Los toreros han llevado su penitencia con la corrida que se trajeron a Alicante para celebrar el día grande de la feria, San Juan, todo un fiasco porque nadie sospechábamos que habría tres cuartos de plaza, un fracaso sin paliativos que, en realidad, es lo que ocurre cada tarde y en todas las ferias. Toros justo de presentación, sin trapío y, algunos, como los de Morante para echar a correr. Cómo sería la corrida que se desecharon dos animalitos; vamos que, si en vez de Alicante se lidia esa corrida en Añover de Tajo no se aprueba ni uno solo.
Tras lo dicho se comprende que Morante haya tirado por la calle de en medio en sus dos toros; en su primero que no tenía un pase le ha durado un minuto, algo que le agradecemos pero, lo que le criticamos es que hayan comprado esos toros que, de presencia se sabía que no podían tener esencia alguna. En su segundo más de lo mismo, el toro no ha querido pelea alguna, se ha descompuesto y una vez más, Morante ha escuchado la bronca porque si al primero lo pasaportó de un espadazo, en su segundo el mitin con el acero ha sido de época. Insisto que, esos toros, por su morfología se adivinaba de lejos que no iban a embestir.
Manzanares ha matado el primero del hierro de El Pilar que ha salido a trompicones con el que ha estado voluntarioso pero sin mayores logros, todo un fracaso en toda regla porque en este día se esperaba mucho del paisano. Se segundo, de Alvarito Núñez, le ha colaborado mucho porque ha sido un santito; sin trapío alguno, con pitones muy deficientes pero con la nobleza que los toreros piden para ponerse bonitos, algo que ha logrado Manzanares. No ha habido emoción alguna porque, reitero, el animalito era para triunfar la figura de turno; sin que nos erizara los vellos, la gran estocada final ha valido dos orejas alicantinas.
Pablo Aguado ha tenido un animalito, su primero, que es el burrito que sueñan los toreros con el que se ha puesto bello pero sin demasiadas convicciones. Más que torear yo diría que ha acompañado sus nobles embestidas; pese a todo, tal y como iba el derrotero de la tarde, lo que ha hecho Aguado les ha sabido a gloria pero no debemos de olvidar que el toro no tenía la más mínima casta ni emoción. Ha fallado con la espada y todo ha quedado en una ovación. Se segundo, santo hasta el límite de los altares no tenía fuerza alguna, un ridículo de espanto del que no se avergüenza los toreros. Ha matado como ha podido y aquí paz y allá gloria. En definitiva, un fracaso en toda regla pese a los orejas triunfalistas de Manzanares.
Tras todo lo que hemos vivido en la feria, sin lugar a dudas, como dije en el primer festejo, ha sido Ricardo Gallardo el auténtico triunfador de la feria porque traje una corrida encastada y brava, nada que ver con lo aborregado de todo lo que hemos visto en las últimas corridas. Está claro que, de salir muchos toros como los de Ricardo Gallardo disfrutaríamos mucho los aficionados y penarían mucho los toreros.
Y, mañana que no nos pase nada porque viene Juan Pedro. No quiero ni pensarlo pero, barrunto que el fracaso será de época, las pruebas las tenemos en las últimas corridas que hemos visto del dicho ganadero pero, Juan Pedro sigue teniendo predicamento entre los toreros, nada que ver con lo que pensamos los aficionados. No debo de quejarme de nada porque la culpa es mía, comprar cuatro abonos de sombra para ver la parodia demuestra que, imbéciles como yo los hay a montones. Es cierto que, mientras que los demás callan, a mi me cabe la suerte de pronunciarme para reconocerme como un auténtico retrasado mental taurino.
En la foto de Pepe Tébar, Morante matando uno de los becerrotes que previamente había elegido en el campo.