cuenta. Recordemos que, ante todo, un hombre vestido luces se enfrenta a una fiera indomable que, en el transcurso de la lidia el diestro en cuestión tiene que domar en la medida de lo posible para, de tal modo, tratar de alcanzar el éxito. Y, como miles de veces conté, un toro puede hacerte daño con el rabo pero, hecha esta salvedad debemos de reconocer que, hay toros y toros. Los hay con una fiereza desmedida que, aquello de “domarles” resulta una quimera insalvable mientras que, otros, con el aparente mismo peligro que los demás, tienen mucha más docilidad de cara a que el diestro en cuestión puede lograr más sencillamente el éxito.
Por lógica, el animal más fiero, por resultar casi indomable, suele repartir más cornadas que el resto de las ganaderías. ¿Cuál es el problema? La casta que tienen los toros auténticos que, en un momento determinado, el más mínimo error por parte de su lidiador le lleva al hule de inmediato, por dicha razón, cuando los diestros alcanzan la cúspide de la fama huyen despavoridos de aquellos toros que a priori se sabe que pueden cornearte. ¿Quiere esto decir que los toreros que sufren más cornadas que sus compañeros son más torpes? Nada de eso. Ocurre que son más arriesgados, pisan terrenos prohibidos y, arrebatados por aquello de lograr el éxito son capaces hasta dejarse matar si en el envite ello fuera preciso.
Al final, la fiesta de los toros no deja de ser un “juego” entre la vida y la muerte y, por lógica, todo el mundo quiere seguir vivo mientras que, los que dieron su vida en el ejercicio de su profesión, su sacrificio ha valido la pena dentro del dolor que ello conlleva para los que quedaron vivos, especialmente los familiares de todos aquellos héroes que se inmolaron en el ruedo. Bien es cierto que, sin que nadie pidamos la muerte de un torero, cada desgracia de semejante calibre ha certificado la grandeza de la fiesta taurina, mal que les pese a muchos de sus detractores.
Los que murieron le dieron mucha gloria a la fiesta, credibilidad, grandeza, mientras que, los que siguen vivos con sus cuerpos lacerados por infinitas cornadas, para mí siempre serán medallas que enarbolarán al paso de los años y las que lucieran en calidad de héroes pero, en definitiva, para poder contárselo a los demás. Yo no hablaría jamás de torpeza cuando un diestro cae herido, pero sí de mala suerte porque, como sabemos, hemos visto cogidas de un dramatismo total y el toreo ha salido ileso. Por el contrario, cogidas que aparentemente no tenían “importancia” llevaron al diestro a la tumba.
Todo esto y mucho más me lo ha recordado Arturo Macías, el carismático diestro mexicano que, días pasados decidió retirarse del toreo, no se sabe si para siempre o quizás pueda volver. Pero lo que si es cierto es que lleva en su anatomía más cornadas que ningún diestro en activo; como él confesara, su corazón le pide que siga, pero su cuerpo no puede soportar la dureza de más cornadas puesto que, algunas de las sufridas por poco que le cuestan la vida.
Ha sido figura indiscutible de México, realizó una épica campaña en España en 2010 en la que, pese a tener muchas corridas firmadas, él no contaba que, acá los toros le herirían como tantas veces le sucedió en su país. Ha dejado estela de torero grande con siete puertas grandes en La México, decenas de éxitos en todos los estados, de forma muy concreta en su tierra hidrocálida. Se ha marchado un chaval con poco más de cuarenta años pero, ¿quién es el valiente que resiste cuarenta cornadas en su cuerpo, casi más tiempo en los hospitales que en los ruedos? Ahora, torero, queda disfrutar puesto que la leyenda ya la tienes escrita. Enhorabuena por tu grandeza en todos los órdenes.